El Picadero tiene su sede en Capurro, en uno de los galpones donde antes funcionaba la fábrica La Aurora, en Uruguayana 3836, un lugar que la Intendencia de Montevideo y el Municipio C le ceden en comodato. Pero no siempre funcionó allí: desde su formación hasta 2012 estuvieron en otro galpón –un depósito de autos abandonado al que llegaron por intermedio de un amigo– en Agraciada y San Fructuoso, más cerca del centro de la ciudad. Ese cambió significó algo más que una mudanza: implicó también una mirada diferente a su trabajo, en diálogo con la comunidad en la que habría de insertarse.

“No es casualidad estar ahí. Cuando llegamos a ese lugar fue muy duro porque estamos alejados, en la periferia, las varietés ya no eran lo mismo, las clases no eran lo mismo porque, al mismo tiempo, empezaban a aparecer otros galpones y otros espacios. Fue un renacimiento: había que encontrar una nueva forma y así surgió una veta mucho más comunitaria, de abrirse al barrio. Con el tiempo, ahí se formó un polo cultural muy interesante. Nosotros fuimos los primeros en llegar, pero ahora abajo hay un centro juvenil, al costado, en otra nave, está la escola de samba Unidos do Norte, y tenemos que convivir. Los gurises del centro juvenil suben y participan en las clases. Ahí se empezó a desarrollar otra forma que tiene más que ver con el circo social, con lo comunitario”, contó a la diaria Virginia Caputti, una de las fundadoras.

Por otra parte, destacó sobre la trayectoria del espacio: “El Picadero ha visto crecer a muchas generaciones, muchos artistas que hoy están triunfando y andan volando por el mundo. Es muy emocionante, cuando te ponés a mirar para atrás, todo lo que pasó en este tiempo y lo que hemos ido logrando. Eso es lo que queremos: celebrarnos, celebrar con nuestra familia y mostrarle a Montevideo, a Uruguay, a la cultura que el circo existe en Uruguay y que existe porque hay un montón de gente rara que quiere divertirse y hacer de la vida un circo”.

Variette 2009. Foto: Gabriel Rousserie, difusión.

Variette 2009. Foto: Gabriel Rousserie, difusión.

Un festejo para compartir la memoria

Para celebrar eligieron, por supuesto, compartir un espectáculo, que estará centrado en la historia de la compañía y en todo el camino transitado en estas dos décadas de existencia. Al ser una experiencia pionera en el rubro, debió crear cosas que no existían, inventar un espacio para alojar a una escena que se encontraba desperdigada. “Este espectáculo es apto para todo público, aunque no está dirigido específicamente a las infancias. Sí están cuidadas y la van a pasar muy bien. Es una apuesta a la memoria, a contar un montón de cosas que tenemos para decir”, definió Caputti. En cuanto a las localidades, destacó: “Nosotras no trabajamos con entradas, sino a la gorra. Es una decisión política porque creemos que se habla mucho de la democratización de la cultura, pero si vos cobrás una entrada 500 pesos, de 2.000 pesos, no todo el mundo puede acceder. Nos ha ido bien de esa forma: la gente termina entendiendo que la gorra no significa poner lo que te sobra, sino lo que podés, y capaz que podés más que lo que vale la entrada, y de hecho hay gente que pone más”.

Sobre el contenido del espectáculo, agregó: “La idea es contar nuestra historia, porque después de 20 años han pasado un montón de cosas y ese camino es algo digno de ser contado. Una parte del espectáculo habla justamente de ese no poder recordar cuándo fue exactamente que empezó El Picadero. Surge a partir de un montón de cosas que pasaron antes, porque había un montón de gente que se había empezado a encontrar y que venía de otros lugares en aquel Montevideo fermental de los 90: de Amarillo, de la llegada de [el barco francés] Cargo 92 y de Mano Negra, de Los Juglares de Parque Batlle, de Polizonteatro, del teatro de calle, de los desfiles de la primavera. Todas las que formamos El Picadero venimos de todos esos mundos, de un espacio diverso”.

El Picadero: 20 años toma como inspiración la historia de la compañía a través de la memoria subjetiva de quienes formaron y forman parte del colectivo: el humor, el universo poético y delirante del circo. Caputti enfatizó la memoria como elemento fundamental, así como la posibilidad de encontrarse con la comunidad circense y con todos quienes tienen y han tenido que ver con el espacio.

Foto del artículo 'El circo El Picadero cumple 20 años'

Que 20 años no es nada

Desde su nacimiento en 2005, El Picadero ha marcado un hito en la escena cultural nacional y regional y se consolidó como un laboratorio vivo donde se han forjado nuevos lenguajes y vínculos artísticos y comunitarios. Durante estos 20 años ha sido un referente que contribuyó al resurgimiento del circo en el país y promovió una oferta cultural accesible y descentralizada en la zona oeste de Montevideo.

Sobre el contexto en el que transcurrió esta historia, relató Caputti: “En los años 70 hubo una fuerte retracción multicausal del circo. Tuvo que ver con la expansión de las industrias de masas, con las dictaduras militares, con el crecimiento de las ciudades. El circo se fue quedando relegado, ya no podía estar en su espacio por naturaleza, que era la calle. Pero muy antiguamente el circo criollo no era en carpa sino en galpones, así que un poco es como volver a lo que había sido antes. El circo de hoy tiene mucho del tradicional, porque prácticamente se hace en ambientes en los que somos familia, ya no familia de sangre, pero mantiene esa idiosincrasia que tiene mucho que ver con el hacer juntas, con el colectivo. Un arte que ha sido menospreciado en cuanto a lo artístico, al que se ha nombrado como un arte menor, en pocos años logró crecer muchísimo, ha tenido un desarrollo exponencial: El Picadero en 2014 hizo su primer Festival Internacional de Circo, al que fueron 5.000 personas, y en la edición de 2018 fueron 20.000”.

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Cuando se creó el espacio, en 2005, “se consiguió un galpón arruinado, viejo, lleno de autos abandonados”. “En ese momento los Bosquimanos también estaban buscando un lugar de taller y donde ensayar. Compartimos el galpón con ellos hasta 2012, cuando nos dieron el desalojo porque ahí iban a hacer un emprendimiento. Ahí fue donde empezaron a funcionar los talleres, empezó a crecer y aparecieron las varietés de circo. No inventamos nada, por supuesto, eso existía en el mundo, pero en Uruguay no”, contó. Al principio no tenían nombre, eran simplemente “el galpón”, pero en 2007 se dieron cuenta de que el crecimiento hacía imprescindible nombrarlo para evitar confusiones y tomaron esa palabra que designa “la pista redonda donde pican los caballos” y que remite a los orígenes, cuando los circos eran ecuestres. El propio acto de bautismo puede entenderse como una declaración de principios: remarca la intención de unir la tradición circense con los nuevos lenguajes. “El circo es uno”, resumió Caputti.

Con respecto a la comunidad que nuclea El Picadero, comentó: “La integración ha cambiado mucho. Tiene un núcleo de gestión de aproximadamente 20 personas, y un núcleo más expandido. Todas las personas que han sido parte, que fueron fundadoras, a las que la vida ha ido llevando por distintos lugares, se siguen acercando, y para este momento una de las cosas que quisimos hacer fue recuperar esa memoria colectiva. Hicimos varias jornadas en las que la idea era que pudiera venir toda la gente que ya no está tan cerca o que ni siquiera está en el país. Porque también el circo viaja mucho, la gente se mueve mucho. Eso fue muy emotivo, porque nos empezamos a dar cuenta de cómo el circo nos ha marcado la vida, la forma de estar en mundo. Nos encontramos porque éramos personas raras que hacíamos cosas raras, pero después nos seguimos eligiendo”.

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Un espacio abierto al barrio

La noticia de que debían dejar el primer galpón, el de Agraciada y San Fructuoso, les cayó en un momento de gran crecimiento, cuando empezaban a conseguir aquello con lo que tanto habían soñado. La mudanza significó un replanteo en cuanto a los objetivos y al trabajo mismo del circo. Y ese movimiento trajo también una intensificación del vínculo con los niños, niñas y adolescentes. “El Picadero tiene un contingente de infancias y familia muy grande, creo que es lo más fuerte en esta nueva etapa en la zona oeste y en lo comunitario: el semillero, como lo llamamos nosotras. Hay muchos grupos: el Cirkito, el Cirkete, el Cirkote, Los Colgantes, Las Hormiguitas… Explotan las infancias y las niñeces. Todos esos grupos están a tope”, contó Caputti.

Destacó asimismo la formación de El Pica Joven, un espacio de gestión en el que participan los más chicos: “Ellos siempre están, colaboran, buscan sus espacios”, resumió, y subrayó: “Para nosotras es súper importante que eso pase. Nuestra forma de entender el circo es eso: cómo a nosotras mismas nos ha transformado la vida. La experiencia del circo en Casabó, en toda la zona oeste, ha sido muy rica porque nos permitió llegar a otra gente”. Sobre la potencia de ese trabajo con los más jóvenes de la comunidad, señaló: “Si alguien es capaz de hacer un triple salto mortal, ¿cómo no va a ser capaz de terminar el liceo? El circo empodera, fortalece la autoestima, las habilidades blandas, el relacionamiento, la construcción colectiva, cosas que son necesarias hoy. Apostamos mucho a eso, es lo que tenemos para hacer más importante en este momento. La zona en la que estamos es un lugar donde hay mucho para hacer, y el circo tiene mucho para aportar a esa comunidad para crecer juntos”.

El Picadero 20 años. Sábado 4 y domingo 5 a las 20.00. Sigue el 24 y 26 de octubre y 1°, 2, 16, 23, 29 y 30 de noviembre. En El Picadero (Uruguayana 3836). Apta para todo público (se sugiere +12 años). Entrada a la gorra (precio sugerido: $ 400). Reserva previa en 3030producciones.com/reservaspicadero o por Whatsapp al 091 993 281.