“Dirigir una selección nacional es muy importante, es muy fuerte”, dijo el ex entrenador celeste tras asumir el mandato de la selección de Honduras. El desafío es grande: clasificar a los catrachos al Mundial Catar 2022. Ya no serán chiquilines los que tendrá a cargo, pero intentará seguir la misma línea de trabajo que mantuvo en Uruguay en los últimos 12 años. Con la esencia y con el camino que forjó, Fabián Coito sigue junto con Miguel Falero como ayudante técnico y el profe Sebastián Urrutia como entrenador físico. Antes de su viaje, habló con Garra.

Pasaron muchas cosas entre la clasificación al Mundial con la sub 20, la designación como entrenador de Honduras y la despedida del Complejo Celeste. ¿Cómo lo vivís?

Bien, entusiasmado con el desafío que viene. Estoy apagando un poco la sensación de dejar algo tan lindo, querido y de tanto tiempo. Lo había pensado, fue más que lo que había imaginado. Pero ya estoy pegando el cambio. La decisión venía desde hace tiempo, sabiendo que la selección iba a terminar. Cuando renové la última vez ya me lo había cuestionado, no porque no quisiera seguir, sino porque habitualmente los entrenadores habían estado dos períodos en cada selección. Entonces imaginé que era lo ideal, lo pensé mucho después del Mundial de Corea. Después, con el crecimiento personal y la posibilidad de dirigir a la mayor, empezaron a aparecer algunas propuestas que me llevaron a ponerme a pensar. Se fue dando todo, se fue madurando. Creo que no está mal que venga un nuevo entrenador de la sub 20.

¿No era ideal quedarse para dirigir el Mundial y ahí cerrar la etapa?

Lo intenté, pero la Federación de Honduras no podía esperar. Fue lo único que me generó dudas, pero aun así, en estas condiciones pensé que se podía cerrar una etapa y encarar una nueva. Si iba al Mundial, igualmente iba a cerrar mi etapa ahí, aunque es probable que no tuviera esta propuesta de Honduras.

¿Cómo fue el proceso de tomar la decisión de irte y comunicarla?

Tomé la decisión apenas volví del Sudamericano y la terminé de decretar cuando nos clasificamos. Hablé con la Federación de Honduras para ver qué posibilidad había de dirigir en el Mundial. No involucré a nadie, lo hice solo. Me dijeron que no era posible –ya me lo habían dicho, pero quería ver si podía convencerlos con el argumento de la experiencia de dirigir un Mundial–. Les había dado mi palabra de que el único lugar al que iba a dirigir era a Honduras, pero ellos pueden dudar. Una vez tomada la decisión, hablé con [Óscar] Tabárez, luego con Pedro Bordaberry y Andrés Scotti; por supuesto que antes lo había hecho con mi familia y mis compañeros de trabajo.

¿Cómo fue el encuentro con Tabárez?

Se estiró un poco porque nos costó coincidir, entonces es algo que sabés que está pero se estira. Fue difícil, porque lo conozco desde hace mucho y sé, más allá de que hay entrenadores mejores, de mi importancia en el trabajo de las selecciones nacionales. Le hice entender que para mí era un lindo desafío y una gran oportunidad, que comparado con lo que me permitía imaginar en la selección uruguaya esto era tentador y que quizá no se repitiera. Ya había dejado otras opciones para no interrumpir el período de trabajo, y me pareció que era el momento de pensarlo.

¿Qué te hubiese gustado hacer con Uruguay?

Ir creciendo, tener más participación en las selecciones juveniles. Yo he ido aprendiendo y me he ido cuestionando muchas cosas que hacemos, entonces me gustaba aportar cosas nuevas.

¿Vincularte a la selección mayor era una de esas opciones que manejabas?

Personalmente sí, pero no soy yo quien lo decide. Eso no es un tema de gustos, es un tema de necesidad, de si podés ser útil o aportar, y es algo que define el Maestro Tabárez.

¿Fue una escuela pasar tantos años dirigiendo en el Complejo Celeste?

Claro. Hoy soy otro entrenador que el que entró hace 12 años, que había comenzado en Central Español y trabajado en Peñarol. Me cambió. Dirigí a todas las selecciones posibles y hubo resultados. En la sub 15 terminamos primeros en el Sudamericano aunque lo perdimos por diferencia de goles; en la sub 17 fuimos vicecampeones sudamericanos y vicecampeones mundiales; en la sub 20 fuimos semifinalistas en un Mundial y campeones sudamericanos, en los Panamericanos fuimos campeones; con la mayor ganamos los dos partidos.

¿Qué te aportó la esencia del proceso a vos y a tu forma de trabajar?

Mucho, cosas que hoy me llevo y voy a utilizar. Después de juntarme con el Maestro en el Complejo nos volvimos a juntar y fui a su casa porque quería seguir conversando. Ahí hablamos y le dije que me llevaba cosas para poder copiar y trasladar al nuevo grupo. Hablamos de las cosas que son importantes. Todos soñamos con armar estrategias, tácticas y combinaciones ofensivas que se parezcan a lo que hacen los mejores equipos del mundo. Pero no hay que dejar de lado la formación del grupo, todo eso intangible, que a veces no se ve, como la adhesión, el compromiso, la solidaridad.

Balance y perspectiva

¿Qué balance hacés de la última competencia?

Como entrenador fue buenísimo, porque primero nos desafiamos a hacer cosas luego de ser campeones. Había que intentarlo nuevamente, y eso vale. Le buscamos la vuelta a un equipo durante el torneo; intenté no superponer mi presencia, que estaba bastante fuerte por el tiempo, por encima de los jugadores. Me propuse darles el espacio, apoyarlos y que el protagonismo fuera de ellos. Luego, como entrenador, busqué un modelo, un estilo, los cambios tácticos, la estrategia. Un jugador de la sub 20 estuvo en la mayor y jugó, fue mérito de él, pero también influyeron cosas que destacamos de la selección juvenil.

¿Cómo manejaste eso de tener a tantos jugadores del exterior y tener que amoldarlos?

Algunos no se habían ido hacía mucho, pero se fueron sumando a medida que íbamos entrenando. No sé si se volverá a repetir eso de tener tantos jugadores de afuera, pero estuvo bueno porque varios se fueron mientras entrenaban con nosotros, por eso era positivo arrimarlos.

¿Por qué atrae jugar por Uruguay? Pasó ahora con Rodrigo Zalazar, que podía ir a España; antes había ocurrido con Rodrigo Bentancur, a quien nombraban en Argentina, con Diego Poyet con Inglaterra o España, con Ramiro Guerra con España...

Percibo que a nivel mundial hay una buena consideración de las selecciones juveniles uruguayas, obvio que de la mayor también. Creo que eso se ha ganado con mucho trabajo, con cambios de imagen. Creo que da prestigio jugar en la selección porque la gente del exterior confía en que si uno va a Uruguay no es por ningún interés en particular sino porque, en el acierto o en el error, son considerados importantes. Además, los muchachos juegan y la selección tiene éxito.

¿Qué se hace o qué tipo de madera hay en la sub 20, que se ha clasificado para los últimos siete mundiales?

Indudablemente, somos competitivos. Fijate que con la sub 17 perdimos la final con el campeón, en el otro Mundial nos eliminó Nigeria, el campeón; luego con la sub 20 perdimos por penales con Brasil y en el último perdimos en la semifinal por penales. Me parece que eso para un futbolista es atractivo, sin perder el respeto por la persona, sin lograrlo a cualquier precio. Eso se va transmitiendo en cada generación y en el común de la gente. Eso seduce, porque si a un chiquilín lo convocan va a pensar que pasó algunos filtros que lo convertirán en un jugador de nivel. Creo que Uruguay tiene la gran ventaja de que sus futbolistas juegan en Primera, y esa competencia te aporta cosas. Por ejemplo, me informé en Honduras y es muy difícil que una juvenil defina torneos porque la experiencia de los futbolistas es muy pobre en cuanto a su competencia.

¿Qué te pareció la designación de Gustavo Ferreyra al frente del equipo?

En 2010 reforzamos los cuerpos técnicos y cada categoría incorporó un cuerpo técnico completo. Ahí llamé a Gustavo, que lo conocía de Central Español, y ahí empezó la historia suya en la selección con el sudamericano sub 17 en Ecuador y luego el Mundial de México. La relación, su participación y su involucramiento ha sido tal cual me lo imaginaba. Hemos ido creciendo y aprendiendo cosas; es lógico que cambien el rol y la distribución de tareas, pero Gustavo conoce perfectamente todo. Va a tener su impronta y le va a agregar cosas al trabajo. La decisión fue de Tabárez y me pareció muy buena, estoy 100% de acuerdo en esa confianza que le transmitieron. Además, para los chiquilines el cambio no es tan grande. Creo que la selección gana un entrenador, también Carlos Nicola tendrá otro papel, y Diego Estavillo ascendió como preparador físico. Es lo ideal mantener todo. Además, lo tomo como un gran reconocimiento hacia mí porque él fue la persona que elegí y que trabajó conmigo.

Se te viene una nueva etapa: ir a otro país, ser entrenador de la selección principal y, por supuesto, mudarte allí. ¿Qué expectativas tenés?

Lo hice como jugador pero no como entrenador. La expectativa es volver a un país que conozco pero con las ganas de llevar un desafío nuevo. Eso me da ansiedad de que comience y de entrar en contacto con los futbolistas, que es lo que nos gusta a los entrenadores. De intentar generar cosas y transmitirlas. Quiero generar un vínculo lo más rápido posible; me parece que es importante, más allá de las ideas de fútbol y de la estrategia. Quiero generar algo que rápidamente nos permita imaginar que comenzó a rodar el equipo, y obvio que después lo futbolístico se apoya en conseguir resultados, vivir las experiencias, adaptarme a todo, algo que siempre digo que el futbolista y el entrenador deben tener.

¿Qué tipo de fútbol se juega en Honduras? ¿Qué sabés de lo que vas a tener en la selección?

La pasión, el fútbol y los futbolistas los conozco porque jugué allí. Muchos ex compañeros están en el fútbol, en la política, y ya me han escrito que me esperan. El futbolista es más profesional que antes; hay jugadores en España, Portugal, México, Costa Rica, Escocia, Estados Unidos, y en Honduras hay futbolistas buenos que integran y participan en la selección. Va a ser lindo convivir con ellos y hacerles entender la importancia que tienen para el equipo y el grupo, y que vuelquen sus experiencias en beneficio del equipo. Hay mucha cosa para intentar motivarlos y generar cosas para que se sientan importantes.

¿Por qué creés que pensaron en vos para dirigir a la selección?

Hay dos factores. Uno es el momento del fútbol uruguayo y las selecciones nacionales; pienso que se habrán interiorizado. Creo que el partido de la selección mayor con México reafirmó esa idea que se iba formando. El otro factor es que la Federación de Honduras no está en condiciones de contratar entrenadores de gran nombre, entonces seguramente tendrían un tope que les determinaba hacia dónde apuntar, en el que quizá yo calzaba muy bien. Las cosas son así; no me lo voy a cuestionar porque vinieron y tuvimos una relación bárbara de respeto hacia mi trabajo y respetamos el silencio.

¿Es el mayor desafío en tu carrera?

Por supuesto. Cuando entré en la selección, hace 12 años, me pregunté si podría. Sin embargo, estuve todo ese tiempo y se generaron varias cosas. Hay que encarar las cosas con confianza, creyendo en lo que puedas lograr, tener una predisposición positiva de las cosas, ser transparente, honesto, noble, leal.

¿Cómo empieza tu nueva vida en Honduras?

Luego de la presentación, me voy a instalar en el apartamento que tengo asignado y ya empezaremos a planificar los microciclos, bajar a tierra los planes y hablar de la lista para el amistoso con Ecuador y sobre qué vamos a priorizar para esa fecha. El 1º de marzo debo presentar una lista con convocados del exterior que ya tenemos hecha. Miguel Falero conoce mucho del fútbol hondureño porque trabajó con Luis Fernando Suárez en el proceso que los llevó a Brasil 2014. Por lo tanto, él conoce a muchos futbolistas jóvenes que hoy son mayores; hemos hablado mucho, me he informado y he mirado partidos por televisión. He buscado a los futbolistas del exterior y estuve viendo sus características.