Fue una derrota dura la de Peñarol en Tucumán: por lo que supone haber quedado muy comprometido para avanzar a la próxima fase, por dejar de depender de sí mismo cuando falta un solo partido, y, además, por no haber podido alinear nunca su imagen con aquella que se ha cimentado a lo largo de su historia. No tuvo juego ni conexión cuando empataban, no tuvo reacción desde que empezó a perder hasta que el resultado final se inscribió en el formulario, y ahí hubo más de media hora para intentar torcer ese destino.

Para seguir adelante Peñarol deberá vencer a los bolivianos en la última fecha y esperar un resultado favorable a sus intereses cuando en Asunción jueguen paraguayos y argentinos: que no empaten.

El nudo de la cosa

Fue muy enredado el comienzo en​ Tucumán, y también el desarrollo del partido. Es cierto que estas contiendas no involucran solamente la competencia de los 90 minutos, sino que las variables de las posibilidades de clasificación, y los resultados posibles y/o necesarios para seguir adelante son determinantes para los tipos y desarrollos de juego.

El planteo de ​P​eñarol apuntaba en principio a sostener con responsabilidad el empate, que hubiera sido un resultado esperanzador. Atlético​ Tucumán, necesitado de una victoria y empujado por su parcialidad, que colmó el estadio, salió desordenado a tratar de desnivelar la fuerte media cancha y defensa de Peñarol. El juego fue permanentemente cortado por faltas de uno y otro lado, pero solamente en el espacio que iba de área a área, razón por la cual ni siquiera se generaban tiros libres de peligro. A los 25 minutos, en una jugada preparada, Atlético Tucumán estuvo cerca de vencer a Kevin Dawson cuando el Pulga Luis Rodríguez se la puso en diagonal a Cabral, que no estuvo fino en el momento de definir.

Después más nada, y dio la impresión de que a Peñarol le gustaba flotar en el limbo de ese empate inconexo y sin sustancia. La salida de Mathías Corujo por lesión tal vez haya agravado aun más la prestación del equipo de Ramos.

Parecía, pero no

Salió mucho mejor el mirasol en el segundo tiempo, y en los primeros cinco minutos estuvo muy cerca de marcar. Maxi Rodríguez y Agustín Canobbio podrían haber hecho el primer gol en el arranque del complemento, cuyos primeros minutos se jugaron sólo en la cancha del decano tucumano.

Pero a los 13 minutos, inesperadamente, llegó el gol que desbarató todos los planes y proyectos a futuro de Peñarol, que debió ocuparse con creces del presente. Fue una pelota que no pudo controlar en la media cancha Guzmán Pereira; la buscó Luis Rodríguez, que habilitó a Leandro Díaz que, a su vez, con un quiebre en el área, se quitó el último obstáculo y metió terrible zurdazo que venció a Kevin Dawson. Luego, Dawson salvó el segundo con un inmenso mano a mano frente a Rodrigo Aliendro.

Dejó un poco de frustrante sensación haber perdido el timón de las ilusiones, pero ahora ya está y habrá que esperar a ver qué pasa con la dilucidación del grupo C en la última fecha, conociendo ya que la condición sine qua non es que Peñarol gane y se le dé un resultado favorable en el otro partido. Una lástima.