En el marco del festival Un poco de belleza por favor –homenaje al actor y docente Levón que tuvo lugar en noviembre en el Solís y alrededores–, el director inglés Sean Holmes estuvo dando un taller sobre Shakespeare para el elenco de la Comedia Nacional. Holmes, director artístico asociado en el teatro y centro cultural Shakespeare’s Globe de Londres, recibió a la diaria en la casa de su coterráneo y colega Anthony Fletcher y de la diseñadora Claudia Sánchez. Ya había estado en nuestra ciudad en octubre de 2015 para dar un taller de dramaturgia y dirección junto a Simon Stephens en el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE).
¿Cómo recordás tu visita anterior a Montevideo?
Comimos mucha carne la primera noche y fue muy raro porque, en mi ignorancia, venir a América del Sur significaba sol y gente bailando en la calle. Pero salí de Londres con 13 grados, gris y lloviznando, y cuando llegué acá, había 13 grados y estaba gris y lloviznando. En realidad, ahora estoy mucho más acostumbrado a trabajar en otro país, con otra cultura teatral. Ahora voy principalmente a Tokio, que también es muy distinto a acá. La primera vez que vine con Simon el trabajo fue un taller con escritores. Fue más como una charla larga. En contraste, ahora trabajé con 30 personas de la Comedia, actores y actrices, es otro trabajo, explorando textos de Shakespeare. También ahora estoy investigando la ciudad solo, cuando estaba con Simon fuimos a todos los lugares juntos.
¿Cómo se da tu llegada a Montevideo en esta oportunidad y qué características tiene el taller?
Cuando vine hace nueve años, Gabriel Calderón era el director del INAE, ahí lo conocí. Hace tres años me habló para que dirigiera un espectáculo de la Comedia. Él era consciente de que sólo tenía tres años, entonces tenía un límite de tiempo. Yo estaba complicado; mi trabajo en el Globe es a tiempo completo, y si bien puedo trabajar afuera estaba yendo bastante a Tokio y era difícil encontrar el tiempo. También es difícil el aspecto económico. Así que a Gabriel le pareció que viniera a hacer algo sobre Shakespeare al mismo tiempo que el festival que está haciendo la Comedia. Es interesante el timing, porque mi trabajo con Shakespeare como director ha cambiado bastante en los últimos años con mi actividad en el Globe. Entonces personalmente tengo súper claro qué compartir con los actores en el taller, que es la forma muy shakespeariana de trabajar las contradicciones y el caos en el proceso de investigar qué le interesa al escritor, cuál es el mecanismo motor de la obra. En Inglaterra existe un Shakespeare vinculado con ideas imperialistas y colonialistas. Hay otro que está en las escuelas y en todos lados. Y también hay mucha gente a la que no le gusta y piensa que es muy difícil de entender. Pero también hay un Shakespeare artista de teatro, que vivió hace 400 años, que era un empresario teatral exitoso y actuaba en pequeños roles en sus obras. Ese tipo es el que es interesante. Es como un barco que tiene percebes [crustáceos que se adhieren al exterior] que no dejan ver el casco. Mi trabajo es sacarlos y que el barco se vea.
¿En qué consiste tu trabajo diario en el Globe?
Soy el director artístico asociado, trabajo para la directora artística, Michelle Terry, que es actriz, cuando es poco común que un actor o actriz ocupe ese lugar. Cuando asumió hablamos y pidió que yo apoyara su trabajo. Hago tres cosas básicamente: dirijo al menos dos obras al año, apoyo el trabajo de otros directores para “dar a luz” a algunos procesos y trabajo con Michelle en la programación, qué obras hacer y quiénes las van a dirigir.
Algo interesante del Globe es que no recibe subsidios estatales, por lo que tiene que vender muchas entradas. En los mejores momentos de la temporada se hacen 13 funciones por semana con capacidad para 1.400 personas por función. Estuve trabajando en Mucho ruido y pocas nueces, y para esa producción tenía que ganar tres millones y medio de libras. Hay que lograr que la obra sea popular a la vez que como artista también tenés que hacer algo en lo que creas y de lo que estés orgulloso.
También tengo que pensar en la forma más sencilla de organizar el trabajo de las obras que no dirijo. No porque los directores que vienen de afuera sean “difíciles”, sino porque el Globe es un espacio muy poco usual, que tiene particularidades y los actores están muy expuestos. Así que durante la producción de una obra el proceso para que nazca el espectáculo puede ser difícil.
Lo interesante como artista es el balance entre el imperativo comercial, porque está hablando de la realidad de financiar el espectáculo, junto con la necesidad de hacer obras artísticamente riesgosas. También es particular que el espacio en sí es un destino turístico y hay una gran tienda que la mayoría de los teatros no tienen. En los mejores momentos es muy emocionante esa combinación.
Shakespeare también precisaba llevar gente a sus obras.
Y al mismo tiempo hacer un trabajo artísticamente valioso, sí. Y te cuento algo: en las últimas obras que dirigí usé un vestuario más o menos isabelino, algo que nunca en mi vida pensé que iba a usar. Pero nadie ni en el Globe ni en otros teatros hace Shakespeare con ropa de época, se usan vestuarios modernos. Creo que es interesante, porque si las obras son comedias sociales, en las que aparece una sociedad estratificada en amo y sirviente, marido y esposa, rico y pobre, el vestuario isabelino dice quién sos. El vestuario muestra de forma muy clara la fisonomía de la estructura de clases y patriarcal. Y eso libera a los actores, porque no tienen que simular que estamos en un mundo de hace 400 años. El mundo visual y las reglas de ese mundo isabelino aparecen visualmente, pero el espíritu de los actores es como si recién bajaran del subte, y esa combinación es muy interesante.
Otra cosa interesante de Shakespeare, y también difícil, es que la estructura del verso está llena de pistas para el actor, y cuando te das cuenta de eso se pone re emocionante. En el taller con la Comedia yo les daba un parlamento de Noche de reyes y ellos lo decían en inglés. Todos estaban leyendo el texto usando la puntuación como momento de quiebre, y eso lo estaban haciendo los 34 actores de la Comedia. Me pareció que podía ser terrible, pero creo que funcionó muy bien porque se podía ver a los actores pensando “no sé qué estoy diciendo”, pero era muy claro el pensamiento del personaje.
Shakespeare es uno de los mejores dramaturgos de la historia, pero no lo vemos mucho porque no tenemos acceso a él y a la energía de su pensamiento; por eso lo vemos aburrido y lento. Lo que hace él es presentar comportamientos, antes de Freud. Y antes de que existiera la idea de director sus obras están llenas pistas técnicas en el verso para el actor. No son reglas ni leyes, pero es como que dice “probá esto”. El problema es que con las reescrituras al lenguaje moderno y las traducciones eso se pierde. Y lo que ha pasado es que algo del conocimiento técnico está en peligro de perderse. Como cuando se mueren los actores y los directores más viejos.
Cada vez más los actores hacen televisión y tienen micrófono. En el Globe no. Entonces mi trabajo tiene que tener algo de técnico de fútbol. El director tiene que entrenar a sus intérpretes y dirigir menos. Entrenarlos para que se pregunten qué hay adentro de esa obra y para que se animen a hacerlo. Es lo que hacen los mejores técnicos de fútbol. La estructura tiene que estar clara, pero adentro sos libre. Cuando funciona, el público puede “oler” que somos un equipo y que esa obra es “nuestra” obra, no del director o del autor, sino del equipo. Cuando funciona es mágico, y cuando no funciona te lo hacen saber.
¿Qué significa Shakespeare para vos?
Para mí Shakespeare presenta conductas y te obliga a buscar los motivos de esas conductas. Lo que más me gusta como público son los momentos en que me pregunto: ¿por qué hicieron eso? Creés verosímil algo que sucede, pero no sabés por qué creés en eso. Tiene que ver con la mezcla de orden y caos, que es el mejor teatro para mí. Ves un cuadro, pero adentro hay un lío, porque somos seres caóticos. Creo que por no ver eso el teatro malo es tan malo. Porque si te parás en el balcón durante una hora y ves gente pasar es más interesante que muchas obras de teatro. A veces vas al teatro y todo bien, todo el mundo tiene talento, pero es como mirar un partido de golf, y no me interesa el golf.
Hay algo sobre la dramaturgia de los ingleses que es interesante viniendo de una cultura que muchas veces es vista como rígida, carente de emociones, práctica. Las obras inglesas tienen bastante desorden en la forma de construcción, y humor y tragedia juntos. La tragedia griega o la comedia tenían sólo un aspecto, pero si ves El rey Lear hay momentos muy graciosos, y por supuesto eso lo hace más trágico aún. Las obras inglesas tienen ese doble aspecto.
El teatro estadounidense es más comercial, tiene que venderse. El teatro europeo tiene subsidios. Nosotros estamos en el medio. La realeza subsidia algo, siempre lo ha hecho, pero siempre fue un teatro popular. Cuando Shakespeare hacía sus obras, había 3.000 personas en cada función en una ciudad de medio millón de habitantes. Entonces tenía que atraparlos, darles peleas, chistes. Y de repente en el acto III hay una charla compleja, metafísica. Y después el acto IV es como una película con muchas escenas cortas. Podía ser popular y muy complejo a la vez. Y para terminar con esta pregunta tan “simple”, estar sentado en la imaginación de Shakespeare es una muy buena forma de pasar seis o siete semanas de tu vida.