Florida está de fiesta, hubo fútbol en el Campeones Olímpicos. Como en El baño del papa, los puestos de chorizos se instalaron en las cercanías de las puertas. Fue cayendo gente al baile, entre los humos de las parrillas y un rumor de redoblante más allá de los muros. Más allá de los muros cuelga la ropa, atrás de uno de los arcos. Detrás del otro, una pareja acomoda las playeras sobre el techo levemente inclinado de su casa. Es el palco no oficial. El resto, tribunas bajas llenas de bolsos. Más allá del campo hay gente subiéndose a donde se pueda, conforme se acerca el pitazo.
Los bombos y los primeros temas de la playlist ronca de los hinchas. Al minuto el primer bombazo que surcó los cielos, otro que se perdió más allá de los muros, donde la callecita. Después un córner y el primer suspiro sobre el arco de los del barrio Simón Bolívar.
En el siguiente córner otro suspiro en el parietal de Guzmán Corujo. En un balinazo de Felipe Carballo pudo estar la apertura, pero en el rebote de un arquero sorprendido la sacaron lejos. Nacional asediaba. Boston River, sin embargo, la ponía al piso cada vez que podía.
El cuarto árbitro se abrigó cuando la tarde cayó. Unos hinchas negados en la puerta alientan desde otro techo, en este caso el de un bondi. Toman cerveza. Adentro, lo incierto. Hay fuegos artificiales tardíos, cornetas agudas y garrapiñada.
El partido entró en conversaciones. Los oradores principales fueron Abreu y Rafael García. El fútbol es diálogo. Nacional jugó con cuatro en el fondo y García como típico 5 criollo. Por delante Matías Zunino, Felipe Carballo y el Chori; arriba, la botijada. Boston River con Carlos Valdez también en línea de cuatro, cuatro más por delante, Abreu y Facundo Rodríguez arriba.
0-0 hasta que, apenas pasados los 40, tras un desborde, el juvenil Thiago Vecino la da en el travesaño y, en el rebote, Carballo, al alpiste, abre la cuenta. El murmullo más cercano son relatores enardecidos.
El sol insistió y el fútbol también. Apenas nacido el segundo tiempo cayó el segundo por obra y gracia de Zunino en combinación con Matías Viña, un ilustrado. El 2-0, dicen, es el peor resultado. Nacional creció y dominó el reloj.
El Tato Martín García, ni lerdo ni nada, dio ingreso al venezolano Gelmin Rivas, para el ataque, y a Miguel Amado, el experiente, para el control de la ansiedad. El venezolano quiso. Abreu ausente y conversador. El pregón de la garrapiñada es pura fonética. Tras gran jugada de Bryan Ocampo, el ingresado Gonzalo Bergessio casi lo liquida. Boston River se fue apagando con armas propias. Nacional sostuvo lo cosechado. Ganó en cancha ajena, lejos de los escenarios comunes. Y la hinchada, claro, pidió por el campeonato en el bis del final.