Hace algunos días, la magia de la viralización llevó a que una escultura uruguaya diera varias vueltas al mundo. Fue fácil entender la razón: se trataba de una réplica a tamaño real del automóvil deportivo Pagani Zonda, hecho con 100.000 monedas de dos pesos uruguayos soldadas entre sí y con la cara de Lionel Messi en el capó. La obra fue presentada en la Miami Art Week e hizo que volviera a hablarse de Joaquín Arbiza.
El escultor de 32 años ya había sorprendido con otras creaciones, incluyendo un Atlas que sostiene el árbol más longevo de Buenos Aires, el King Kong móvil de Punta del Este o los animales de chatarra que decoran el campo de Edinson Cavani.
Todo comenzó en su adolescencia, explica Arbiza a la diaria, con el intento fallido de construir un buggy arenero. “Me tomé un verano para hacerlo y me quedó horrible: funcionó 50 metros, no doblaba para un lado y se apagaba. Me encerré una semana en mi cuarto y cuando salí me di cuenta de que para la mecánica no estaba y con la chatarra que me sobró hice una escultura”, recuerda. Por entonces estudiaba mecánica en Don Bosco y sus compañeros empezaron a comprarle sus trabajos.
Con 18 años conoció a un empresario mexicano que le pidió un caballo de tamaño natural. “Quedó bueno, lo vendió, me pidió otro, también lo vendió, y me terminó encargando un montón de cosas”, dice Arbiza. Desde entonces, prácticamente trabaja sólo a pedido: “Es bueno y malo, porque a veces me dicen para exponer algo y hace diez años que no tengo una obra para exponer porque estoy trabajando todo a pedido y estoy tapado de laburo. Pero sí te da tranquilidad, porque hacer el auto con monedas por motu proprio hubiera sido una locura”.
La primera estatua cubierta con monedas fue el notorio King Kong que, junto con otros personajes de la cultura pop, recibe a los visitantes de una galería puntaesteña. “Era un material que no había usado y me parecía algo bastante diferente. Siempre le estoy buscando la vuelta a cómo usar materiales convencionales. En la chatarra uso un tenedor, una cuchara o un engranaje de manera no convencional, pero capaz que un niño de cinco años mira la escultura y no sabe qué es lo que está viendo. Una moneda la entiende un niño de dos años y una persona de 90; todo el mundo la ha tenido en la mano, la ha tocado”, dice Arbiza.
Parecía que lo más difícil habría sido conseguir la materia prima, pero el escultor explica que no fue así. “Vivo en la zona de Marindia y todo el auto lo hice con monedas que una chica que trabajaba en la estación de servicio de Pinamar me iba juntando. Era el cambio que les daban a los pisteros, tipo la propina de cuando llenás el tanque. 100.000 monedas suena un montón, pero me las juntaron en cuestión de meses”.
Algo que aprendió es que, según el precio del boleto, es si hay monedas o no hay monedas en el mercado: “Cuando hice el King Kong el boleto creo que terminaba en dos, entonces monedas de un peso había un montón. Cuando juntaba para el auto, el boleto terminaba en uno o en tres, entonces monedas de dos pesos sí se conseguían”.
La historia del Pagani Zonda tiene sus años, porque la propia escultura sufrió modificaciones. “Primero hice la carrocería, la parte exterior, y hace unos dos años el cliente me lo mandó de nuevo al taller porque quería hacer una versión 2.0, por así decirlo. Y bueno, nos fuimos un paso bastante más arriba porque le hicimos todo un automatismo. Si apretás un botón se abren las puertas y el auto se maneja a control remoto”. No fue la única modificación. “En su momento estaba pintado de azul y ahora lo convencí de pintarlo todo dorado, que es el color moneda natural. No lo convencí de no ponerle a Messi... Lo que pasa es que el cliente siempre tiene la razón”, bromea Arbiza en la charla.
“Por lejos” la define como su obra más compleja. “El King Kong, por estar a una cuadra del mar, tiene las monedas pegadas sobre una base de fibra de vidrio. Pero en el auto las monedas no están pegadas sobre nada. Cada moneda está soldada con la moneda de al lado, y así sucesivamente. Son 100.000 monedas con medio millón de puntos de soldadura y no están pegadas sobre nada: cada moneda le da la forma”.
La popularidad del “Zonda Carpincho” –así llamado por el animal que se representa en las monedas de dos pesos– llegó en un período que define como “una locura” por la cantidad de trabajo: “En un momento tenía 15 proyectos en paralelo en el taller. Ahora estoy con cuatro o cinco cosas al mismo tiempo. Voy haciendo unos días una cosa, otros días otra. Necesitás un poquito el cambio de aire. Como es algo muy artístico, en un momento te metés mucho en un proyecto y capaz que te está quedando horrible y no te das cuenta”.
Arbiza también encontró cómo delegar la compleja tarea de exportar sus obras: “Como he mandado varias al exterior, conseguí una empresa que hace la logística y tengo un muy buen despachante de aduana, así que por suerte me desentiendo de todo. Sé que es complicado. Ahora acaba de llegar a Francia la escultura que hice de un oso de tres metros de alto, que está en un parque en las montañas, y los tipos la verdad que me solucionaron todo; por mi parte hubiera sido complicadísimo. En 2024 mandé a Francia, España y Estados Unidos dos veces. Ahora se va algo para Argentina, que increíblemente es más difícil de mandar que a cualquier otro país del mundo”.