El trío Yo La Tengo, emblema del indie estadounidense de los 90, vuelve a nuestro país con su mezcla de melodías perfectas, ambientes fantasmales, emotividad y distorsión. Georgia Hubley e Ira Kaplan (pareja desde los comienzos de la banda) más James McNew vendrán a presentar su álbum This Stupid World, en el que aún exhiben su riqueza compositiva, con canciones frágiles y crepusculares como “Aselestine” y “Miles Away”.

Yo La Tengo es una banda que cuenta el amor de mil maneras, capaz de crear melodías infalibles y enterrarlas en capas de ruido, con canciones que parecen flotar y otras donde imperan la furia y la electricidad. Siempre habrá injusticias al armar una selección de una obra que se acerca a los 40 años. Por lo tanto, la lista que sigue es caprichosa y se centra en los discos que más me obsesionaron y a los que vuelvo. Dejé de lado versiones espléndidas de temas de John Cale, Daniel Johnston o Big Star para quedarme con sus composiciones originales. En cambio, se cuelan canciones que te recomendó alguien que querés, musicalizaron unas vacaciones, escuchaste en repeat durante semanas o meses o parecen hablar de un momento exacto de tu vida.

Las elegidas

“Nowhere Near” es muy representativa de su manejo de las atmósferas y de la suma delicada de instrumentos para crear un todo complejo. Con más de seis minutos de duración, tiene un in crescendo que comienza con el teclado y un bajo de sonido repetitivo y circular, que remite a la serie Twin Peaks. Lo que podría considerarse un estribillo llega recién en la segunda mitad, donde toma más ritmo, suciedad y disonancia, para después volver a la calma. Una canción melancólica, con la voz suave y la letra mínima, pero que logra condensar sensaciones amargas de inseguridad, vergüenza y desconexión. La música dice lo que las palabras sugieren.

“Our Way to Fall” muestra su lado más romántico sin llegar a lo cursi o, aún peor, paloma. El foco está en la memoria y en cómo recordamos nuestros amores: una mirada, una canción, un collar. También en cómo contamos historias personales y lo que las hace únicas para nosotros. La repetición de ciertas palabras es como un ancla que le otorga ritmo, sentido y progresión a la historia. Las voces son sutiles, sin piruetas excesivas; es el teclado, con notas que se alargan, el que carga de emotividad. Hay cierta ambigüedad y ambivalencia, huecos, conexiones que faltan en la letra, algo típico en la banda, que se puede encontrar incluso en el título del tema, con varias interpretaciones posibles. Una canción brillante.

“Did I Tell You” es folk, clásica, sin tanta experimentación con el sonido como en temas de otros discos. Una canción agradable, que va en sintonía con el resto de Fakebook (1990), el segundo álbum que la incluye junto a covers como “Yellow Sarong”, del grupo The Scene Is Now, o la ultra conocida “Here Comes My Baby”, de Cat Stevens. Un sonido que transmite esperanza y entusiasmo. Romántica, dulce y pegadiza.

“From a Motel 6” atrapa con un memorable riff de guitarra que se deshilacha para luego convertirse en un solo velvetiano. Una canción que oscila entre la potencia y la calma, con voces que susurran y un sonido áspero. La letra, otra más sobre vínculos que parecen fallar, tiene una imaginería muy estadounidense: moteles, películas clase B, la CNN, estática en la televisión.

“Deeper Into Movies” aparece en I Can Hear the Heart Beating as One (1997). Es un tema cargado de reverb, intenso, eufórico, con un gran solo y una letra enigmática que apenas se escucha y que puede referir o no a la infancia, a la ciencia ficción, a la fascinación con el espacio. En Stuff Like That There (2015) suena mucho más etérea. Allí la energía contenida se transforma en un lugar para sumergirse y las voces se lucen como un coro fantasmal que sintoniza a la perfección con las imágenes de la letra. Un comentario en Youtube la resume bien y puede aplicar a varias de la banda: “Si se vuelven más ligeros, van a evaporarse, desaparecer”.

“Big Day Coming” tiene al teclado como protagonista, con un sonido que remite a los 70 y una melodía que recorre escasas notas. La voz parece estar contando un secreto, pero resulta expresiva en su discreción. La canción suena como una ciudad que despierta. Es hipnótica, prima lo repetitivo, avanza lento y te lleva de la mano mientras agrega capas de distorsión. Hay aquí más referencias claras a la cultura pop, intercaladas con frases misteriosas y un elogio a la paciencia. Tiene una segunda versión más rápida y ruidosa, pero la que abre el disco Painful (1993) es perfecta. Otro de esos temas que son más una atmósfera, una sensación.

“Moby Octopad” es delicada y está llena de pequeños sonidos. Ningún instrumento está por encima del otro; todos forman un conjunto armónico. El bajo es excelente, pero se suman lo que suena como un tren que pasa, un piano que parece recorrer la canción a hurtadillas, múltiples voces que armonizan y hasta un sample de Burt Bacharach. La letra va de escenas románticas –como saben crear muy bien– hasta descripciones precisas de un juego de béisbol, sin que nada desentone.

“Sugarcube” es veloz y muestra ese equilibrio entre ruido y melodías efectivas que dominan con maestría. La guitarra suena rabiosa y expresa una letra donde hay romance, pero también enojo, imágenes oscuras, dinámicas conflictivas, frustración, cosas que cambiar. El videoclip se burla de su perfil indie y de los estereotipos del rock, ironizando desde una canción bastante rockera que suma fichas a esa imagen que suelen generar en el público: la de que son unos tipazos.

“Tom Courtenay” tiene un arranque que sacude, una voz expresiva, una batería insistente y un coro lleno de dinamismo que la vuelven de las más memorables del disco Electr-O-Pura (1995), otro de esos en los que se meten a probar los límites del ruido. Hay ecos de películas, íconos de los 60 y guiños pop que funcionan como un collage, retomando ese contrapunto entre frases vagas y referencias concretas. Más que nostalgia, lo que transmite es deseo: el de perderse un rato del mundo y zambullirse en una fantasía.

“I’ll Be Around” tal vez sea una de sus canciones más accesibles. El sonido ya logra transmitir una tristeza honda antes de que Ira Kaplan comience a cantar. La guitarra arpegiada, estilo Nick Drake, que parece tropezar en el estribillo, es la que marca su perfil. Tiene un video muy raro, en el que aparece Mac McCaughan, de la gloriosa banda Superchunk, e incluye letras de otras canciones en pantalla, recetas y un arresto. Un ejemplo de que incluso en su forma más despojada consiguen emocionar. De esas canciones que te cambian el estado de ánimo.

Yo La Tengo. Martes 4 de noviembre a las 21.00 en Sala del Museo del Carnaval. $ 2.900 en Redtickets.