El presidente Orsi le dijo a la diaria, con relación a la situación de Medio Oriente, que “este proceder sigue alimentando el antisemitismo”. Agregó su repudio a la mencionada actitud negativa frente a los judíos y reafirmó el reclamo de que Hamas entregue a los rehenes que aún están en su poder. También comentó, en una comparación jardinera, que los ataques de Israel son “como querer controlar un yuyo pasándole una aplanadora por arriba”, aludiendo a la masacre que se perpetra en Gaza, que consideró injustificable. Quién sabe cómo hará un traductor que no domine la variedad rioplatense para traducir el concepto de yuyo al árabe o el hebreo.
Resulta interesante la primera de las oraciones, tanto por su tema como por su forma. Para empezar, el sujeto de la oración es este proceder, ya que concuerda con el verbo sigue alimentando (si fuera estos procederes, sería siguen alimentando). Recordemos que, sintácticamente, el sujeto se define de esta manera y no se trata necesariamente de “quien realiza la acción”. No faltarán quienes propongan que debería haber un agente encabezando la afirmación, uno que perfectamente podría ser Netanyahu o Israel. Además, este proceder es un sintagma cuyo núcleo es un infinitivo nominal sintáctico, una categoría de palabras que han sido consideradas híbridos entre el verbo y el sustantivo, como señala Pedro Peña en su tesis de maestría, en la que analiza la presencia de este fenómeno en Uruguay (“El infinitivo nominal sintáctico en textos uruguayos de los siglos XIX y XXI”). Para decirlo con palabras más cercanas a quien todavía no leyó el trabajo del autor maragato, está como a medio camino: se parece a los sustantivos en que es obligatorio el determinante (podríamos decir este/ese/el/su proceder, pero no *proceder sigue alimentando), en que puede ser modificado por un adjetivo (este horrible/catastrófico/violento proceder) o que es imposible modificarlo por un adverbio (*el horriblemente/catastróficamente/violentamente proceder).
Todo este complicado parlotear tiene por objeto enfocarse en las abstractas características de la palabra que el diccionario académico recoge como “modo, forma y orden de portarse y gobernar alguien sus acciones bien o mal”. El emisor no dijo “los ataques” ni colocó en primer lugar a su responsable.
Lo siguiente es el verbo, la perífrasis de gerundio sigue alimentando, en lugar de una forma simple como alimenta, con lo que se presenta el aspecto continuativo de la acción, que da la idea de un proceso que está en desarrollo. No se utilizan generalmente estas estructuras para establecer definiciones rotundas, sino que, para hacerlo, se prefieren formas simples como cuando Lacalle Pou, refiriéndose a Venezuela, decía “es una dictadura”, en disonancia con Talvi, breve excanciller, quien declaraba que “Uruguay es claro y sin ambigüedades: en Venezuela no hay democracia y se violan sistemáticamente los derechos humanos”, alegando que su rol diplomático le exigía una ponderación que dejara abiertas las puertas a la negociación. En términos populares, los críticos del gobierno israelí dicen que es un genocidio/una limpieza étnica/una masacre y no vacilan en adjetivarlo incluso como fascista o, todavía más, nazi.
Esto último lleva a lo que preocupa al mandatario en esas palabras, el complemento directo de la oración, el antisemitismo. Expresa, entonces, su adhesión al pueblo judío, gesto político que puede obedecer a las prolongadas relaciones diplomáticas que Uruguay mantiene con Israel, así como a que las críticas al mencionado Estado suelen ser rechazadas velozmente como antisemitas por algunas personas. Se trata de una colectividad relevante en este país, que no merece, por supuesto, ninguna clase de odio. Es decir, el presidente uruguayo parece posicionarse desde la perspectiva de una parte de los judíos, los que se oponen a las prácticas bélicas de su primer ministro. Tal vez pueda llamar la atención que, en el orden de las declaraciones, primero se presenta este acercamiento empático y recién después se expresa la preocupación por la escalada de violencia que sufren los gazatíes.
Podrían analizarse las palabras de Orsi como lo que, en pragmática, se denomina atenuación, un fenómeno en el que, en un contexto determinado, el significado del acto de habla se hace difuso o vago, afectando la fuerza ilocutiva, es decir, la intención del emisor. Uno de los factores que inciden en situaciones como esta es la posición del hablante, que tiene obligaciones o compromisos y debe preservar su imagen. Todo el mundo lo hace, como cuando queremos pedir algo y recurrimos a expresiones como serías tan amable, podrías o el clásico ¿te animás...? El mundo, por cierto, tiende a pedirles a algunos gobernantes que tiran bombas que, si ven que pueden y no es mucha molestia, cortésmente, dejen de usar la aplanadora a la hora de la siesta. Parece también que, cuando en la diplomacia se dice tal vez, debemos entender ni que tal vez.