Tom Stoppard, dramaturgo y guionista británico nacido como Tomáš Sträussler en la antigua Checoslovaquia, murió el sábado rodeado de su familia en su hogar de Dorset, Inglaterra. Su muerte fue confirmada por la agencia de talentos United Agents, quien despidió a su “querido cliente y amigo” señalando que “será recordado por sus trabajos, por la brillantez y la humanidad de estos, y por su ingenio, su irreverencia, su generosidad de espíritu y su profundo amor por el idioma inglés”. Tenía 88 años.
Desde el rey Carlos III a Mick Jagger se conmovieron por la muerte. El monarca del Reino Unido, junto a la reina Camila, lo definió como “uno de nuestros más grandes escritores”. “Un querido amigo que se tomaba su genialidad a la ligera, que podía, y lo hacía, dirigir su pluma hacia cualquier tema, desafiando, conmoviendo e inspirando a su público”, agregó la pareja real. El cantante de los Rolling Stones, por su parte, escribió: “Era mi dramaturgo favorito. Nos deja una obra majestuosa, intelectual y divertida. Siempre lo voy a extrañar”.
Stoppard deja un legado de más de treinta obras de teatro, cinco de las cuales ganaron el prestigioso premio Tony a la Mejor obra representada en el circuito de Broadway. Su primer trofeo fue por Rosencrantz y Guildenstern han muerto, estrenada en 1966, que narraba las acciones de Hamlet, de William Shakespeare, desde el punto de vista de los dos personajes secundarios del título. Gracias a esta obra, Stoppard se convirtió en el dramaturgo más joven en ser representado en el Royal National Theatre de Londres.
Repetiría premio Tony por Travesties (estrenada en 1974), The Real Thing (1982), la trilogía The Coast of Utopia (2002) y Leopoldstadt (2020), su última obra, que se estrenó en Londres en enero de 2020. También fueron nominadas al premio más importante del teatro en Estados Unidos Arcadia (1993), The Invention of Love (1997) y Rock 'n' Roll (2006).
Arcadia tuvo una versión local: en 2015 la Comedia Nacional la representócon dirección de Jorge Denevi. “Fue la pieza que lo consagró como dramaturgo filosófico, además de exitoso”, escribió Georgina Torello en su momento en la diaria(https://ladiaria.com.uy/articulo/2015/5/dont-stoppard-the-quest/). “Si Stoppard se pierde en disquisiciones pormenorizadas de personajes pasados y presentes sobre filosofía, literatura, matemática, paisajismo, historia, arquitectura (uso que le valió, en más de una ocasión, el epíteto de presuntuoso), es indudable que el dramaturgo opera un reposicionamiento, sutil y raro en el teatro contemporáneo, de motivaciones y estímulos”, agregó.
Stoppard se consideraba “un escritor de teatro que a veces hacía otras cosas”. Entre ellas podría contarse sus trabajos para Hollywood. Junto a Marc Norman recibió el Oscar al Mejor guion original por la película Shakespeare apasionado (John Madden, 1998), donde volvió a ampliar el universo del Bardo, esta vez en su supuesta vida real. La historia presentaba un amorío ficticio entre William y Viola de Lesseps, la hija de un poderoso mercader, mientras él sufría de bloqueo creativo durante la escritura de lo que finalmente sería Romeo y Julieta.
En diálogo con Los Angeles Times en 1998, Stoppard explicaba que le resultó sencillo jugar con Shakespeare porque el hielo lo había roto su coguionista. “Él inventó esta historia encantadora, así que fue mucho más fácil ignorar lo que la posteridad hizo con él y tratarlo como un joven. Lo abrumador hubiera sido intentar escribirlo como existe en el imaginario popular. Sería tan especial que no sabría por dónde empezar”.
Otros trabajos destacados en la industria del cine fueron Brazil (Terry Gilliam, 1985), por el que recibió una nominación al Oscar y El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987). Pero también tuvo participaciones fundamentales en la revisión de los guiones de Indiana Jones y la última Cruzada (Steven Spielberg, 1989) y Star Wars: Episodio III - La venganza de los Sith (George Lucas, 2005).
Stoppard, o más bien, Sträussler, había nacido en la ciudad de Zlin en 1937, pero dos años más tarde su familia se mudó a Singapur para escapar de los nazis. Cuando los japoneses invadieron ese país, tres años más tarde, viajó primero a Australia y luego a la India, hasta que en 1946 se mudó a Inglaterra con su madre y el nuevo esposo de ella, Kenneth Stoppard, quien le dio el apellido.
A los 17 años dejó el colegio para convertirse en periodista y crítico de teatro, y durante toda su carrera evitó primero las máquinas de escribir y luego las computadoras, inclinándose en los últimos años por una pluma fuente de plata de la marca Caran d’Ache. Jacky Matthews, su asistente personal durante más de cuatro décadas, era quien posteriormente las mecanografiaba o tipeaba, con reescrituras que Stoppard entregaba (lógicamente) a mano.
“Después de treinta años me estuve preguntando si ella pensaría que las obras son buenas”, dijo a Vanity Fair en 2014. “Hace una década, a regañadientes, empezó a hacer comentarios positivos de vez en cuando, y eso me animó enormemente”.