Hace poco más de 20 años se estrenaba la que hasta hoy es la película latinoamericana más vista de la historia. Ahora, Ciudad de Dios vuelve como una serie de seis episodios. Durante el rodaje de esta continuación, conversamos con el protagonista Alexandre Rodrigues –el mismo del film– y con el cineasta Aly Muritiba, que llega con la compleja tarea de relevar al director original, Fernando Meirelles.

Hay que pellizcarse un brazo para comprobar que es verdad. Vuelve Ciudad de Dios, la película que en 2002 inauguró un nuevo género cinematográfico: la favela movie. El retorno en formato serie de HBO, ahora rebautizada Ciudad de Dios: la lucha no para, continúa el hilo narrativo de la historia original.

La nueva versión vuelve a estar a cargo de la icónica productora brasileña 02 Filmes, tendrá seis episodios y se estrenará el 25 de agosto en la plataforma Max, donde también se puede ver la película que originó el fenómeno, inspirada en la novela homónima de Paulo Lins, a su vez basada en el enfrentamiento real entre los bandos de narcotraficantes de Zé Pequeno y Mané Galinha.

La serie se rodó en San Pablo, aunque la historia se desarrolla en una favela de Río de Janeiro, donde realmente está ubicada la favela Ciudad de Dios. Ocurre que la capital carioca no ofrecía las condiciones de seguridad para movilizar un set de 300 personas durante 15 semanas. “La película de 2002 contaba el contexto de la favela desde el punto de vista del tráfico de drogas, la Policía y la corrupción. La serie es totalmente diferente: cuenta la historia de las personas que están sufriendo a causa de toda esa violencia. Porque Ciudad de Dios abrió al mundo una verdad que, sin embargo, no es toda la verdad. Por eso veo la serie como un complemento de esa historia”, dice desde el set de grabación Alexandre Rodrigues, la estrella que encarnó al niño-fotógrafo Buscapé en la película y que ahora regresa para protagonizar la serie.

El presente de la nueva historia es 2004, y seguimos a los personajes que sobrevivieron a las masacres ocurridas en 1984. Han pasado 20 años en la ficción y también fuera de ella, donde los cambios políticos y culturales exigen representaciones más humanas de los grupos que aparecían en la película. En cierto modo, Ciudad de Dios vuelve en formato serie para propiciar el regreso de los buenos.

En la favela

En la cancha de fútbol de la favela paulista Jardim Iporanga está instalado el comedor del set de rodaje de la serie, filmada casi totalmente en locaciones reales. Al lado de la cancha, donde toda la crew de la producción almuerza junto al elenco, ya se empieza a mover también el merendero del centro cultural de la comunidad, donde decenas de vecinos hacen fila con sus táperes para asegurarse el almuerzo.

Por las calles del barrio circulan muchas personas, tantas como los contratados por 02 Filmes, como madres con sus niños, perros, vecinos que van y vienen con las compras del día. A simple vista es muy difícil distinguir quién es un productor, un seguridad contratado o simplemente un vecino curioso que sigue el tremendo despliegue instalado en las callejuelas de su barrio.

“Es una película que nunca salió de nuestro subconsciente, tanto en Brasil como en el mundo. Vemos la importancia de hacer esta serie cuando llegamos a comunidades como esta u otras donde hemos trabajado y nos encontramos con niños de diez o 12 años que no habían nacido en la época de la película pero que saben los nombres de los personajes de Ciudad de Dios. Eso nos sorprende”, comenta el productor ejecutivo Wellington Pingo.

Tras su estreno en 2002, la cinta causó un enorme impacto global y catapultó las carreras de todos los involucrados en su producción, particularmente de los codirectores Fernando Meirelles y Kátia Lund, y el director de fotografía uruguayo César Charlone. En 2004 el film fue nominado al Oscar en cuatro categorías: Mejor dirección, Mejor guion, Mejor montaje y Mejor fotografía, y compitió con megaproducciones como El señor de los anillos: el retorno del rey.

“El éxito fue tremendo, al punto de que la película india Who wants to be a millionaire? fue una copia exacta de Ciudad de Dios”, agrega Rodrigues, quien ahora actualiza al otrora inocente Buscapé, hoy convertido en un curtido corresponsal de guerra que responde a su verdadero nombre: Wilson.

Quizás la serenidad que transmite en su mirada haya sido uno de los aspectos que lo llevaron a un papel tan exitoso y que, en sus palabras, “fue el primer trabajo profesional” de su vida. Es que otra de las innovaciones de la película Ciudad de Dios fue la inclusión de actores no profesionales (conocidos como “actores naturales”) en papeles protagónicos.

“La película trajo una revolución real a mi vida. Pasé de estar en mi casa a vivir en Francia pocos meses después, una vida totalmente distinta. Cuando no entendés mucho del tema, no sentís presión, simplemente lo vas haciendo. Yo sólo había terminado el liceo, y la palabra ‘protagonista’ no tenía mucho sentido para mí. Empecé a entenderlo muchos años después”, revela Rodrigues.

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Para compensar la inexperiencia actoral, Meirelles, que ahora figura como productor de la serie, implementó focos de improvisación colectiva, especialmente en escenas de tiroteos. En el caso de la serie, acaso la apuesta sea menos arriesgada: recuperar caras conocidas de la película original y complementarlas con otros talentos, algunos más consolidados, como Andreia Horta (actriz insignia de la cadena Globo que también encarnó a Elis Regina en la biopic Elis), y otros emergentes, como la coprotagonista Eli Ferreira (Órfãos da terra), también oriunda del suburbio carioca de Nova Iguaçu, como Rodrigues.

Es en esos detalles –la inclusión de extras de cada favela donde filman, o la contratación de actores y actrices de la propia Ciudad de Dios que están haciendo sus primeras armas– donde se sigue viendo la línea editorial de la gran productora brasileña que es 02 Filmes.

“La estética de la película era más del cine latinoamericano de los 2000 combinada con elementos del cine de Estados Unidos de los 70 y 80. Y con muchos cortes. La serie, sin embargo, usa más referencias del cine africano: más colorido, no tanta cámara en mano, más plano secuencia y steadycam en las escenas de acción. Usamos drones y tenemos más control que el que había en la película”, explica el director de la serie, Aly Muritiba, desde una silla de plástico ubicada en el salón comunal de Jardim Iporanga, donde habitualmente los adolescentes del barrio toman clases de karate.

Muritiba, que tiene en su haber series importantes como Cangaço Novo (Prime Video), también puede considerarse un talento emergente, más aún si se tiene en cuenta lo que es trabajar a la sombra de la obra del director de cine más famoso de Brasil. Pero, a juzgar por su semblante, parece tener la capacidad de plantarse.

“Es el mayor producto audiovisual brasileño de todos los tiempos. Es una gran responsabilidad y desde el primer momento tuve la colaboración y la bendición de Fernando Meirelles. En ningún momento me acobardé. Fernando ha venido un par de veces al rodaje y se desespera por dirigir. Pero ya le dije: ‘Fernando, ya dejaste a tu novia. Ahora me toca a mí. Como mucho podés quedarte a ver’”, cuenta Muritiba entre risas.

Entre la mística y el mercado

Actualmente, Ciudad de Dios, la favela real, funciona como un microcosmos de la sociedad brasileña. Se ubica en la frontera de un territorio dominado por paramilitares (ver recuadro) y, además, en su interior opera una de las principales pandillas de narcotraficantes de Río de Janeiro, que impide que las milicias invadan el territorio.

“Además, es un lugar donde el movimiento negro es muy potente y resiste tanto a la milicia como al crimen organizado. También tiene un fuerte movimiento cultural y artístico encabezado por personas negras. La mayor luchadora de jiu-jitsu del mundo, Sarah Cristine, es una muchacha de Ciudad de Dios, así como bandas de hip hop y trap influyentes del país. Esta realidad también marca la necesidad de contar la historia de Ciudad de Dios como comunidad”, agrega Muritiba.

Los episodios de la nueva serie suman seis horas de duración, repletas de “la urgencia de lo real”, la música funk de la favela, la intimidad de los activistas barriales negros y un universo político complejo abordado desde una perspectiva humana.

“El formato serie nos permite hablar más profundamente de muchos más temas, y más personajes pueden tener una voz activa en la narrativa. Pero el ritmo es muy parecido al de la película, con un montaje con idas y vueltas temporales, flashbacks y un narrador, que es Wilson Buscapé. La diferencia es que, mientras que la película estaba exclusivamente centrada en el crimen y el narcotráfico, en la serie exploramos otros universos. Los personajes más fuertes son mujeres e incluso salimos de la favela para hablar del universo político brasileño”, explica Muritiba.

Por su parte, el productor ejecutivo Wellington Pingo revela otro detalle que aumenta la expectativa de los nostálgicos: “Algunas de las escenas de la película vuelven a la serie a través de flashbacks e incluso tendremos escenas inéditas de 2002 que no llegaron a entrar en el corte final de la película original”.

Asimismo, hay factores de mercado que pueden explicar este sorpresivo regreso 20 años después y que pueden resultar un filtro de utilidad al espectador a la hora de ver esta (y otras) series. La producción audiovisual internacional vive una fase aguda de lo que se conoce como “aversión al riesgo”. Esto implica que ante las dificultades económicas (muchas corporaciones del entretenimiento están fusionándose y reduciendo personal en todo el mundo); las empresas eligen contar historias ya conocidas que resulten una apuesta segura para sus expectativas económicas.

Evidentemente, Ciudad de Dios cumple con este requisito, pues, así sea por curiosidad, es muy probable que la veamos. Pero, además, sigue otra tendencia actual: el true crime, un subgénero documental que para todas las plataformas de streaming viene siendo un éxito seguro, lo que ha marcado la proliferación de producciones sobre crímenes basados o inspirados en historias reales en los últimos años.

Algunos ejemplos pueden ser Nahir, en Prime Video, Dahmer, en Netflix, o ¿Quién es Ghislaine Maxwell?, en Max, sobre la cómplice del millonario y abusador estadounidense Jeffrey Epstein, que también tiene su serie en Netflix, y así. La crónica roja del noticiero llevada al streaming con dosis agregadas de morbo: esa es la apuesta actual de las plataformas para aumentar suscriptores.

Pero toda esta información, que sirve para explicar la decisión de revivir esta historia, deja de tener importancia cuando recordamos vuelve a haber un estreno de Ciudad de Dios, que está producida por la misma productora, filmada con participación de vecinos y elenco de la favela y protagonizada por el mismo actor, que está igual que hace 20 años. Por si fuera poco, esta vez la obra dura seis horas.

Qué pasaba en Brasil en 2004

2004 fue un año de elecciones en Río de Janeiro, y es en esa época en la que se ambienta la serie. En la historia, la violencia en las favelas de la ciudad ha sumado un nuevo actor: además de las pandillas de narcotraficantes, se consolidan las milicias, grupos paramilitares surgidos de los escuadrones de la muerte de la dictadura brasileña, que van adquiriendo profundos vínculos con la Policía y la política partidaria y se vuelven intermediarios de los servicios cotidianos de la población (tevé cable, gas, vivienda), lucrando con la necesidad de la gente y extorsionando a la población.

La serie Ciudad de Dios: la lucha no para repasa la historia de las milicias en Río de Janeiro a través de personajes comunitarios que se organizan para responder a la violencia en sus barrios. La trama evidencia la compleja relación de fuerzas que ya a principios de siglo entraba en juego en la sociedad carioca y que desembocó, entre otros aspectos, en la llegada a la presidencia de Brasil del miliciano Jair Bolsonaro en 2019.

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