A mediados de 2015 Leandro Ezquerra volvió a Uruguay luego de vestir la camiseta negriazul del Huachipato de Chile. En 2016, vestido con la de Racing de Sayago, empezó la carrera de Educación Física y en cuatro años duros la fue liquidando. Salió de concentraciones para dar exámenes, volvió para dormir en ese ritual que mucho tiene que ver con los sueños: “Me dieron esa libertad”, dice, y habla de la educación como un desafío.

Torque atravesó un duro camino para el ascenso, fue contundente, no titubeó. Aprovechó las condiciones y se enfundó en la rebeldía de sus jugadores que supieron estar del otro lado de la historia. “Bella Vista nos costó un montón, Central nos ganó, Tacuarembó nos costó también. Con Central fue el partido que jugamos mejor, pero erramos; con Tacuarembó y Bella Vista sufrimos. Al único que liquidamos temprano fue a Albion, porque le hicimos un gol en los primeros minutos y le echaron a uno. A la motivación especial de jugar en el estadio Centenario uno se va acostumbrando, y entonces la motivación más grande pasa a ser la del rival que no juega nunca”.

Luego de un periplo futbolero que empezó con el ascenso de River Plate en 2004 y la camiseta sub 20 más linda de todas, tras haber sudado percales lejos y cerca, Leandro Ezquerra es la manija del equipo revelación de los últimos años, que logró dos ascensos en tres años y que tiene el desafío de establecerse en la Primera División de Uruguay con escuela inglesa y raíces criollas.

En un momento parecía mentira que todo lo que se decía fuera a pasar con Torque, pero las condiciones están a la vista.

Sí, podía ser todo cuento, pero realmente están apostando y trabajando. El año pasado surgió Federico Castellanos, que fue vendido a la MLS y estuvo citado a la sub 23 de Argentina. Entonces ahí empiezan a desquitar, a tener visión. Él venía de jugar en la B; tenía condiciones, veías que era distinto, que tenía potencial. En el Intermedio explotó, jugó siete u ocho partidos y se lo llevaron. Todo es real y siguen intentando mejorar. Desayunamos todos los días y últimamente un día por semana almorzamos. Las inferiores tienen otro complejo que es por la Interbalnearia, y hay camionetas que los llevan y los traen. Nosotros entrenamos nueve y media. Ocho y media tenemos que desayunar; eso nunca me pasó, en ningún equipo, ni afuera. En un momento lo naturalizás, pero eso no pasa nunca. En el mejor de los casos en Defensor tenía fruta después de entrenar, pero después siempre me la llevaba yo. Acá tenemos proteínas, frutas, hay un nutricionista que siempre está midiendo, haciendo énfasis en los pesos, en los pliegues.

¿Se acostumbran a ese nivel de profesionalismo?

Lo que pasa es que te están exigiendo siempre. Obviamente los más grandes tenemos más desarrollado el profesionalismo por la experiencia, por haberlo vivido. A nosotros es a quienes menos nos cuesta porque estamos acostumbrados, pero en Torque, al aún no tener una escuela en inferiores, es normal que a los más chicos por ahí todavía les cueste entender. No es como Defensor, como Danubio, que ya vienen con una escuela de antes. Generalmente los pibes vienen de otros cuadros, y sólo los de cuadros grandes tienen otra cultura deportiva. Torque es un club nuevo, acá todo se está haciendo, se está armando. En las categorías grandes están Tony Gómez, Mario López. En las categorías más chicas el responsable es Ramiro Roascio, ahí está el modelo más puro.

¿Te pensaste estando en otros equipos con condiciones inferiores, como la mayoría?

Nosotros, que somos jugadores, sabemos que eso cuando empieza el juego se termina. Incluso al contrario puede darle un plus, porque vas a jugar contra un equipo que supuestamente tiene todo. La motivación puede ser el doble, porque siempre está esa rebeldía. Yo siempre les digo a los gurises: aprovechen esto porque esta no es la realidad. Esta es la excepción. Sacando los equipos grandes, en el resto vos sabés que la tenés que sufrir. Nosotros estamos jugando con jugadores que de repente no cobran o que no saben cuándo les van a pagar. Es la normalidad del fútbol uruguayo, me pasó mil veces tener que ir a pelearme, tener que irme porque no me pagan, tener que reclamar. La pregunta cuando entrás al vestuario es cuándo cobramos, y acá eso no existe: llega el 10 y sabés que el 10 cobraste. Por eso les digo a los gurises: la escalera para abajo es dura. Te acostumbrás, la luchás y nadie se muere; al fútbol lo disfrutás igual, pero si tenés la oportunidad de tener un club que te da todas las condiciones, que hace que no te falte nada, que cumple lo que te promete, no la pierdas. Pero a la hora de jugar eso cambia; obviamente que tenés una supuesta ventaja deportiva, pero acá en Uruguay eso influye poco, en otros lados influye más. Las condiciones de la cancha pueden hacer que el que está mejor haga la diferencia, y acá muchas veces por eso se empareja. Los partidos son siempre duros, los jugadores todos somos mañosos, se ensucian los partidos, se complican, se hace difícil. En otros países que no tienen cultura futbolera con estas características sacás ventaja; acá ya sabemos cómo complicar al otro antes de enfrentarlo. En el día a día Torque es muy disfrutable, pero los partidos son siempre duros, y a los uruguayos nos encanta eso.

¿Qué se sabía y qué se sabe del viaje a Mánchester?

El 26 de noviembre viajamos. Nadie se lo esperaba, nosotros no sabíamos nada. El día que subimos, que logramos el ascenso, fuimos al hotel con las familias a comer algo y ahí nos dijeron. Diego Gigliani, el director del grupo, lo comunicó. Dijo que él venía seguido y que ahora nos tocaba ir a nosotros. Todo el mundo como loco. Vamos a conocer las instalaciones, a ver un partido, a entrenar; todo está para confirmarse, pero el viaje ya está.

Ahora que estás terminando la carrera de Educación Física, ¿te ves trabajando en el fútbol?

Fue dura la carrera. Salía de las concentraciones para dar exámenes y volvía a cenar para jugar al otro día. Me dieron esa libertad. Sí trabajaría en el fútbol porque me encanta, y como profe podría verlo desde otro lugar, pero es verdad que ya conozco el ambiente del fútbol, que estuve toda la vida ahí. En las prácticas de la facultad estuve en contacto con los niños, con los contextos, metí la cabeza en otras realidades. Para mí, trabajar en la educación es un desafío.