El Festival Cretino, que va desde esta semana hasta el 3 de agosto, tiene algo de celebración de las reformas de la sala La Cretina, que comenzó a funcionar en 2018, y algo de retrospectiva. Amigos de la casa, músicos, fotógrafos, artistas visuales, perfórmers y colegas teatreros, algunos provenientes de Argentina, se sumarán a las celebraciones.

“Veníamos con la meta de realizarle mejoras sustanciales a la sala”, cuenta Federico Guerra, uno de sus encargados, y detalla: “Si bien le teníamos un cariño inmenso y ahora le tenemos más, porque está más linda, era una sala con algunas carencias y bastante básica, por así decirlo”.

La nueva etapa incluye un cambio de butacas, ya que las anteriores, que habían comprado usadas, cumplieron siete años. Además, la cabina de técnicos se hizo en un entrepiso, lo que despejó la platea y permite más capacidad. El escenario quedó dispuesto en tres niveles: va de pared a pared y tiene mayor profundidad. También hubo renovación de parlantes, consolas, luces, y les dieron un retoque a los camarines. “La sala fue hecha a pulmón, pero también con ayuda de las marcas con las que trabajamos, de bebidas y demás”, explica el director.

Curaduría fraterna

La primera edición del festival se presenta con “una programación intensa y diversa” que transcurrirá “en jornadas en las que las actividades se suceden sin pausa, generando un entorno de encuentro donde público y artistas conviven, comparten y celebran el arte como experiencia viva, irreverente y necesaria”.

Guerra asegura que “siempre estuvo la idea, pero nunca había habido un intento ni nada muy planificado”. En un momento vieron que tenían armadas varias obras del colectivo: Jirafas y gorriones, Cretinos y Snorkel, aquel gran éxito que reflotaron para el festival Nuestra, el verano pasado, en el Sodre. “Y era una única función, nos quedó armada, y además yo estaba trabajando en una nueva obra que estaba escribiendo. Esto me generó más presión para hacerla para este festival. Nos pareció que teniendo ese material era lindo presentarlo todo junto, hacer un repaso por nuestro trabajo teniendo ahora casa propia. La única que queda afuera es Odio oírlos comer. Snorkel fue la primera y nunca la hicimos en La Cretina. Y queríamos culminar ese recorrido con este estreno, que se llama Las cosas que mueren. Después empezamos a ver qué podíamos sumar”. En la programación también está Doña Ramona, en versión de Fernando Amaral, otro de los responsables de La Cretina.

En una zona limítrofe, Doctor Chinaski, el pisicoanalista mediático rosarino, llega con dos shows, uno freudiano, que ya agotó, y un estreno, que increpa ¿Por qué Charly García es el diablo?. El también argentino Gustavo Garzón “ya es un amigo de la casa, que ha venido varias veces”, dice Guerra. Esta vez participa con el documental Buscando a Shakespeare, que codirige junto con Daniel Andres Werner. Siguiendo el repaso de argentinos, en la grilla figura Santiago Gobernoni, que integró el elenco de La terquedad, de Rafael Spregelburd, y fue parte de la miniserie Jorge. Viene a La Cretina con La verdad efímera, un ejercicio actoral que va encadenando historias sin orden cronológico en torno a “la desvalorización de los oficios en detrimento de lo tecnológico, el poder histórico del rico por sobre el pobre, el amor y la muerte”.

Muestra selecta

Como en la selección de artistas estuvo presente la intención de unir todo lo que orbita La Cretina, era infaltable el Foto Club Uruguayo, “que está desde el día 1, siempre con actividades, a veces con talleres, o, como en este caso, con ferias fotográficas y con nuevas exposiciones”.

Como la sala también es parte del circuito de recitales, el festival incluye presentaciones de La Teja Pride, Andy Falcone y Hagopián, Irigoyen y Arenas, además de DJ, como Paola Dalto. Guerra promete que habrá una sorpresa, “una banda medio masiva, no la podemos anunciar”.

En otro registro se acoplan la Fiesta Sensorial, a cargo de Tunda Prada, en la que compartirá dibujos, mapping y música, y el ciclo de lecturas Poeta soporta poeta. Para redondear, Guerra cuenta que incluso la carta gastronómica de La Cretina “ha ido evolucionando mucho”, así que se presenta una nueva, a partir del festival: “Es una parte importante de la casa. La gente va también por nuestras tapas”.

Las cosas que mueren

El próximo estreno de Federico Guerra, Florencio revelación en 2011 por Snorkel, será Las cosas que mueren, pero como al dramaturgo, actor y director le cuesta describir una trama, prefiere compartir un texto que considera que transmite el espíritu del espectáculo: “Y mi hámster murió, mi perro murió, mi abuela, mis padres, todos mis amores y las plantas también. Miré a mi único amigo sonreír y su cara de repente se desintegró. Toqué la panza de mi hermana... sentí pena por su brote de muerte y por ella también. De todas formas compré escarpines. Entonces me encontré sólo... en una habitación extraña, buscando desesperadamente la luz. Finalmente la encontré... y la apagué”.

Sin duda el tema central es la muerte, dice Guerra, sobre la pieza, pero se corrige: “Creo que de la muerte sabemos muy poco, así que en realidad habla mucho de lo difícil del vivir, del miedo a desaparecer y de la muerte de todo sentido, también de la muerte de las relaciones, la muerte de los sueños, la muerte del deseo”. Asegura que es muy distinto a lo que viene haciendo: “Plantea otro juego escénico, es mucho más performática y tiene inclusive partes en verso”.

Festival Cretino, hasta el 3 de agosto, en Soriano 1236 esquina Zelmar Michelini. Entradas en Redtickets entre $ 450 y $ 700.