La creación de Fundación y Archivo Aharonián Paraskevaídis (FAAP) no fue una idea póstuma de un despierto externo. Sin ninguna sorpresa de sus más allegados, los docentes, músicos e investigadores Graciela Paraskevaídis (Buenos Aires, 1940-Montevideo, 2017) y Coriún Aharonián (Montevideo, 1940-2017) previeron un camino viable para conservar y no discontinuar la disponibilidad de los materiales del archivo musical y cultural que hoy sigue funcionando en un apartamento del Parque Posadas.
“Si acá hay una persona responsable, esa no soy yo”, bromea Nairí Aharonián Paraskevaídis, hija de la pareja de investigadores y actual presidenta de la FAAP, al comienzo de esta charla con la diaria, y en complicidad con la música, docente y colaboradora del archivo Viviana Ruiz.
Cerca de las 12.00 el sol produce una iluminación ideal sobre unas repisas ocupadas con auriculares, parlantes, tocadiscos, una radio portátil muy antigua, micrófonos y decenas de cables. En el monitor de la computadora puede verse el inicio de una de las Historias del archivo Aharonián Paraskevaídis, protagonizada por Fernando Cabrera, y al alcance de curiosos y entendidos en su canal de Youtube.
En otra habitación cada quien podrá detenerse, según gusto e historia personal, entre grandes cantidades de libros, revistas, discos, y cajas llenas de papeles. Yo descubro la discografía completa de Rubén Olivera y me llaman la atención los libros sobre Beethoven, pregunto por material de Sylvia Meyer, “hay una carpeta de ella”, responde Nairí, desde la cocina donde prepara un café.
“Siempre que iba a algún lado, él te pedía que le trajeras algo”, la escucho. “De mis idas al estadio a ver a Peñarol le traje un montón de cornetas”, comenta sobre alguno de los objetos menos solemnes de la colección.
Ahora mismo, el FAAP ofrece un recorrido en 360 grados, al que se puede acceder a través de su página web y que incluye la posibilidad de detenerse, con un clic, en afiches de conciertos, manuscritos y grabaciones de poca o nula difusión previa. Por ejemplo: “Entrar al escenario por lugares distintos durante el primer sonido y encontrarse frente a frente en el centro del escenario al atacar a la vez siguiente. Aspirar y espirar aire irregularmente, generando otro sonido, y prologarlo todo lo posible, independiente uno del otro”, puede leerse en un apunte de Paraskevaídis, incluido en la partitura de su obra para dos percusionistas “Es hora”.
¿Cuál es la propuesta de esta nueva modalidad que permite visitar el archivo a través de su web?
Nairí: La idea es que la gente se pueda imaginar qué es un archivo musical y qué cosas puede encontrar, con la particularidad de que se trata de un archivo construido a partir de la vida cotidiana de quienes lo armaron. Es decir, no surgió de un proyecto institucional, y terminó siendo un archivo porque antes era un montón de materiales que usaban Coriún y Graciela para su trabajo cotidiano, sus clases, sus investigaciones, para su diálogo con otros investigadores y otros músicos.
Viviana: La visita virtual busca reflejar la vivencia de estar por acá y navegar por este lugar. Como nos pasa a nosotras, quienes fueron alumnos de Coriún y Graciela, y otras personas, nos han transmitido una sensación muy similar de lo que significa estar en este lugar: convivir con las cajas, saber que en cada recoveco hay algo; cosas que en cuestiones más archivísticas de descripción, como cuadros clasificatorios o descripciones de inventario, quedan por fuera. Esta visita 360 nos permite brindar otra perspectiva para aquellos interesados en conocer más del archivo.
Nairí: Actualmente estamos describiendo e inventariando el propio archivo, lo que nos permite profundizar en los aspectos formales, pero a su vez quisimos habilitar esta mirada que nos parece divertida.
¿Cómo dirían que es el vínculo de cada una de ustedes con este lugar?
Nairí: Yo me crie acá adentro, así que tengo un vínculo cercanísimo. Jugué con los tocadiscos, con los revox (artefactos de grabación de bobina abierta), pegando pedacitos de cinta, jugando a que hacía obras electroacústicas. Con los discos que están acá fui creciendo en mis intereses musicales. Mucho del material le llegaba a mi viejo para escribir las críticas que publicaba en distintos medios. Por ese lado mi vínculo está directamente vinculado a mi ciclo vital.
Yo no me dedico a la música ni a la archivología. Entonces, esto es como una herencia que no es pesada, es grande y es abundante, y creo que sigue siendo una forma de acompañarse y acompañarnos también, no sólo desde lo profesional, o lo académico, sino también en esa cosa de un recorrido musical posible de cosas que no necesariamente están a la mano en cualquiera.
Decís que no te dedicás a la música, pero te gusta.
Nairí: Es cierto que podría odiarla profundamente por haber estado sometida a escuchar cosas que no quise escuchar, digamos. Puede pasar, me imagino. Por suerte sí me gusta mucho la música, y no puedo negar que mi oído fue educado, con mucha amplitud, por dos musicólogos, lo cual, por otra parte, me permite opinar libremente de la peor manera sobre ciertas cosas.
Tengo recuerdos de cuando adquirí mis primeros intereses musicales, típicos de la adolescencia. Venían amigos a casa que llegaban del exilio con discos de La Polla Records, por ejemplo. Entonces mi viejo sacaba una pila de discos de vinilo y nos ponía a escuchar a los Sex Pistols, a The Clash: “Esto es un poco la historia del punk”, nos explicaba, pero además la charla también era sobre cómo llegamos hasta acá, la cuestión de clase y el punk como cierta expresión de la vida obrera, etcétera. Eso también era educación musical que no es formal, ni remotamente pretende serlo, ni implica que yo sepa de música, pero en definitiva estar acá con padres que habilitaban esos momentos hacía inevitable que la música pasara por el costado.
Viviana: Lo mío también tiene mucho de afectivo, porque arranca con mi formación, en los talleres de Coriún y Graciela. A partir ahí, desde mi lugar de alumna, se fue generando en paralelo otro vínculo que tiene que ver con mi formación como profesora de Historia y con mi experiencia en trabajo de archivos. Así que empecé a colaborar con ellos acá. Un poco a partir de una percepcion de ellos muy clara, sobre cómo ir planificando qué iba a pasar con todo esto después de que no estuvieran, y también porque había un montón de cosas que todavía quedaban por ordenar y clasificar.
Foto: Alessandro Maradei
Al principio yo colaboraba ocasionalmente con recortes de diarios, charlando mucho con ellos también, para entender la lógica del archivo, que es muy interesante. A veces nos encontramos con Nairí con cosas y nos reímos solas.
Hay una lógica en el orden de los documentos que parte de un cierto conocimiento. Casi todo está ordenado por cuestiones geográficas, pero además los países están ordenados por cercanía o lejanía con relación a Uruguay. Después de eso, dentro de cada caja, el orden de los documentos es cronológico, pero por año de nacimiento de la persona que compuso o escribió tal o cual cosa.
Este lugar, más allá de mi profesión, me dio los momentos más profundos con relación a mi vínculo con la música. A eso le sumo la emoción que me transmitieron Coriún y Graciela y el cariño que siempre percibí de los dos para conmigo.
¿Quiénes llegan hasta acá en esta nueva etapa del archivo?
Nairí: Sorprendentemente son muchos, y eso que musicólogos hay pocos en el mundo, y musicólogos interesados en la música latinoamericana culta contemporánea mucho menos, que son los que más consultan, sobre todo a partir de que en algún momento se empezó a hablar mucho de los Clamc (Cursos Latinoamericanos Música Contemporánea, impulsados, por Coriún Aharonián y Graciela Paraskevaídis, a partir de 1971).
Una parte importante de las consultas surge de ahí. Muchos llegan en medio de sus tesis de doctorado, otros investigan específicamente la obra de un autor, o autora, y así recibimos decenas y decenas de consultas de distintos lados.
Muchos músicos nos piden partituras de un autor que no encuentran en sus países de origen, o buscan material de música de América Latina, lo cual nos alegra muchísimo, porque para eso fue pensado este archivo. Tanto Coriún como Graciela pensaban que los materiales de América Latina tenían que estar en América Latina. Es decir, al alcance y disponibles para su gente.
¿Qué es lo que hay acá?
Nairí: Música en diferentes soportes.
Viviana: Lo primero serían los fondos documentales, tanto el de Coriún como el de Graciela. Eso incluye correspondencias, discos, partituras y la creación particular de cada uno de ellos y de sus trabajos como musicólogos.
Después hay un fondo común, que es lo que ellos han recopilado, y ahí entra la otra pata del archivo: discos compactos, cerca de 4.000, casetes de audio, más de 3.500, discos de vinilo, cerca de 2.000, cintas de carrete abierto, cintas en VHS, fotografías, afiches, documentos sobre compositores y compositoras e intérpretes de Uruguay, Latinoamérica y otras partes del mundo.
Nairí: Para ponerlo bien en concreto, aquí están recopilados documentos generados en torno a músicas y músicos. En algunos casos, guardados en cajas, en otros en carpetas, en donde se recopilaron programas de conciertos, apuntes, reportes de prensa, según la persona, su trayectoria y también según el vínculo del artista con ellos.
En la parte de música popular, por ejemplo, no es que haya documentos únicos; lo que sí es único, en tanto documento, es la recopilación que hicieron, el agrupamiento en torno a un determinado músico. Y eso es como si uno googleara por el nombre de una persona y bajara todo lo que le aparece. De hecho, esa es una forma de googlear, si querés, pre Google, y así hacían con todo.
En los libros, por ejemplo, muchas veces colocaban papelitos con comentarios que te llevaban a un recorte de prensa que estaba en una carpeta, y lo mismo hacían con su biblioteca de literatura, o de historia del arte, pensando también en la preparación de sus talleres.
Quienes entren al link del paseo 360 podrán hacer clic, por ejemplo, en una grabación de las llamadas de candombe de 1991. Más allá de su inquietud como investigador, ¿qué piensan que impulsaba a Coriún a irse a tal o cual lado con su grabadora para registrar momentos como ese?
Nairí: Lauro Ayestarán. Coriún fue su discípulo y esas salidas eran parte de lo que hace una persona que estudia eso, pero está bien no naturalizarlo. La pregunta me parece súper pertinente porque yo lo tengo súper naturalizado. Siempre que podía mi viejo iba a grabar las llamadas o a escucharlas, o a un ensayo de Yambo Kenia. Él estudiaba el candombe y le interesaba muchísimo.
Trató de sistematizar conocimiento en torno a eso, de entender los toques y las diferencias rítmicas, y para eso hay que escuchar. Lo interesante de esa grabación de las llamadas es que ese año, no sé si no es el último, hasta después de mucho tiempo en que volvió a pasar, es que se cruzan Barrio Sur y Palermo y se funden dos toques que son muy distintos entre sí. Ahí está la cuestión de ir al campo y estudiar en el campo, de primera mano. Y en el caso de las tradiciones populares, o las expresiones populares que no son éditas y no están sistematizadas en partituras para poder estudiarlas, efectivamente uno tiene que ir a escucharlas y grabarlas, volverse a su casita y seguir trabajando.
Además, Coriún, en esta grabación, también va narrando qué hay, qué es lo que pasa en el entorno de las llamadas: viene uno y pide una moneda para el vino, hay un montón de gente alrededor, baila o no baila, quiénes son, hay turistas o no hay turistas. Eso también es importantísimo: dónde sucede y qué pasa con la música.
Viviana: En la época de Ayestarán no era tan común que la musicología mirara a la música popular, pero creo todo lo que aprendió Coriún con él le permitió adentrarse en la música popular con una mirada de mucho respeto y de análisis profundo. Con Graciela compartían una intención y una decisión de no aislar la música de todos los fenómenos culturales e históricos y políticos, y eso se refleja en lo que está acá guardado y en lo que ellos escribían y hacían.
Nairí: Y también había mucha curiosidad auténtica, que es lo que te mueve. Ahí arrancaba todo, después se iba sistematizando. ¿Cómo suena tal cosa cuando se junta con otra? Bueno, necesito escucharlo cada vez que sucede.
Viviana: Otra cosa que los caracterizaba a los dos era esto de “che, salió esta música nueva, a ver…”. Por supuesto que el filtro era muy grande, no era que se detenían en todo lo que salía, pero nunca perdieron esa curiosidad y esa mirada de niña, de niño, de sorprenderse con el hecho musical, y esa vivencia nutría todo lo que pasaba acá.
Nairí: Pasaba que cuando se convirtieron en gente mayor, y uno va perdiendo la capacidad de identificar novedades, los almuerzos de los domingos eran “che, ¿qué estás escuchando vos?”. Y era impresionante verles las caras, más allá de si les gustaba o no, cuando llegaba con una novedad. Cualquier cosa que les pusieras frente al oído les generaba fascinación, y al mismo tiempo había una cuestión de método. Es decir: “Bueno, ya no puedo esperar a enterarme de estas cosas porque no sé dónde buscarlas, no me van a llegar, entonces tengo que buscarlas con intermediarios”.
Foto: Alessandro Maradei
Viviana: Y cuando algo les interesaba especialmente, iban a buscar toda la discografía.
Nairí: Claro. Después había teoría, el domingo siguiente tenías que fumarte: “Ya conseguí los otros tres discos del artista que me recomendaste, vamos a escucharlos”, o también había que ir a verlo en vivo.
Ahí también estaba el método.
Viviana: Sí, pero no solamente, porque el método solo puede ser frío. Es todo lo que estaba detrás del método. Y creo que esa historia de los domingos explica lo que pasaba acá. Si fuera sólo método, habría una distancia entre lo que se generó y lo que ellos hacían. Obviamente había una disciplina en el trabajo de ambos, pero a la vez podías ver la emoción de Coriún y Graciela cuando escuchaban algo, y eso no es tan común de encontrar, sobre todo durante tanto tiempo.
¿De todo lo que hay acá tenían especial afecto por alguno de los objetos?
Nairí: Un libro sobre los Beatles, esos clásicos con muchas fotos y textos medio genéricos. Yo lo había descubierto y me gustaba muchísimo. Recuerdo que cuando el Choncho (Jorge Lazaroff) estuvo enfermo se lo había pedido a Coriún para que se lo llevara.
Después siempre había cosas destacadas al frente de las bibliotecas: algún libro, un dibujito. Lo que duró más creo que fue una historieta de Quino, el chiste de los espirales que termina con “¿y la cantidad de suicidios que hay en Suecia?”. También tenía cartelitos de “No fumar” en diferentes idiomas.
Tengo entendido que eran personas muy diferentes, pero por lo que cuentan se nota que estaban siempre en sintonía. ¿Cómo se complementaban?
Nairí: Tal cual, vivían muy en sintonía. Eso obviamente venía de lo afectivo, pero también de que participaban en la misma generación, el mismo grupo de amigos, de alguna manera. O sea, dentro de una barra que se fue criando desde la juventud.
Mi vieja era una tipa súper metódica, muy disciplinada, en el mejor y más profundo sentido. Tenía una formación muy germana. Sus propias vivencias y sus cuestiones de salud, desde temprana edad, le dieron un temple muy particular, y entonces había cosas en las que era muy… no diría rígida como persona… rígido era mi padre.
Mi vieja no era una persona hiperestructurada, pero había cosas que le parecían, por decirlo con un término actual, muy de generación de cristal. Mi padre un poco también, pero tenía una cosa mucho más de la afectividad, e incluso de la cercanía física bastante más que mi madre.
En la cotidianidad la más ordenada era mi madre, aunque sabemos que ahí también se juegan los roles de género, pero quien ordenaba cada cosa en las cajas después de que quedaban apiladas era mucho más Graciela que Coriún.
De todos modos, entre los dos tenían un sistema muy interesante en cuanto al orden. Por ejemplo, caía alguien con libros que le habían encargado, o, más adelante, libros comprados en Amazon. Venían en una pila y se los iban pasando; uno los leía y se los pasaba al otro en determinado orden, ya con comentarios; después el otro los comentaba; en general, muchas veces esos comentarios eran por escrito. Entonces, si bien cada uno leía las cosas de su área de interés, los dos leían ciertas generalidades e intercambiaban de manera casi sistemática y sobre el material que llegaba. Esa era una práctica no de pareja, sino disciplinaria: “Bueno, llegó esto, hay que discutirlo y después lo seguimos discutiendo con otra gente”. Es decir, nada pasaba desapercibido.
Un libro no entraba a la biblioteca si antes no se había leído. La mayoría de nosotros compra un libro y lo mira, más o menos, por ahí leés alguna cosa y decís “otro día sigo”, o no, y lo dejás por ahí.
Mi madre leía de punta a punta absolutamente todos los libros que en esta casa hay, había y llegaban, era una cosa impresionante, y además era su ejercicio: “Bueno, esta semana voy a leer esto que llegó”, porque además le molestaba mucho que hubiera pilas de libros por ordenar.
Coriún era una persona que juntaba y ponía papelitos con recordatorios, autorrecordatorios por todos lados, lo que dificultaba mucho abrir ventanas, porque los papelitos salían volando, pero creo que también ilustra mucho.
Había uno al que en algún momento le saqué una foto y debe andar por ahí guardado. Era un recordatorio para sí mismo que decía “componer”, y estaba al lado del de “comprar fideos”, y llamar a fulano, o preguntarle a la tía dónde guardó tal cosa. Ese era como el mundo de Coriún, aparentemente desorganizado, pero donde se superponían y convivían muchas cosas distintas.
Viviana: Y tenían esa complicidad intelectual de leerse mutuamente lo que escribían, y se corregían.
Nairí: Se filtraban.
Viviana: Y a la vez, en una pareja en la que los dos se dedicaban a lo mismo, intentaban mantener una independencia muy interesante entre ellos.
Nairí: Claro, no era los dos juntitos hacemos todo, sino que cada uno hace lo suyo, y juntos a veces organizaban algunas cosas. Creo que esa unión se veía más como gestores culturales.
Viviana: No hay composiciones entre los dos, o textos en conjunto. En ese tipo de cosas siempre se mantuvo una independencia. En sus clases había bastante diferencia, pero un resultado bastante similar.
Graciela era mucho más metódica, más de seguir el orden de la clase. Coriún era de vaivenes entre diferentes temas. Yo a Graciela la recuerdo con una afectividad muy grande. Es cierto que podía parecer rígida, pero era muy cálida, muy afectiva con la mirada, con su palabra, como maternal.
Nairí: Sí, era muy contenedora, como de abrigar, pero, claro, a primera vista llegaba Coriún y tenía eso de que traspasaba con el abrazo.