A veces no tenemos tiempo para instalar un juego de mundo abierto en el que exploramos hasta el último rinconcito del Lejano Oeste mientras vemos cómo las consecuencias de nuestros actos se van desplegando frente a nuestros ojos. A veces solamente queremos ser un pato detective.
No, nunca jugué al Red Dead Redemption ni a su precuela, entre otras cosas porque no me alcanzan las horas de ocio. Pero andaba con ganas de utilizar la computadora para algo más que escribir y encontré un divertimento que podía empezarse y terminarse en una tardecita. Así fue que me convertí en Eugene McQuacklin, un plumífero con consumo problemático de pan, a quien llaman desde una empresa de transporte para que descubra quién es el maldito bandido del salami.
Duck Detective: The Secret Salami es un juego del año pasado, publicado por Happy Broccoli Games, de esos en los que tenemos que conversar con las personas y observar cada habitación en la que estemos, en busca de pistas. Así descrita parece una aventura gráfica más, pero es bastante más lineal, mucho más sencilla (por suerte para lo que buscaba en este momento) y con una simplicidad en la interfaz que la acerca a los videojuegos de celular. De hecho, me acabo de fijar y próximamente estará disponible para teléfonos.
Como todo videojuego que quiera conquistarme, tiene que tener una curva de aprendizaje acorde a mi torpeza. Todo comienza en la oficina del pato detective, que como buen protagonista de un noir atraviesa problemas económicos y afectivos. Para poder salir de la oficina y encarar el caso principal, hay que resolver un “casito” que funciona como versión sencilla de lo que ocurrirá después.
Básicamente, al interactuar con los elementos del lugar (que están debidamente marcados, así que no hay que andar pasando el mouse como si fuera un detector de metales), se activan palabras que se van acumulando en nuestro “conocimiento”. Además de eso, podremos pasar la lupa por toda clase de carteles, monitores de computadora y personas (animales) para saber más acerca de lo que está ocurriendo.
Una vez que conseguimos todas las palabras adecuadas, podremos jugar a una especie de mad libs, como le dicen los yanquis, que básicamente es una frase a la que le faltan diferentes sustantivos y verbos, y eligiendo entre los que hemos recogido durante la investigación (y prestando atención a todas las pistas) podremos resolver el primer casito y luego los subcasos que ocurren en torno a las desventuras del bandido de marras. Y de salami.
De nuevo, este es un título facilongo. Me llevó menos de tres horas terminarlo, y cuesta 310 pesos en Steam (a mí me costó 263 pesos porque estaba en oferta). Quizás no sea la mejor relación entre tiempo de juego y precio, aunque podríamos compararlo con lo que cuesta una entrada de cine. O podríamos dejar de pensar en plata por un rato y dejarnos llevar por un ánade con ínfulas de sabueso.
El humor es un elemento fundamental, más allá de que no estamos frente a una comedia, sino a una intriga detectivesca en la que cada personaje sospechoso (al final lo son todos) es un animal diferente, con características propias que iremos descubriendo en base a la conversación y la observación. En la empresa de transporte habrá empleados estresados, deprimidos y misteriosos que compartirán las pocas ganas de trabajar, mal que le pese al jefe.
Al tratarse de un único caso, llegará el momento en que podrá resultar repetitivo deambular por las mismas cinco o seis habitaciones de la empresa en busca de nuevas pistas, pero antes de que pegue el aburrimiento ya estaremos cerca de atrapar al bandido... y quizás a algún cómplice. ¡Pero no me quiero adelantar!
El juego tiene un sistema de ayudas que puede ser más críptico o más explícito dependiendo de nuestra preferencia, y para aquellos con poca paciencia (como yo) hay un texto sobre qué tan bien rumbeados andamos en eso de completar los espacios con palabras. Si en lugar de concentrarnos en las evidencias vamos orejeando cuántas palabras tenemos mal y jugamos con las combinaciones, también llegaremos a buen puerto. No es trampa, es estrategia.
Por ahora, Duck Detective: The Secret Salami está disponible en inglés (bueno, y en alemán), pero esta clase de esfuerzos indie suele internacionalizarse con la colaboración de los fanáticos. Y para este año está previsto un nuevo misterio corto, titulado Duck Detective: The Ghost of Glamping. Seguramente me saque una sonrisa (y unos pesos) durante una tardecita.
Duck Detective: The Secret Salami. Disponible para Windows, macOS, Linux y Switch.