Julieta Laso acaba de terminar de leer La traición de mi lengua, de Camila Sosa Villada: “Siempre fue filosa, pero ahora está hecha una gillete y es una maravilla”, dice sobre su compatriota, en conversación telefónica con la diaria desde Buenos Aires.

En la semana anterior a sus shows en la Sociedad Urbana Villa Dolores –ya agotó las entradas de su función del viernes 20– no ve la hora de llegar a Montevideo, uno de sus lugares preferidos al que visita con frecuencia desde que lo conoció, 15 años atrás, como integrante de la Orquesta Fernández Fierro. “No sabés las ganas que tengo de ir por allá”, confiesa, al tiempo que admite que la costumbre de viajar es parte del ejercicio de su oficio: “Por ahí a veces una no quiere salir, pero en general me gusta mucho viajar. El músico tiene que viajar, no se puede quedar en un solo lugar”.

En su quinto y último disco, Pata de perra (2023), se recostará buena parte del repertorio de la cantante en sus espectáculos montevideanos. El álbum, producido por el músico chileno Aldo Macha Asenjo, e inspirado desde su título en la novela Patas de perro (1968) del chileno Carlos Droguett, es hijo de su fuerte conexión con la música y la cultura del país andino –al que también visita con frecuencia– y se presenta como un compendio de folclore latinoamericano con el que se mantiene conectada desde mucho antes de su llegada al mundo de los tangos y las milongas.

Su afición por los canes también puede apreciarse en algunos de sus posteos de Instagram: “Tengo un mambo con los perros, y esos perros que aparecen en las fotos me enloquecen especialmente”, reconoce. “Son perros de una raza que se desarrolló antes de la conquista; los únicos perros prehispánicos están en México y en Perú. Son perros sin pelo y también los podés encontrar en el norte argentino, aunque allá están un poco más deformes y les salen pelos por algunos lados”, explica. “En Perú y en México son totalmente pelados. Y en México son tratados como semidioses, pero acá en Argentina no se los cuida y están medio en extinción. Se llaman perros pila. Acá en Salta, donde vivo, tengo cuatro. Igual soy una madre muy desamorada porque viajo mucho, pero los extraño un montón. Tengo un amor muy fuerte por ellos”.

Su otra voz

Cuando todavía no tenía 20 años, Julieta Laso se fue a Colombia, fascinada con “la percusión y la música del continente”: “Ahí fue que empecé a viajar. Escuchaba Petrona Martínez y me volví loca, y me fui a San Basilio de Palenque, un lugar reconocido como patrimonio oral e intangible de la humanidad, porque hacia allí escapaban los esclavos para que no los mataran. De ahí viene Petrona, y así también llegué a Totó la Momposina”, relata. “De ahí viene la cumbia y el bullerengue. Estuve unos cuantos meses, allá estudié y conocí a muchas cantadoras, que fue algo muy trascendental para mí. Yo no cantaba en ese momento”, admite. “Lo podía hacer de casualidad, pero lo que me movía era la percusión, y ese viaje y conocer a esas mujeres me marcó de tal manera que marcó mi música”.

Otra vuelta de tangos

La cara más conocida de Laso sigue siendo la de su impronta tanguera. Otra parte de su repertorio del jueves estará dedicada a su clásico Cabeza negra (2022). A su vez, el disco en el que trabaja ahora mismo y con el que se declara feliz contará con la producción de su amigo Daniel Melingo, en una vuelta directa al sonido de arrabal: “El tango es una parte mía, y aunque esté cantando otra cosa siempre aparece ese sonido”, dice.

Para aquellos que todavía no conocen la obra de la cantante argentina, una puerta de entrada directa a la esencia de su música está disponible en plataformas con el título Sesión Parque Leloir (2025). La versión audiovisual del registro ofrece una experiencia fidedigna de uno de shows en vivo: en “Suerte loca” (de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez), “El pescante” (Homero Manzi y Sebastián Piana), “Carnaval” (Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez) y “Mismo momento” (Mocchi), la artista despliega un tipo de interpretación de las que estremecen, al provocar, a la vez, la admiración, el asombro y el temor.

A la pregunta de quién es la que canta cuando se pone las ropas del tango, responde: “Cuando me bajo del escenario, muchas veces me dicen que parezco otra persona. Supongo que es la magia de esa música, que detiene un poco el tiempo, o que lo hace transcurrir de otra manera. La verdad es que no tengo una respuesta. No sé, seguramente soy yo”.

Julieta Laso. Jueves 20.30 en Espacio Cultural Sociedad Urbana Villa Dolores (Alejo Rossell y Rius 1483). Entradas desde $ 1.100 a $ 5.500 (mesas para cinco) en Redtickets.