El extenso título del documental sugiere algo profundamente dramático: podría interpretarse como el pedido de que el Señor mejore la situación del personaje o, en su defecto, que le otorgue una especie de eutanasia divina. No se puede decir que es totalmente desesperado porque, bueno, quizá el Señor exista y, de ser así, quizá atienda su pedido.

Ese drama va a estar allí, en el fondo de esta película, como un referente, un dato, un marco, pero no es lo que predomina. Señor, si usted existe, por qué no me saca de este infierno es el retrato de Juan Chacho Correa, un veterano que estuvo en situación de calle y, al parecer, complicado con uso de drogas. Chacho supo dar pelea y las cosas mejoraron.

Su historia nos aparece en retazos, montada en breves escenas dispuestas en forma impredecible y no estrictamente cronológica: a veces estamos en pandemia, a veces la pandemia ya está aflojando o ya pasó, y las distintas formas de la barba (y de la no barba) de Chacho también sugieren un ir y venir, decidido, según sentí, por cierta distribución de las situaciones en función de la variedad, más allá del eje que acompaña la progresiva mejoría de su situación, gracias a su tesón, al apoyo de gente solidaria cercana y de valiosos programas sociales (gubernamentales o no).

Los realizadores optaron por no explicar mucho: los eventuales intercambios de preguntas y respuestas entre Chacho y el cineasta-camarógrafo Jorge nunca llegan a configurar una entrevista, ni siquiera una conversación compenetrada, porque casi siempre se dan caminando por la calle, siguiendo cierta pauta tipo “ahora vamos desde aquí hasta aquel otro lugar”. Hay varias conversaciones, pero pocas van más allá de los saludos iniciales y ninguna desarrolla un asunto más o menos completo.

No hay subnarración en voz over y tampoco hay letreros, salvo al inicio de los créditos finales, donde muchas cosas se aclaran con respecto a los ámbitos en que nos estuvimos moviendo. Cuando los personajes hicieron sus primeras menciones a Urbano, en función de mi sesgo cultural, pensé que se referían al gran bajista, cantante y compositor uruguayo, y tardé un rato en percatarme de que se referían a un lugar. Fue recién cuando la película estaba cerrando que me enteré, leyendo la explicación, de que se trata de la sede de un programa, el Espacio Cultural Urbano –que parece estar buenísimo–, enfocado en la promoción de los derechos culturales, dependiente de la Dirección Nacional de Cultura. Esa información me brindó relevantes insumos para reconsiderar algunas de las escenas que había visto (y no estoy seguro de que el relativo valor estético de la incertidumbre, en este caso, brinde una experiencia más rica que la que hubiera podido disfrutar con esa y otras informaciones).

El escritor y ensayista Jorge Fierro (también colaborador de la diaria), director de esta película, integra ese programa, donde actúa, desde 2012, como tallerista de cine para personas en situación de calle. En ese contexto trabó amistad con Chacho y tuvo la ocurrencia de filmarlo en distintas instancias de su vida, en un período que parece haber sido de algunos años. La película da pistas como para que podamos inferir algo de esta génesis, pero lo que estoy contando deriva más bien de lo que leí en la prensa.

Lo uruguayo

Decía que la superficie de la película distaba del dramatismo del título, y ello se debe, sobre todo, a que Chacho es un personaje de una alegría y una positividad contagiosas. Siempre está dispuesto a un chiste o comentario jocoso. Narra las macanas en forma uruguayamente contenida, sin minimizarlas, pero sin coquetear con el llanto. Hubiera sido posible hurgar en las aristas, posiblemente traumáticas, de los recuerdos de su padre, que describe como “negro mano dura”, pero la descripción se da al pasar y sin insistir en la carga pesada.

Vemos a Chacho participar en instancias militantes de organización de personas en situación de calle, y esa militancia implica que hay situaciones bravas que se está buscando atenuar, pero también que hay lucha y esperanza. Y además la situación de Chacho mejora: consigue una unidad en un complejo de viviendas-contáiner para personas que no tenían techo, un espacio luminoso que Chacho arregla tan lindo, que me dieron ganas de contactarlo para que venga a decorar mi apartamento. Luego vemos que cambió su viejo televisor de tubo por uno moderno, de pantalla plana. Se mueve a sus anchas por su barrio de la Aduana, donde nació y donde tiene más amigos que Roberto Carlos. Y se consigue un laburito limpiando baños públicos. Toca el tambor, tesoro de la cultura de este país que otorga momentos de éxtasis y descarga a quienes, como Chacho, tienen el privilegio de saber tocarlo bien.

Pese a la duda contenida en el título de la película (que viene de una frase suya, narrando un momento previo al rodaje), tiene una sólida fe religiosa y duerme todas las noches con su Biblia bajo la almohada. Y sigue buscando mejorar todo lo que no está bien en su vida. Por supuesto, los talleres artísticos son una de esas instancias (en el de cine reconocí al añorado gran cantante Heber Píriz, fallecido en 2021).

Esa combinación de elementos configura una especie de guiso audiovisual preparado con varios ingredientes, que es muy importante que estén registrados y que se proyecten en una pantalla. Rostros, maneras de hablar, de vestir, de gesticular, acentos, formas de saludar, de festejar. Los tambores, la hinchada de Peñarol, la fila para visitar a alguien en una cárcel. Las menciones a angustias específicas: lo más crítico del desempleo puede no ser la falta de dinero, sino la carencia de un factor que contribuya a ordenar el día y a ocupar la mente. Las dinámicas del comedor, el abrigo, la discusión gremial. Relatos de un pasado en la calle (luego de haber sido desalojado del conventillo donde vivía). Además están, muy importantes, el notorio afecto, la alegría de estar juntos y de compartir, el respeto mutuo entre Chacho y Jorge, otro aspecto importante en la textura de esta película.

La sucesión de escenas está puntuada por unos cuatro o cinco interludios en cámara lenta, que son los momentos en los que se escucha la música onírica del siempre excelente Valentín Abitante. Él es uno de los muchos talentos que encontramos en la ficha técnica de esta película, que contó con el montaje de Guillermo Madeiro, el sonido de Andrés Costa y la producción de Valentina Baracco y Eugenia Olascuaga.

Caso aparte

Sería reductivo decir que se trata de una película “sobre la pobreza”, porque es, ante todo, el retrato de un personaje intransferible. Pero es imposible, por otro lado, omitir el hecho de que ese personaje termina ejemplificando aspectos de una realidad más grande que la suya individual.

El documental asume un enfoque especial, porque parece no perder la conciencia de ese papel de ejemplo, pero lo hace sin que eso implique nunca una reducción, sin perder el interés en los rasgos particulares de su personaje principal y de cada uno de sus amigos. Existen muchos retratos artísticos de “personas pobres”, y a veces pareciera que la pobreza es una especie de raza o discapacidad, es decir, una condición intrínseca a la persona. Acá, sin embargo, es claramente un pozo en el que el personaje cayó y del que parece estar zafando (el infierno quedó en el pasado).

Es un retrato que no busca aligerar la dureza de algunos aspectos de su situación, pero se rehúsa a omitir la presencia de unas cuantas bellezas que pueden impregnar una vida en cuanto haya espacio para el ejercicio de facetas esenciales de lo humano (afecto, ocupación, creatividad). Sin asumir nunca una postura propagandística, la película termina funcionando como un tributo a todas las instancias que habilitan ese ejercicio de lo humano, sea en la forma de programas asistenciales institucionalizados, de la existencia del arte, de la importancia de la comunidad y de la militancia. A todo eso, podríamos extrapolar, se suma la importancia de películas como esta.

Señor, si usted existe, por qué no me saca de este infierno. 86 minutos. Estrena el jueves 4 en Cinemateca y Sala B del Auditorio Nelly Goitiño. Función especial en el Centro Cultural Florencio Sánchez a las 20.00.