El devenir histórico lo deja manifiesto: tanto el fomento como la práctica del deporte han sido investigados y analizados por organizaciones estatales, organizaciones internacionales (generalmente privadas), el propio Estado, gobiernos de menor escala y hasta por la propia sociedad. Ya no es nuevo justificar, ni siquiera señalar, que el deporte traspasó los límites de la política, de la economía, de la salud y hasta de lo cultural. O mucho mejor: unificó esos criterios –a veces todos juntos, en otras con algunos combinados– para hacer de sí una cosa más ajustada a los tiempos actuales.

En Uruguay la mayoría de las últimas políticas aplicadas sobre (o junto a) el deporte han estado dirigidas a lo social. No parece un capricho, sino que tiene justificaciones lógicas: la actividad física es un derecho de la población y, como tal, debe tener y otorgar las mejores posibilidades para que su desarrollo sea eficaz. Además, la actividad física deportiva es un medio para mejorar la salud. El deporte es un claro agente de prevención en ese sentido, a tal punto que sería difícil contradecir que una población activa es sinónimo de una población más sana. Por último, pero no menor, el deporte como actividad física es una actividad formativa en la que fluctúan la constitución y el afianzamiento de los valores que queremos tener como sociedad.

Estas son algunas de las razones de por qué, con el tiempo, el deporte es casi que intrínseco en cualquier programa de gobierno. Un poco más acá, un poco más allá, ninguna base programática podría dejarlo de lado, mucho menos en los tiempos eleccionarios que se avecinan.

En el accionar

El 27 de octubre de 2019 será la primera vuelta de las elecciones presidenciales. De ser necesario, casi un mes después, el 24 de noviembre, será la segunda y definitiva vuelta. Con esto en el horizonte, los encares políticos de todas las temáticas ya se perfilan. Y el deporte juega.

El Frente Amplio (FA), por estructura y por ser el partido de gobierno desde hace tres períodos, tiene una acumulación importante en materia de deporte y políticas de Estado. De hecho, en 2015, el Poder Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto de ley para la creación de la Secretaría Nacional del Deporte (SND) como órgano desconcentrado dependiente de Presidencia de la República, algo que se hizo efectivo el 20 de julio de ese año, cuando se promulgó la Ley 19.331. Desde ese entonces, tal y como lo expresa en su misión, la SND “es el organismo rector de la actividad física y el deporte, define las políticas, los objetivos y las estrategias del sector favoreciendo el desarrollo social y la salud de los ciudadanos. Asimismo estas acciones constituyen un factor de educación y una gran herramienta para construir valores, convivencia y cohesión social”.

No es difícil prever que el rol de la SND sea fundamental. En eso coinciden los actores políticos. Las políticas sobre deporte que el futuro gobierno pretenda desarrollar deberá canalizarlas por ella (al menos en su mayoría, porque tampoco es menor el rol que ocupan los gobiernos departamentales, muchas veces iniciadores de políticas descentralizadas).

¿Habrá cambios? ¿Se profundizará al respecto? Difícil saberlo, aunque hay manifestaciones al respecto: las bases programáticas 2020-2025 del FA lo dicen a texto expreso: “Es necesario proseguir en la modificación de la estructura institucional que favorezca una mayor jerarquización, descentralización y participación social en los procesos de gestión del Estado, promoviendo el avance en el camino de transformar la actual Secretaría Nacional del Deporte en ministerio”. Consultado por Garra, el diputado blanco Armando Castaingdebat, referente de Deporte de su partido, dijo: “El período pasado le dimos los votos al Frente para formar el Ministerio de Deporte. No significaría mucho dinero más. La SND funciona, de eso no hay dudas. Pero si vos lo dejas colgado desde Presidencia de la República, no podés generar políticas a largo plazo, va a depender más de la voluntad y el humor del presidente de turno. Aunque para la gente tampoco sería prudente hablar de un ministerio nuevo en estos momentos”.

En el mismo sentido, aunque con matices, la diputada colorada Valentina Rapela, presidenta de la Comisión de Deportes de la Cámara de Representantes, también tiene una posición tomada respecto de la SND: “Cuando se creó fue muy cuestionado porque era un órgano que dependía de Presidencia. Voté la creación con muchos miedos porque no podemos controlar, depende de la voluntad de Presidencia. Pero hasta el momento ha trabajado de manera excelente, con apertura para trabajar desde lo colectivo”.

Marcos teóricos y proyección

Para abordar la temática de forma más detallada conviene separar el concepto deporte en tres variables: deporte y educación, deporte comunitario y deporte federado o de competencia.

Con respecto al primero, la educación física dentro de la educación formal, en 2018 se cumplieron diez años de la aprobación de la ley que declaró la obligatoriedad de la enseñanza física en los centros educativos. Fue un éxito y se alcanzó a la mayoría de la población, entre escolares y liceales hasta ciclo básico. Pero es necesario más y mejor: de ese casi 100% de practicantes de deporte en la niñez y la adolescencia, la población adulta baja a niveles menores que la mitad.

El profesor Arnaldo Gomensoro, referente de la materia en el Frente Amplio e integrante de la Unidad Temática de Deporte, fue claro al respecto: “Uno de los cambios que debemos profundizar en la educación física formal es tratar de convencer de que hay que pensar hacia el futuro. No sólo desarrollar capacidades para el momento, algo que es súper importante para los niños, sino crear cultura de participación deportiva y de conocimiento. Eso no se aprende solo, hay que enseñarlo. De alguna manera hay que encausar lo que hay, que es muy bueno, para que luego de la obligatoriedad la gente elija continuar haciendo deporte, ya sea desde lo comunitario o si sigue el rumbo de lo profesional”.

Castaingdebat, por su parte, dice que se puede. “Un poco lo hicimos en Flores. Logramos llevar el deporte, con profesores de educación física, desde preescolar hasta adultos mayores, ya sea desde lo formal o desde los clubes u ONG. El Estado tiene que facilitar eso. Es distinto, sí, un departamento que un país. Pero la cosa es a escala y los recursos tienen que ver en el contexto. Más que recursos, es una definición política”, comentó a la diaria.

Entre lo comunitario y lo federado

Una cosa lleva a la otra: para avanzar en la universalización es necesario un soporte que organice y fortalezca la práctica del deporte. En tal sentido no es menor la fuerte inversión que la SND (en muchos casos acompañada por gobiernos departamentales o locales) ha realizado para mejorar plazas de deportes, gimnasios, pistas, piscinas y ciclovías en todo el país. Si hay mejor o más diversa oferta, sustentada en buenas herramientas o en espacios físicos de nivel, la participación activa de la población aumenta.

Rapela, Gomensoro y Castaingdebat coinciden al respecto. También están de acuerdo en que hay que generar más conciencia deportiva, convenciendo a la gente de que la actividad física mejora la calidad de vida.

Aunque con diferencias en las formas de aplicar las políticas, los tres referentes consultados por Garra creen que el deporte también es un buen agente para mejorar la convivencia. “Hay que usar el deporte como instrumento, como vehículo o medio para conseguir cosas. Un ejemplo: el rugby puesto en zonas de contextos críticos. Eso ha funcionado. De la misma forma en que lo usan en las cárceles sería bueno llevarlo a mayor escala. El deporte como instrumento para solucionar problemas de salud, problemas de fractura social, de inclusión, de deserción, de drogas”, sintetiza Castaingdebat.

Atender las exigencias del deporte de competencia (o federado, a los efectos) es una necesidad. Siempre está latente la idea de más presupuesto para las federaciones. Rapela, Gomensoro y Castaingdebat lo saben, y cada uno expone.

Gomensoro: “La financiación termina siendo siempre del Estado. El apoyo del empresariado uruguayo es muy débil. La mayoría de las veces que una empresa financia deportistas termina exonerando impuestos. Entonces, ¿quién paga esa exoneración de impuestos? El Estado. De todas formas, hay que mejorarlo. El Frente propondrá un acuerdo nacional de deporte en el que participen todos los actores, una actualización del Plan Nacional Integrado de Deporte y la creación del Sistema Nacional de Alto Rendimiento, entre otras cosas”.

Rapela: “En diferentes instancias me he reunido con todas las federaciones que integran el Comité Olímpico. Reclaman su lugar para los deportistas en desarrollo. Hay que darles visibilidad. Es necesaria la creación de un centro de alto rendimiento –sin ser para básquetbol y fútbol, que tienen sus lugares–, para quienes no tienen o deben ir al exterior a entrenar”.

Castaingdebat: “El Estado tiene que hacer mucho. No sé si más o si menos. No te podría dar los números de lo que está haciendo. Me consta de que se hacen cosas. Probablemente tengamos algún perfil diferente, pero creo que todas las federaciones no son iguales y darles el mismo apoyo a todas no significa mejores resultados, sobre todo porque los recursos no son infinitos. Hay que ver bien dónde”.

Mundial 2030

El gobierno actual pasó la pelota: oficializó el deseo de organizar el Mundial 2030 junto a Argentina y Paraguay. Este tema estará inevitablemente en la agenda del próximo gobierno porque es algo que se resolverá, máximo, en un par de años.

Gomensoro dijo que la “decisión no pasó por la unidad de programa [del FA]. No nos expedimos. Va a ser dificultoso. Hay competidores muy difíciles. También hay que discutir cómo inciden los eventos internacionales en el país. Son temas pendientes de una resolución programática”.

La diputada Rapela, por su parte, dijo que si bien el partido no tiene postura aún, ella tiene “una visión muy particular: Uruguay no está preparado para hacer un Mundial, hay muchas deficiencias, somos un país muy chico. Primero tendríamos que abordar todas las necesidades que tiene el fútbol y los demás deportes como para después pensar en hacer un Mundial. Hoy en día en cuanto a infraestructura no estamos preparados, por más que sea en conjunto”. Además, comentó que preferiría que se abordaran otros temas, como la violencia en el deporte, la institucionalidad del fútbol en Uruguay o el proyecto de regular derechos de imagen para deportes televisados.

Por haber formado parte de la Comisión Normalizadora de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Castaingdebat la vio de cerca. “Participé en reuniones, si bien es cierto que lo hice antes del papelón en la final de la Copa Libertadores. Después de eso no ha vuelto a haber reuniones. Creo que hay que seguirla, hay que hacerlo. Esa es mi postura. Si no terminamos en Mundial, que sea un Mundialito. Por supuesto que Uruguay solo no está capacitado, eso es inviable. No podemos aspirar a más de una sede y el partido inaugural o la final. Pero insisto: hay que seguirla”, argumentó.