Su cédula dice que nació en enero de 1945 en Londres, por lo que Roderick David Stewart tiene 80 años, y si bien estrictamente es inglés, viene de familia escocesa. Ferviente futbolero, siempre le tiró el Celtic de Glasgow y también el United, aunque sea un cuadro de Manchester, por eso menciona a ambos equipos de fútbol en su canción “You're in My Heart (The Final Acclaim)”. En 1964, cuando todavía ni llegaba a los 20 años, Rod Stewart sacó su primer single, una versión del acústico blues de preguerra –la segunda– “Good Morning Little School Girl”, en la que todavía se notaba cierto candor juvenil en su gola.

Seis décadas después, el blondo cantante, de voz aguardentosa y guardarropa brilloso, entusiasta del rock sin sutilezas y propenso a las baladas sentimentales –ya sean folk o soul–, sigue haciendo de las suyas, y este viernes se presentará por tercera vez en el estadio Centenario. La primera fue en 1989, cuando por acá no venía ni el loro –ni la lora–, y se despachó con una veintena de canciones, incluidas algunas versiones –que siempre le entusiasmaron grabar– como “The First Cut Is the Deepest”, de Cat Stevens. Su segunda visita fue en febrero de 2014, 25 años después, cuando ya había venido Paul McCartney y empezó a ser normal que los popes del rock visitaran Montevideo. Este viernes a las 21.00 Stewart se presentará de vuelta en el Centenario. Será su tercera visita y promete ser la vencida, ya que es en el marco del tour One last time (“una última vez”).

Caras y caretas

Pero volvamos a sus orígenes: luego de vagar por un par de bandas ignotas, la cosa se puso seria cuando junto con Jeff Beck –uno de los guitarristas más geniales y expresivos del rock inglés–, Ronnie Wood (en bajo) y un par de músicos más dieron sonido a The Jeff Beck Group. La banda parió dos discos con el rubio como vocalista, Truth (1968) y Beck-Ola (1969), que no son de esos que se escucharon en todos lados pero sí sólidos trabajos de denso rock, con un pesado empuje blusero, que influenció a algunos músicos que luego fueron más que relevantes –empezando por Jimmy Page, un invitado del primer disco, que al poco rato formó Led Zeppelin–.

Ahí ya estaba el Stewart berreante de voz rasposa, como lo muestra en la versión del clásico blues “You Shook Me” o en “Let Me Love You”. Pero fue en “Spanish Boots”, del segundo disco, donde el cantante mostró su pasta de campeón, impulsado por los afilados punteos de Beck y el bombardero bajo de Wood.

Así y todo, Wood y Stewart se fueron del grupo y formaron The Faces, banda integrada por músicos salidos de Small Faces. El resultado fue, en música y en pinta, como unos Rolling Stones de Temu –IVA incluido–, si se permite el anacronismo. Sacaron cuatro discos, alguno bastante bueno, como A Nod Is As Good As a Wink... to a Blind Horse (1971), que marcaba la obsesión por el boogie rock cuadrado desde el arranque, con “Miss Judy's Farm”, pero fue “Stay With Me”, compuesta junto con Wood –que ya había dejado el bajo por la guitarra–, la que se convirtió en hit y en una de las infaltables en los conciertos de Stewart, ya sea solo o bien acompañado.

Salió la foto

En paralelo a The Faces, Stewart empezó a cortarse solo porque, evidentemente, precisaba algo más que su banda. En 1971 lanzó su tercer álbum, Every Picture Tells a Story, que fue un éxito en las listas y sigue siendo su mejor material. Allí fortaleció su gusto por meterse en las raíces de la música anglosajona, con canciones como la tierna “Mandolin Wind”, de aires country, o la famosa “Maggie May”, un folk rock con todas las letras, y melodías. También dio lugar a alguna versión, como siempre, incluida la amarga “Tomorrow is a Long Time”, de Bob Dylan.

En 1973 The Faces sacó su último disco y luego se separó. Wood se fue con los Stones verdaderos –y ahí sigue–, y Stewart se dedicó a editar discos a placer, con resultados artísticos dispares. En 1977, mientras en Inglaterra los Sex Pistols gritaban que no había (¿hay?) futuro y los Clash cantaban que las oportunidades laborales son las que nunca te llegan, Stewart abría su nuevo disco con una oda a las “piernas calientes”, el pegadizo boogie rock “Hot Legs”, que exuda sexo y cerveza stout por cada compás y te hace olvidar de los problemas inherentes a la clase obrera.

Pero, además del punk, a fines de los 70 también se sentía la fiebre disco. En 1978 Stewart editó Blondes Have More Fun (“las rubias se divierten más”), en cuya tapa aparece abrazando a una morocha –vaya paradoja– aleopardada; una portada digna de esos discos de hits veraniegos que se amontonaban en la sección de saldos. Pero de ese álbum salió el que quizás sea su hit más grande –en Spotify es su canción más escuchada–, “Da Ya Think I'm Sexy?”, el enfoque de música disco del rubio.

En los 80 pasó por las bajadas que tuvieron todos los músicos de rock forjados en los 60. En 1993, Stewart, que nunca dejó pasar una, se sumó a la moda noventera por excelencia –después del neoliberalismo–: grabar un unplugged para la cadena MTV. Junto con una banda que incluía a su compinche de todas las horas –hasta en peinado– Wood se mandó un disco que resultó un gran compendio de todas sus facetas, desde las rockeras hasta las más tranquilas, casi de crooner, con grandes interpretaciones de canciones como “Have I Told You Lately”, de Van Morrison, y “Tom Traubert's Blues”, de Tom Waits, con melosos arreglos de cuerdas incluidos. Es un álbum que, al igual que el recital de este viernes, será de todo menos aburrido.

Rod Stewart, One Last Time. Viernes 17 a las 21.00 en el estadio Centenario. Entradas desde $ 2.00 a $ 18.000 en Red UTS.