¿A quién se le ocurre estampar un corazón de lanas rojas y azules sobre el cuerpo gélido de un ave de plumas verdes, acostada en un fondo de hojas secas y protegida por el cristal de un escaparate más parecido al de un santuario que al de un laboratorio científico?

Una visita por la actual encarnación del proyecto Curiosa Naturalia, que comenzó hace tres años, ahora en su tercera entrega, titulada “Compendio de extravagancias inusuales”, podría responder esa pregunta o, en cambio, disparar imágenes desubicadas, sensaciones olvidadas, reacciones muy primarias como el llanto, la euforia o una preocupante desorientación temporoespacial.

Foto del artículo 'Cuando el bricolaje imita la vida y la muerte: tercer capítulo de la muestra Curiosa Naturalia'

Foto: Gianni Schiaffarino

El arte que sostiene esta ocurrencia, instalada en el Museo de Historia Natural Carlos Torres de la Llosa y la Biblioteca Central Carlos Real de Azúa en el predio del Instituto Alfredo Vásquez Acevedo (el liceo IAVA), adhiere a las tradiciones del dibujo, el bricolaje y el taxidermismo, las mezcla armoniosamente y juega con la confusión. Con facilidad puede enlazarse con las películas de Wes Anderson, las marionetas de Víctor, los capítulos de la serie televisiva Atlanta, los seres imaginarios de Jorge Luis Borges, los bocetos de Leonardo da Vinci y la disposición antojadiza de los adornos de un hogar como el de tu tía.

Los curadores, el diseñador gráfico y dibujante Martín Batallés y la creadora escénica Erika del Pino, invitan a los curiosos con “una discusión artística y científica, una aventura de búsqueda y rescate, una colaboración guiada por la curiosidad compartida” junto a “otrxs naturalistas entusiastas” convocados a “hundirse en las profundidades de las colecciones y los laberintos de papel para colaborar, compartir y proponer distorsiones”.

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Foto: Gianni Schiaffarino

Batallés lo pone en otras palabras y deshace la metáfora: “Nos habían dicho que había cosas guardadas debajo de los asientos del anfiteatro, pero nadie les prestaba atención. Un día descubrimos una pequeña puerta, conseguimos linternas y entramos a ese depósito”. El descubrimiento trajo modelos didácticos 3D intactos, como el de un calamar diseccionado colgado en la pared y traído desde París. A su lado, una obra del artista plástico Guillermo Stoll, elaborada con carbones vegetales y tinta de calamar, para la serie Anatomías abisales, crece en circunferencias de una ciudad de músculos.

Gusanos, pájaros, un caracol gigante, escarabajos coloridos, flores de cartuchos, tarántulas y reptiles dialogan sin más movimientos que los de los visitantes, mientras uno se pregunta si se trata de papel, carne o porcelana, lo que de pronto acapara la atención. El paseo también ofrece una banda sonora de la naturaleza mediante grabaciones de la artista visual y sonora Juanita Fernández.

Las lanas son de la diseñadora y bordadora Verónica Carriquiry. Su serie Entrañas enigmáticas y espíritus pequeñitos, una obra inspirada en manuales del propio museo, sorprende no sólo por la rara inspiración. La confección de sus criaturas es un torrente absurdo de creatividad puesto a explorar una vida que de pronto parece cobrar sentido en colores y formas cálidas, lejos del bisturí.

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Foto: Gianni Schiaffarino

Las hojas secas, las flores y los bichos minúsculos le pertenecen a la artista visual Patricia Iccardi. Su obra recrea el orden y el desorden de los reinos salvajes y los pone en contraste con los más civilizados. Así, el caos reina en una reproducción de un clima agreste y amenazante, y triunfa el orden en una colección de escarabajos dispuestos como atracciones de una joyería.

Escaleras arriba, una vitrina exhibe una bestia con espinas en la espalda, más parecida a un tanque de guerra que a un animal. El artista visual y antropólogo sanducero Pablo Obispo despeja las dudas con notas de escritura a mano: “Tatamusgo, o Abatatá, oso de las piedras, acorazado de musgos. Pertenece a ancestros comunes con los xenarthra, un grupo que incluye a los perezosos, armadillos y osos hormigueros”.

Al final del trayecto cuesta olvidar la cuidadísima y delicada construcción ficcional, entretenida y algo provocadora, instalada sobre costumbres e historias pesadísimas y no menos inusuales, y un mobiliario que conserva toda su solemnidad.

“La rareza se encuentra en el ojo de quien contempla”, desliza el texto curatorial, en líneas no menos seductoras que las más célebres de Hannibal Lecter.

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Foto: Gianni Schiaffarino

Curiosa Naturalia. Capítulo tercero. Edición colectiva. De 10.00 a 18.00, hasta el viernes. En el Museo de Historia Natural Carlos Torres de la Llosa y la Biblioteca Central Carlos Real de Azúa (Eduardo Acevedo 1427).