A fines de 1994, en México, se produjo una crisis económica conocida globalmente como “efecto tequila”, que devaluó el peso y llevó a que Estados Unidos aprobara una línea de crédito de 20.000 millones de dólares para garantizar que el país vecino cumpliera con sus obligaciones financieras. Los ciclos de la historia son cada vez más cortos.
Entre los coletazos del “tequilazo” estuvo, en setiembre del año siguiente, la formación de Molotov, que desde entonces ha combinado elementos del rock y el hip hop con letras en español e inglés que se han convertido en himnos de protesta.
Explotaron en la escena latinoamericana en pleno auge de MTV con el disco ¿Dónde jugarán las niñas? (1997), con hits que todavía siguen sonando, como “Voto latino” o “Gimme tha power”, y el polémico “Puto”. Luego llegarían otros seis álbumes, hasta la salida de Sólo D’Lira en 2023. Por allí aparecieron temas como “Frijolero”, “Hit me” y “Amateur”.
En enero de este año la banda comenzó una gira por su 30° aniversario con la presentación en el festival Bum Bum de Córdoba, y desde entonces no se ha detenido. Además de Argentina, se han presentado en Bolivia, Costa Rica, México, Colombia, Ecuador y Estados Unidos, sin mencionar un nutrido recorrido europeo. Y está previsto que sigan girando al menos hasta marzo del año que viene.
“Este es un año muy especial para nosotros. Tres décadas no son fáciles de lograr, pero hemos aguantado vara gracias a ustedes. Nos llena de emoción anunciar esta gira mundial para celebrar con todos los que nos han apoyado desde el principio”, escribieron a propósito del festejo internacional.
Los uruguayos tendremos la oportunidad de ser parte de la fiesta del “Molotov TXXXR 30 aniversario” este martes cuando se presenten, a las 21.00, en Sala del Museo (Rambla 25 de Agosto y Maciel), con entradas agotadas desde hace casi un mes.
Tito y sus Molotov
Con una formación estable desde 1996 (Micky Huidobro, Paco Ayala, Randy Ebright y Tito Fuentes), Molotov tuvo que hacer un cambio obligado para sus presentaciones de 2025. Fuentes, guitarrista principal, explicó en marzo que se tomaba una pausa por razones de salud. “Estoy en un proceso de rehabilitación tanto física como mental, que me ha orillado a ausentarme de los escenarios en los últimos conciertos de Molotov. Poniendo mi salud como prioridad, he decidido no regresar a tocar hasta estar al 100%”, escribió en las redes sociales de la banda.
“Mientras tanto, como una etapa de transición, estará con mis compañeros en el escenario Jay de la Cueva. No sólo es un musicazo y gran amigo, sino que es uno de los miembros fundadores de la banda”, agregó. “Espero regresar pronto, y gracias siempre”.
Más tarde, en conversación con Playboy de México, daría más datos sobre lo que le ocurre. “Fue mucho rock and roll, mucho descuido, ¿no? Al final, una consecuencia de mis actos. Llevaba 30 años en el acelere, casi desde la prepa, sin cuidarme físicamente ni mentalmente. Caí en adicción, alcoholismo, un montón de cosas muy destructivas, por no saber hablarlas o tener tiempo de aterrizarlas”.
“Cuando me pasó eso, entré en una autodestrucción silenciosa y me fui haciendo pedazos. Al final me tuve que someter a cirugías... y ya llevo 11. Me hice una perforación en la cara, mucha destrucción. Y decidí frenar, cuidarme y dejarlo todo a un lado, dejando la banda, dejando la música”.
En esa misma charla explicó que viene de una generación en la que los hombres no iban a terapia. “No nos enseñaron ni madres, cabrón, ni a cuidarnos ni a respetarnos, ni a hablar de emociones. Esto es en parte por no hablar de mis emociones. Con mis jefes ni siquiera hablé de que estaba triste o de que me rompieron el corazón. No se hablaba. La sociedad mexicana sí ha sido muy macha”.
“Es muy raro. Yo empiezo terapia a los 38, hace no mucho. Nunca en la vida hice terapia y ahí encontré ¡no mames! Todo era cuestión de hablarlo, de la palabra. Empalabrar emociones, se le dice. Se convirtió en un salvavidas. Ir a terapia fue conocer el psicoanálisis... el conductual. Cada quien tendrá su manera de sacar las cosas hablando, pero a mí, en lo personal, la terapia me salvó la vida”.
Agregó que ahora dejó hasta el azúcar. “Antes no podía dejar de comer una paletita, un chicle, todo eso que llaman sugar shots, porque es muy de adicto comer dulces. En el hospital, en la última intervención, algo salió mal y me mandaron tres días a coma inducido, a dormir. O sea, estuve muerto dos días y medio, casi tres. Y ahí fue que algo cambió en mí. Desperté y dije: bueno, ya, a cuidarse”.