Ignacio Nicolini se agarró de la reja del córner como si de la Bombonera se tratase. Alguien del otro lado pareció indicarle a dónde debería ir el centro. Pero para eso en realidad estaba el Lolo Favaro, con su tradicional gorrita azul con el trébol verde de una comunidad anglosajona, doblada en la visera como si quisiera esconder o al menos sombrear sus ojos estrategas.
A Christian Ferreyra le recordaron más de una vez aquel partido con Wanderers; el rencor de la tribuna protestó cada pitazo. Racing quiso y quiso, fue más todo el primer tiempo; el Boston tiene con qué aunque le haya costado todo el campeonato, arrastrando promedios, colgando de las tablas en un naufragio anunciado. Para la visita del barrio Simón Bolívar, la prestancia de Carlos Valdez en el fondo, la presencia de Sebastián Abreu en el banco de los relevos. Para los locatarios de Sayago, el histórico Líber Quiñones, a horas de haber despedido a su madre a esa otra vida incierta del recuerdo. Lo primero que sonó en la tarde fue el silencio del minuto previo, el respeto al goleador querible, que apretó en sus párpados la película sensible de su más tierna infancia.
Se respiró el descenso en la cancha de la bajada. El descenso es el olvido, la vergüenza. El resto es revancha. El fútbol son revanchas. En el entretiempo los pibes que alcanzan las pelotas probaron más veces al arco que los propios cuadros. Los regadores, con viveza criolla, solo se encendieron del lado a invadir por la localía. Racing ganando se salva, perdiendo agoniza. Boston River en la cornisa de un abismo que conoce.
El Mosquito Nicolás Sosa las peleó todas, hasta las impensadas. Líber jugó con la voz de su madre en los oídos, el consuelo después de cada derrota. Otra de Quiñones desde afuera. La tribuna lo acunó en griteríos. Aunque gritar el gol antes de que sea sigue siendo la superstición más comprobada.
Una sorpresiva aparición de Diego Coelho puso arriba a Boston River, 1-0. La roja a Matías Mirabaje terminó de desatar la ventolera ansiosa de la tabla. Sacar al goleador para poner a Nicolás Royón le costó una sarta de disparates a Favaro por “sacar los jugadores del club”. El dolor de pertenecer. El cigarro del descenso es tabaco negro sin filtro.
“Transpiraron la camiseta”, dijo un relator casi sin gola. Boston River respiró al menos por un rato, Racing se hundió en la estresante agonía de fin de año.