Este viernes Isabella Acerenza presentará en vivo su primer disco, Daga x caricia, una obra más interesada en fracturar formas que en consolidarlas. Entre el filo confesional y la sensualidad melancólica, se sitúa en una zona inestable entre el pop, el trap ralentizado, el bolero glitch y el lo-fi, asumiendo el riesgo como estética y el artificio como estrategia sensible.

Desde ese punto de partida, el pasaje del estudio al escenario supone un movimiento complejo, pero también desafiante. “El disco está arreglado y producido en el estudio, entonces hay sonidos que sólo existen ahí; disparos, samples, mil capas de voces, muchas guitarras”, explica Acerenza. Frente a ese panorama, la solución no fue elegir entre lo digital o lo orgánico, sino abrazar ambos mundos: “Va a haber una mezcla de ambas. Pero, sobre todo, me sostiene una banda increíble que resignifica y reinterpreta estas canciones a su modo. También hay un componente performático que va a ser sorprendente en el show, incluso para mí”.

Con formación en literatura y una trayectoria docente, Acerenza entiende la canción como un espacio donde se cruzan distintos códigos. Las letras de Daga x caricia tienen una densidad poética poco habitual en el pop contemporáneo, y su escritura se nutre tanto del ritmo emocional como de las genealogías textuales que la acompañaron desde siempre. “Mi carrera como profesora de Literatura fue impulsada por el deseo de dedicarme a escribir. Que la canción tenga una forma y una producción más mainstream no imposibilita que la canción diga algo”, señala.

Para ella, cada emoción pide una forma distinta, y ese deseo determina tanto la producción como el discurso. Así, el registro oscuro y directo de “C.I” se potencia con su estética trapera, mientras que “Como si fuera” se abre a una suavidad introspectiva que encuentra en las guitarras su envoltorio ideal. Todo esto se articula desde una producción musical consciente y cuidada: “Lo coprodujimos con Diego Morales, buscando que cada canción suene a sí misma, intentando corrernos de los moldes prefabricados”.

Entre las referencias de su universo creativo, Isabella cita sin reservas a Nathy Peluso, Rosalía, Billie Eilish, Marilina Bertoldi y Rodra. También a figuras como Caetano Veloso o Djavan, íconos de una tradición de la fusión que tanto la interpela. Y, en un gesto que mezcla ternura e ironía, reconoce: “Mi amor eterno, Luis Miguel, que reúne un poco todos estos mundos”.

En el plano literario, Cristina Peri Rossi resulta decisiva por su capacidad para tensar lo íntimo y lo político sin ceder a lo banal: “Aprendí que el lenguaje puede ser transparente y directo, sin caer en algo bajo”. En cuanto a la dimensión performática de la canción, destaca a Feli Colina como fuente directa de inspiración.

El disco se aleja de los géneros cerrados no como gesto de ambigüedad sino como afirmación. “La multiplicidad y la diversidad que hay en este álbum son el resultado de mi gusto amorfo, pero también de la influencia de las compositoras de la escena local en mi forma de ver la música”, asegura. En esa línea, la artista defiende una forma de hacer arte que no responde a las lógicas de mercado ni a la exigencia de uniformidad de las plataformas. “Nunca hice música por eso, y si alguna vez lo hago espero que mis amigas me hagan rescatarme de que por ahí no es”. Se nutre de una comunidad viva, presente también en el escenario. Nombres como Orfellia, Lipe Gómez, Manu Pisano, Camila Ferreira y Cecilia de los Santos acompañan el proyecto con su presencia vocal, técnica o afectiva. Lejos de la búsqueda del hit o del algoritmo que determine el destino de la obra, Isabella propone una apuesta por la multiplicidad como bandera estética: “Yo no concibo otra forma de hacer arte si no es mutando”.

Entre canción y recitado, entre verso y pensamiento, algunas de sus piezas rozan la forma del cuaderno íntimo. En ellas, la voz hablada, la pausa y la respiración operan como dispositivos expresivos. Su despliegue, atravesado por una formación autodidacta, encontró en el trabajo con Sofía Siola una forma de precisión sin rigidez. Esa búsqueda, que explora la frontera entre canto y palabra, encuentra en la voz hablada una clave: “Me recuerda una naturalidad que es faro para mis investigaciones sobre el canto”. No se trata solamente de cantar bien, sino de transmitir algo real. “Quiero cantar en un escenario con la misma desfachatez con que canto en mi casa”, dice.

Esa vocación por lo poroso también se extiende a la idea misma de disco. Para Isabella, una canción no se clausura cuando se publica. “Creo que las mejores canciones son para siempre y que su destino es impredecible”.

El ejemplo más claro es “Frío”, uno de los adelantos de Daga x caricia, que desde el año pasado acumula cuatro millones de reproducciones en Youtube: “Me comentan cosas en árabe que yo tengo ni idea. Andá a saber por dónde entró”. Esa apertura radical implica también una apuesta por el tiempo como instancia de sentido. “Canciones como ‘Muñeca’ se van a entender con el tiempo... No subestimo jamás el poder del tiempo en la construcción de sentido”. En esa perspectiva, la obra sigue viva mientras pueda seguir diciendo algo a alguien, incluso en una lengua o cultura ajenas.

La presentación del álbum es también un gesto de celebración comunitaria. Consciente de la precariedad que implica hacer un disco independiente en Uruguay, Acerenza subraya el carácter coral de esta creación: “El equipo detrás está repleto de gente admirada, talentosa, de amigas que han sido testigos de este proceso”. Para ella, el concierto no es sólo una muestra, sino un ritual. “Una fiesta para los raros, los rotos, las demasiado locas y demasiado intensas, para lxs que no saben qué mierda son y aun así tienen el coraje de ser”. El escenario será, entonces, un lugar para quienes buscan, para quienes no encajan, para quienes aún creen que la música puede conmover sin perder su verdad. Incluso la más hiriente.

Isabella Acerenza presenta Daga x caricia junto con La Valenti. Viernes a las 21.00 en la sala Zitarrosa. Entradas $ 650 en Tickantel. 2x1 para la diaria.