La acción transcurre en un blanco y negro tan bien fotografiado que cualquier plano podría enmarcarse y colgarse en una pared. El protagonista es Ángel, un dramaturgo con trazas de Los simuladores y de Nathan Fielder, a cuya oficina llegan personas que quieren resolver asuntos complejos mediante el uso del teatro. Con el apoyo de su esposa y de su padre, Ángel buscará una solución, y más allá de que la encuentre o no, lo interesante estará en las relaciones interpersonales y en las particulares puestas en escena.
Ángel es, también, el nombre de la serie guionada y dirigida por Manuel Soriano, argentino radicado en Uruguay, que desde este domingo se emitirá por TV Ciudad y quedará disponible en el streaming de TCC Vivo.
Soriano, conocido por su faceta de escritor, repasa los aprendizajes que tuvo que atravesar para dar el salto al audiovisual. “Hice un curso de guion con Enrique Fernández, de El baño del papa, y lo dejé a los tres meses, pero empecé a colaborar con él y con otra gente. Hacía siempre de asistente y no me gustaba tanto, hasta que hubo un momento en el que dije: ‘Yo también puedo hacer esto’. Creo que elegí el formato serie porque por ahí era demasiado pretencioso una película de primera, y también me parecía que en el mundo de las series en español faltaba una cosa así, medio rara y fuera un poco de la fórmula”.
La premisa recuerda la de los personajes creados por Damián Szifron: “Alguien tiene un caso y ellos hacen una puesta para resolverlo”. Soriano le hizo llegar al cineasta argentino el primer guion del proyecto, que por entonces se llamaba Los fingidores. “Me dijo: ‘Despegalo de Los simuladores. Olvidate de Los simuladores. Es tu coso propio’. Tiene esto en común, pero es algo que ni siquiera lo inventó él. Venía de otras cosas”.
Otra cosa que las diferencia, y mucho, es el uso de ciertos artificios, como que los personajes principales (casi) siempre utilicen la misma ropa, o que el hijo de la pareja protagónica sea un bebé de goma. “Ese juego constante entre la ficción y la realidad era una decisión que yo tenía de entrada, de incorporar algunas convenciones del mundo del teatro. Vos ves un bebé de goma en el teatro y decís: ‘Ese es un bebé’. Acá queremos que sea lo mismo. Es pedirle mucho al espectador, pero a la vez ese combo de cosas, con la casa medio encerrada, genera una extrañeza”.
Después de juntar una plata (“muy muy poca”), Soriano se asoció con Cuenco Cine e Intergalactic, dos productoras cooperativas, y terminaron filmando la primera serie producida de manera cooperativa en nuestro país, ya que todos los involucrados resignaron parte del sueldo y obtendrán una ganancia cuando la serie lo haga. En este esquema de trabajo, Soriano terminó debutando como director.
“No se me cruzaba por la cabeza, porque no puedo ni filmar con el celular. Con Guillermo Casanova y un par de personas más hablamos de una posibilidad de codirigir, pero me di cuenta de que, al menos en mi caso, era tan inviable como coescribir”, recuerda. “El Garza Biniez me dio una mano tremenda. Me dijo: ‘Sabés la historia. Sabés lo que querés contar. No tenés que saber ni de cámara, ni de lentes, ni de vestuario, ni de luces, ni del arte. Vos tenés que saber lo que querés contar y tenés que saber transmitirlo. Después sobrevolás y controlás que no se te vaya para los costados’”. Soriano se fue autoconvenciendo, y con la ayuda de Nicolás Oromí hizo una primera bajada a planos. “Ahí hicimos una versión del guion más visual, y después es el mundo del rodaje, que es una locura propia”.
La decisión de filmar en blanco y negro también venía desde la concepción de la serie, y la fotografía estuvo a cargo de Elisa Barbosa Riva. “Fue un salto tremendo. Cada frame es una foto. Aparte, es una mina que llegás y te dice: ‘Hoy me desperté y sentí la necesidad de comprarme una olla de hierro’. Tiene una parte toda mística, pero a los diez minutos te bajó la olla de hierro a un plano. Todo ese mundo tecnológico tiene una mezcla perfecta entre éter y realidad, y para mí ella fue un golazo tremendo”, rescata Soriano.
Que se tocaran temas como la infidelidad, la pedofilia, la fe o los desaparecidos también fue intencional: “Me gustaba encontrar choques morales en los que no hubiera una postura del todo clara, y por eso la mayoría de los casos no se terminan de resolver del todo. Eso es algo que marca mucho la diferencia con Los simuladores, que era como un guion de Hollywood, en el buen sentido. Me interesaba dejar preguntas abiertas y provocar un poco la incomodidad del que lo ve. Hay contradicciones en el progresismo y me parecía que no hay muchas cosas que se permitan bardear un poco al progresismo desde adentro”.
Esfuerzo cooperativo
Más allá de que la serie contó con fondos del PUA y de MVD Socio Audiovisual, sus responsables afirman que “no se hubiera hecho posible sin el aporte de todas las personas involucradas”. Desde su desarrollo se concibió a Ángel como “una obra de construcción colectiva” con el equipo y el elenco transformándose en inversores, mediante “contratos específicos por fuera de lo que se acostumbra en la industria audiovisual”. También destacan el aporte del mundo cooperativo: “Se trabajó con equipos financiados con fondos del Ministerio de Industria que apuntan al fortalecimiento cooperativo, así como con el aporte de Incubacoop para el desarrollo de los contratos cooperativos de cara al rodaje”.
Ángel. Con Gustavo Suárez, Antonella Costa y Gustavo Garzón. Seis capítulos de media hora. Estrena en TV Ciudad los domingos 22.15; repite miércoles 22.15. En TCC Vivo se suben al día siguiente.