Muchos de nosotros y muchos de ustedes estábamos tensionados el viernes de noche cuando, en el límite mismo del tiempo estipulado para aprobar una nueva constitución de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) –el estatuto–, no sabíamos qué pasaría. Pocos queríamos que la irresponsabilidad, el egoísmo y el despotismo de algunos electores –que no los clubes y su gente, que necesariamente son una expresión colectiva amplia– nos dejaran sin fútbol institucionalizado como lo concebimos desde que nacimos. Muchos de ellos, como en Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991), preferían acelerar rumbo al abismo.

Es por lo menos extraño que la mayoría de nosotros, de ustedes, que nada tenemos que ver con una organización de la que no formamos parte y en la que no tenemos voz ni voto pero entendemos como nuestra y vivimos, gozamos y sufrimos al ritmo de su latir, nos involucremos tan profundamente a la hora de angustiarnos y casi entrar en crisis, mientras que los verdaderos involucrados parecen no inmutarse.

Cuando llegaba la noche, Pedro Bordaberry, presidente de la Comisión Interventora de la AUF, decía: “Acá no termina nada; al contrario, esto recién empieza”. Dio sensación de película circular de Quentin Tarantino, que, claro está, bien podría ser Pulp Fiction (1994), y ese no es el final sino el inicio: ahí está la parejita en la fuente de soda, filosofando el golpe entre tazas de café a demanda y azucareros con su cristalino elemento en caída libre.

Fin y principio

Dice el senador Bordaberry, también sin que nadie le cuestione o repregunte, que “ahora es turno del gobierno, que debe aprobar”. Es ahí cuando el abogado, ex ministro, representante nacional de varias legislaturas y candidato a la presidencia comete una gafe no esperable para un experiente ejecutivo de las formas de administración de una nación democrática: no es el gobierno, es decir, no es la administración frenteamplista la que debe decidir nada, absolutamente nada, acerca de la formulación o reformulación de los estatutos de una asociación civil, sino que el control, la fiscalización, la aprobación, la discusión y la corrección le corresponde, desde tiempos inmemoriales, al Ministerio de Educación y Cultura (MEC), sin importar quién es el presidente ni qué partido tiene mayoría parlamentaria.

Esto recién empieza porque el MEC deberá aprobar lo actuado en función de cómo se lleva adelante la vida institucional de las organizaciones que son personas jurídicas en Uruguay. Lo mismo sucederá con la Secretaría Nacional del Deporte (SND), órgano rector del deporte público institucionalizado del país.

Esto recién empieza porque las nuevas directivas, votadas por unanimidad pero aceptadas a regañadientes y dibujando mayorías, ahora deben reglamentarse para que puedan ser aplicadas. Esto recién empieza porque habrá que conformar gobiernos, formular y reformular organismos y organigramas, acoplar y adecuar no sólo nuevos votos sino, fundamentalmente, nuevos o viejos integrantes ahora reconocidos, visibilizados y aceptados como parte esencial del todo.

¿Acaso alguien, en pleno siglo XXI, puede dudar de la importancia fundamental de los futbolistas en los entes que rigen la competencia y todas sus derivaciones deportivas, laborales y comerciales? ¿Alguien puede poner en cuestión que los más de 600 clubes que componen la Organización del Fútbol del Interior (OFI) son la gran factoría de futbolistas de nuestro país formando, aglutinando y promoviendo muchachos y muchachas que en unos días, en unos meses, en unos años, serán la bandera de las representaciones nacionales con la celeste? ¿Pueden tener la misma representatividad los 20.000 o más futbolistas que cada año compiten a lo largo y ancho del país, que 15 clubes que circunstancialmente integran por cuestiones deportivas la divisional amateur de las competiciones patrocinadas por la AUF? ¿Puede el fútbol femenino ser tratado como un subproducto colateral del órgano insignia y representativo de la mayor expresión sociocultural del país? No, seguramente, para muchos de nosotros y otros tantos de ustedes no, pero para ellos sí.

Pulp Fiction

“Llevo años diciendo esta mierda, y cuando alguien lo oía es que iba a morir. No había pensado mucho en lo que significaba, simplemente creía que era un rollo que le soltaba a algún hijo de puta antes de pegarle un tiro, pero esta mañana vi algo que me ha hecho pensarlo dos veces. Ahora se me ocurre que tal vez significa que tú eres el hombre malo y yo soy el hombre recto, y que el señor 9 mm es el pastor que protege mi recto culo en el valle de la oscuridad. O será tal vez que tú eres el hombre recto y yo soy el pastor, y que este mundo es injusto y egoísta. Me gustaría eso, pero ese rollo no es la verdad. La verdad es que tú eres el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos. Pero me esfuerzo, Ringo, me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor”.

Por eso, antes de que Jules (Samuel L Jackson) amague con un mensaje que se sabe de memoria y que le parece apropiado para la situación y empiece otra vez con Ezequiel, 25:17, y arranque con “El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad”, deberá ponerse en práctica el ejercicio de un Congreso que deberá votar, ya no entre 19 voluntades, como ahora, sino entre 76, un nuevo órgano ejecutivo compuesto por un presidente y seis miembros más entre los que deberá haber por lo menos una mujer, así como la Comisión de Contralor y Transparencia, que tendrá “las más amplias facultades de supervisión, vigilancia y contralor respecto a: cumplimiento del estatuto, cumplimiento de los contratos, cumplimiento de los procedimientos de contratación y/o adjudicación con terceros”. Estos tres integrantes saldrán de tres vertientes distintas: uno por el fútbol profesional (la A y la B), otro por el fútbol amateur (integrado por la C, OFI, fútbol femenino y futsal) y el último por los grupos de interés (jugadores, árbitros y entrenadores).

Una vez que el MEC y la SND aprueben el articulado del nuevo estatuto, y en paralelo con el avance de la reglamentación de los distintos aspectos, se estará en condiciones de llamar a elecciones bajo las nuevas normas, es decir, las de un Congreso que contará con 76 votos, hasta tanto no se den las condiciones para la membresía de la Liga Universitaria de Deportes (LUD) y la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI).

Estos 76 votos iniciales se discriminan de la siguiente manera: 32 de la A (cada club tendrá doble voto), 14 de la B y seis de la C, que representan 68% del total, además de los 11 votos que tendrán los futbolistas de estos estamentos, más los nueve votos de la OFI, más un voto para el fútbol femenino, uno para el fútbol sala, uno para los entrenadores y uno para los árbitros, que como nuevos integrantes plenos suman 22% de los votos. En purismo, el fútbol profesional –es decir, aquel en el que los clubes están obligados a tener una contraprestación económica convenida con un contrato mínimo– tiene 60,5% de los votos posibles, pero por lo menos ahora es difícil separar a esos clubes de los que circunstancialmente están en la C, por lo que los clubes que compiten en la AUF siguen teniendo largamente mayoría de dos tercios.

Cuando todo vuelva a empezar, cuando se elija presidente, sus tres acompañantes promovidos por él más el representante que eleve el fútbol profesional, más el de la OFI, más el los jugadores, en febrero o marzo de 2019, ya tendremos temporada, ya tendremos campeonatos en juego y tendremos la vana ilusión de que todo tenga un buen fin.