En la fachada del Solís, los afiches colgantes anuncian obras de Beethoven, una cumbre flamenca, una noche de garufa y la interpretación teatral de una novela de Eduardo Acevedo Díaz. Esta semana, además, la atención central de la oferta teatral la ocupa un póster de fondo negro que contrasta los rostros pintados de blanco de dos directores y las flores de una galera de carnaval: “El teatro Solís te invita a Celebrar: una murga en filarmónica”, reza el texto de letras destacadas.
Abajo, el pizarrón más coqueto que se haya visto en tablado alguno informa de las continuadas funciones de jueves, viernes, sábado y domingo. Una fiesta adelantada a su tradición.
Adentro, en el caracol de escaleras del antiguo edificio, Martín García y Edú Pitufo Lombardo ajustan detalles de una propuesta artística y musical que vienen preparando desde el último diciembre.
“Entre las canciones que viviremos se vislumbra el sonido de una historia: el de una ofrenda de amor de un hijo tejiendo la memoria de su madre”, adelanta el texto promocional de este espectáculo “sin precedentes”, que fusiona un coro murguero con la Orquesta Filarmónica de Montevideo” y promete 50 artistas en escena; entre ellos, el actor Imanol Sibes, elegido Figura Máxima del Carnaval 2025 por su actuación en la ganadora Doña Bastarda.
Celebrar, adelantan sus directores, tendrá músicas del género de todos los tiempos y otras inéditas. Escaleras abajo, los ocupa un fragmento dedicado a una de las murgas más originales surgidas en la década de 1980, y una música ligada a un gran compositor del Río de la Plata.
A los interesados en descubrir otras pistas de lo que trama esta dupla de colegas y saber algo más sobre la esencia de la murga, les sugerimos continuar leyendo esta entrevista con la diaria.
¿Qué saben de los bailes de carnaval del Solís?
García: No sé exactamente qué fue lo primero que escuché. Leyendo e investigando sobre la creación de las instituciones sinfónicas en Uruguay, si uno viaja en la prensa a la década de 1920, empieza a aparecer esa realidad del baile de carnaval, tanto en el Solís como en el teatro Urquiza, y luego en el Estudio Auditorio de Sodre. Así que era una actividad muy importante de la sociedad. Esperemos que este espectáculo sea como un eco de aquella época. Hoy resulta difícil hacerse una idea del impacto y del formato de esos bailes.
Pitufo: Yo llegué a ver algún afiche que anda por ahí. Eran bastante particulares en su estética, siempre aparecían algunos motivos que se repetían, como antifaces, serpentinas y una caligrafía muy particular. En el Parque Hotel también había bailes de carnaval.
García En el palier de mi casa, frente al ascensor, pusimos una reproducción de un afiche de esos. Son bien lindos.
Pitufo: Y tienen una cosa medio francesa.
Este espectáculo intenta, de algún modo, rescatar algo del espíritu de aquellos bailes.
García: En primer lugar, por estar donde estamos, pero además por todo el valor simbólico de unir un coro murguero con un elenco como el de la Orquesta Filarmónica. Entonces, más que reproducir el espíritu de una realidad que no vivimos, más bien se trata de imaginarnos allí, o de jugar con eso, a partir de la creación de un espectáculo que es totalmente nuevo. La mayor parte de la música es bastante reciente, y hay algunas piezas inéditas. Por eso, la propuesta, tanto en el enfoque musical como en toda la parte visual y dramática, es muy actual.
Faltan pocos días para la primera función. ¿Qué falta ajustar?
Pitufo: Este último tramo del proceso es de ajustes. Por un lado, tenés todo un proceso de creación y, por otro, el de los ensayos parciales: ensayos de la orquesta, ensayos del coro, ensayos del coro con la batería y luego instancias en las que se unen todas las partes. Al mismo tiempo, tenés la coordinación con el arreglador de la orquesta, Pablo Rey, y con Martín, que es el director de la orquesta. A eso le tenés que sumar un actor, Imanol Sibes, que lleva el hilo de la historia que se cuenta en el espectáculo. Lo fundamental es saber qué está pasando en cada zona.
En el caso de la murga, todavía nos queda repasar algunas canciones con la orquesta, y después tenemos que hacer pasadas para que el espectáculo tenga la dinámica adecuada. Pero todo llevó mucho tiempo de elaboración, porque se escribieron los arreglos del coro, los arreglos para la instrumentación, Martín hizo la elección de la instrumentación, y luego apareció la dramaturgia, escrita por Vanessa Cánepa. Esta última semana es en la que finalizás el telar. Ahora estamos a punto de cerrar la trama.
Otra particularidad de este espectáculo es que hay dos directores en escena. Martín dirige la orquesta y yo dirijo la murga. Eso también implica otra coordinación.
Jugando con la sorpresa de lo que se verá en escena, ¿el espectáculo tiene cosas de la ópera?
García: Lo que se busca es que haya un hilo, vamos a decir dramático, un arco desde el comienzo del espectáculo hasta el final. Pero la gran protagonista es la música. El objetivo, como lo indica su título, es celebrar, y es precisamente eso: una celebración del género murguero reexaminado por medio de este vínculo nuevo, puesto en un prisma en el que se combinan el coro y la batería de la murga con esta formación orquestal. Es una cosa bien nueva.
Existen algunos antecedentes de cosas parecidas, como un espectáculo sinfónico de Agarrate Catalina y otro de Contrafarsa junto con el Club de Toby, pero esto vendría a ser otra cosa. Conciertos de orquestas sinfónicas con coros hay miles, pero un espectáculo concebido desde el inicio con coro murguero y orquesta, no.
García: Hay algún antecedente. Por ejemplo, Federico García Vigil tenía una obra que compuso en su juventud, un concierto para bandoneón con una marcha camión en uno de los movimientos. Después, más adelante compuso un homenaje a [Maurice] Ravel con un tema de Ruben Rada llevado por una marcha camión y con un sector de la orquesta que tocaba una batería de murga, pero con coro, que yo recuerde, no hay un antecedentes.
Pitufo, ¿qué es lo que más te entusiasma de este proyecto?
Pitufo: El aprendizaje de trabajar con un grupo muy grande de gente. No solamente hablo de los que participamos en el escenario, sino también de toda la técnica. Disfruto de ver cómo se arma el espectáculo. Por otro lado, ver la dinámica del ensayo de una orquesta, o ver cómo el arreglador orquestal llega y pone la partitura y Martín se pone a leer y a corregir y ver los detalles; esa cosa minuciosa me resulta muy interesante.
Yo creo que esa labor se toca con lo que sucede con las voces de la murga, aunque se trate de instrumentos diferentes. La voz es un instrumento muy particular y muy único. La sumatoria de las voces de un coro murguero define una tímbrica general como lo hace una orquesta.
Por otro lado, escuchar en vivo una orquesta, con sus cuerdas, con sus percusiones, sus vientos, te permite aprender algo distinto y entender lo que está pasando.
Yo no estoy muy de acuerdo con esa idea de que la música es universal. Una vez leí un artículo muy bueno de Rubén Olivera en el que hablaba sobre un grupo de personas que fueron a ver a una orquesta hindú. Parece que la gente comentaba: “Qué bien cómo sonó esa pieza”, y en realidad la orquesta recién estaba afinando. Entonces hay un código que podemos conocer y otro que tal vez no. Estar inmerso en el funcionamiento de una orquesta para mí es aprender otro código, otro lenguaje.
¿Qué implica orquestar?
García: Es escribir lo que tiene que tocar cada instrumento de la orquesta. En el caso de este espectáculo, el trabajo que hicimos implica un poco más que orquestar, porque eso sólo supone que hay una música que ya existe y que lo que tengo que hacer es distribuirla entre instrumentos con las posibilidades que tengo. Acá se trata más bien de arreglar. Y el arreglador tiene que saber dos cosas: orquestación y qué pueden hacer los instrumentos. Luego, escribir sobre esa base y sobre las combinaciones y las posibilidades que tiene cada instrumento.
También tiene que ver la mirada del compositor. Hay que saber cómo dialogar con la música que ya existe, dónde rellenar, dónde no, dónde dejar que suene la voz, dónde contestar.
A veces es necesario componer para una transición, para algún comienzo o final. El trabajo implica completar todos esos casilleros. Y en tu caso, Pitufo, lo mismo.
Pitufo: Tenés que conocer de la afinación de cada instrumento, de cómo suena, hasta te diría de la construcción de cada instrumento, qué alcance puede tener, hasta dónde va el rendimiento, qué tonalidad, ¿puede rendir una canción para ese instrumento? Nosotros elegimos según nuestro registro coral, pero eso se tiene que adaptar al rendimiento de los instrumentos en su afinación, digamos. Y, por supuesto, hay que definir en qué lugar participa cada voz del coro.
Como decía Martín, a veces las cuerdas no tocan, y lo mismo sucede en el coro de la murga: a veces la música nos pide que haya un dúo o un trío para cambiar la dinámica.
Pensaba que en tu caso, Pitufo, muchos de los maestros con los que aprendiste de murga no habían tenido una formación académica musical.
Pitufo: Sí, eso es algo que ha cambiado con el tiempo. Hoy las dinámicas de los ensayos son diferentes. Dentro de la música también hay una parte intuitiva que es muy importante, y más en un género popular como la murga. Muchas veces uno escucha una pieza de 1960 y el arreglador no manejaba ningún instrumento, ni piano ni guitarra, pero tenía la virtud de un muy buen oído, por un lado, y de un muy buen gusto.
Es más, al comienzo de la historia de este género las murgas cantaban a dos voces. Estaban divididas en una línea melódica, a la que se le llamaba “la real”, y la segunda. Eso lo aprendí en la murga La Matinée. Me la nombraban y yo decía: “¿Qué es la real?”.
García: ¿Y la real es arriba o abajo de la segunda?
Pitufo: Es arriba, es la línea melódica, y la segunda es la segunda voz. Como Los Olimareños, digamos. Braulio López, por lo general, hace la voz melódica y por abajo va la armonía.
García: Claro, pero eso puede variar. ¿Pero en este caso la real siempre es arriba?
Pitufo: Exactamente. Se partía la murga en dos y se cantaba así. Es más, la segunda la inventaba el que tenía más oído de la cuerda de segundos y los demás lo seguían. Eso se fue modificando; después se formó una tríada, apareció otra voz, digamos, y después, con las influencias de quienes fueron ingresando al carnaval desde otras áreas de la música y del teatro, se abrieron otras puertas. Y con otras influencias musicales, según las décadas.
Si vos te vas a la década de 1940, que era la época de oro del tango, vas a escuchar mucho tango en la murga. Si vas a 1960 vas a escuchar el Club del Clan, porque era una música que sonaba mucho en la radio.
García: Los directores no necesariamente eran los arregladores, entonces.
Pitufo: Por lo general no eran los arregladores. En su gran mayoría, cumplían un rol más estético, ligado a la máscara y la mímica. Sí, tal vez, daban alguna entrada y alguna salida, pero los que se encargaban del coro, en su gran mayoría, eran los cantantes. Estoy hablando de 1970 para atrás. Después apareció la guitarra. Ahí se empezó a modificar todo. Y ahora encontramos pautados los ritmos de una murga en un libro. Eso no existía. Cuando nosotros éramos niños, el aprendizaje era ir al tablado a ver y escuchar. Después hubo gente que se ocupó de escribir, de estudiar y de crear herramientas. Pero me parece que también es importante lo otro: el buen gusto y la parte intuitiva.
Este cruce del mundo de la murga y la música clásica viene siendo muy bien recibido en general. A la hora de plantearle la propuesta al elenco de la orquesta o a los integrantes del coro de la murga, ¿encontraron alguna resistencia o prurito?
García: Te diría que no. En la orquesta hay un tema generacional. La música que escuchamos, o que escuchan las personas que integran un elenco como este, es muy variada, incluso no sólo lo que escuchan, sino lo que tocan.
Creo que hay un interés natural, cotidiano, en otras músicas, además de las que tocamos en los conciertos sinfónicos “regulares”, como se dice.
Después están los que son murgueros, dentro del propio elenco. Hay gente que conoce la música que está tocando y que conoce las letras. Pero, en general, lo que percibo es que las reacciones ante propuestas como esta son siempre las mismas: la gente espera a ver cómo suena y a ver qué es lo que suena, y en función de eso, decide si le gusta, si le entusiasma o no. Sobre todo con propuestas que se salen un poco de lo que hacemos habitualmente.
En este caso hicimos una primera prueba. Dijimos: “Vamos a ver si este matrimonio se puede consumar o no”. En diciembre del año pasado hicimos un ensayo que generó un entusiasmo grande.
Recién le preguntabas a Pitufo qué es lo que más le gustaba de esta experiencia; en mi caso, me encantan los coros. Disfruto de estar como nadando en el sonido del coro murguero, con los armónicos que genera, y además es un coro seleccionado por Pitufo y trabajado por él, que es uno de los grandes directores corales que tiene Uruguay. Entonces, es como estar inmerso en un tsunami de sonido de voces, es un impacto físico muy fuerte, y creo que la orquesta también tiene esa vivencia.
El afiche anuncia que vos también salís a escena con la cara pintada.
García Para el afiche hicimos un enorme sacrificio. No sabemos si se va a repetir el día de la función.
Celebrar: la murga en Filarmónica. Jueves, viernes, sábado y domingo las 20.00 en el teatro Solís. Entradas desde $ 900 a $ 2.800 por Tickantel.