Mencionar a Senna (2010), la película sobre la vida del piloto brasileño dirigido por Asif Kapadia, puede ser demasiado, porque indiscutiblemente se trata del mejor documental sobre automovilismo. Sin embargo, algo de la atención al detalle y la pasión por el gran relato deben haber buscado los nuevos gerentes de la Fórmula 1 cuando fueron a buscar a James Gay-Rees, productor de Senna, para que volviera a ese rol en Formula 1: Drive to Survive, una coproducción con Netflix que se estrenó a principios de este mes.

A pesar de su ambicioso título (que puede traducirse como “manejar para sobrevivir” o “deseo de sobrevivir”), la serie documental, de diez capítulos, no es una historia de la Fórmula 1, sino un repaso de la temporada 2018. En realidad, ni siquiera es eso: es el mapeo de una serie de conflictos ocurridos durante ese campeonato. Y es muy bueno.

Lo que podría haber sido uno de los grandes defectos de la serie, a saber, que los dos equipos dominantes (Mercedes y Ferrari) no se prestaron a entrevistas ni seguimientos cercanos, terminó siendo el factor que define el carácter del documental: se trata de historias que ocurren en el medio del pelotón (y también al fondo), lo que posibilita el rescate del costado más afectivo, más próximo, de pilotos y equipos.

Organizado mayormente en base a duplas antagónicas (y no sólo las lógicas rivalidades entre compañeros de equipo, sino también entre compañeros de generación y entre pilotos con animadversión especial), Formula 1: Drive to Survive llega a mostrar trayectorias de sacrificio personal contrapuestas a otras de mucho privilegio, y puros intereses comerciales confrontados con profundas motivaciones emocionales. O sea, humano, pero no demasiado. Muchas veces la narración llega a bordear el golpe bajo, pero se detiene antes.

Puntos altos son la historia del novel equipo Haas y su rústico jefe Guenther Steiner, el duelo mortal entre el danés Kevin Magnussen y el alemán Nico Hülkenberg, el prolongado drama interior que transita Daniel Ricciardo antes de decidir abandonar al equipo que lo apoyó desde adolescente, la incontinencia afectiva del director de Renault, Cyril Abiteboul (y su pica con Christian Horner, su gélido colega de Red Bull), los antecedentes luctuosos del joven Charles Leclerc, que al final de la historia cumple su sueño de volverse un piloto de Ferrari.

No todos son aciertos. El enorme archivo de la Fórmula 1 es usado mínimamente, tal vez con la intención de no aparecer como un producto “con los ojos en la nuca” y seducir al público más joven. Es que en realidad Formula 1: Drive to Survive es una de las tantas iniciativas de Liberty Media, el grupo empresarial estadounidense que controla la Fórmula 1 y que busca expandir el público de este deporte a través de diversas movidas reglamentarias y propagandísticas.

Otro carencia es la de la falta de contexto, o de mirada un poco más amplia, a la hora de perfilar a algunos protagonistas. Por ejemplo, a través de varios testimonios y de algún que otro rodaje en carrera se busca transmitir la idea de que Hülkenberg es un gran piloto que injustamente todavía no ha obtenido los logros que merece, pero más efectivo que repetir que “tiene pasta de campeón” hubiera sido recordar que en 2010, el año de su debut, consiguió una pole position. O que en 2017 fue uno de los ganadores de las 24 Horas de Le Mans, la carrera de resistencia más importante de la historia. Hay que atraer a nuevos espectadores, sin duda, pero es un error considerar que la información va en contra de ese objetivo.

Las buenas noticias son que ya se anunció que para la segunda temporada de esta serie, previsiblemente enfocada en el campeonato que se inicia este fin de semana, Ferrari y Mercedes Benz cedieron a los reclamos de apertura. Porque una temporada sin los aspirantes al título como protagonistas puede resultar simpática, pero una segunda entrega con Lewis Hamilton y Sebastian Vettel relegados a figuras de fondo sería demasiado.