¿Y qué es lo lindo del fútbol en un partido sin goles? En este caso algo que trasciende el buen accionar de los futbolistas, sus propuestas, sus intenciones. Lo lindo fue el encuentro, no solo el de los 90 minutos, sino el de quienes estaban en el Viera, o frente a las pantallas de televisión.
Wanderers estuvo bien, asumió, o ensayó el desarrollo de su protagonismo. Cerro, ese, el que está último, el de las deudas, pero ante todo el de las ganas, estuvo a la altura del partido y de las expectativas de la pueblada que lo acompañó al Prado. Estuvo bien el empate 0-0, y ahora todo se decidirá el próximo jueves en el Franzini donde será locatario Cerro.
El marco de público hacía a las sensaciones. Es que es distinto. ¿Qué es lo que hace a este tipo de emociones? Está claro que el mensaje de adhesión está presente, pero hay algo que la propia historia del fútbol uruguayo ha edificado que genera que los encuentros internacionales, aunque sean nacionales, sean especiales. Especiales para todos: para los deportistas, para los hinchas, para los aficionados en general. Qué lindo llegar al Viera y verlo de esa forma. Podría haber sido el partido de la fecha pasada del Apertura pero sin embargo todo lo que rodeaba el juego parecía distinto, estimulante, con ganas de vivirlo.
Wanderers fue más de arranque con su buen trato de pelota y la velocidad de medio campo hacia arriba. Cerro no sólo se defendió de buena manera sino que además, como podía, intentaba responder en ofensiva. El juego fue avanzando en la misma dinámica, con Wanderers teniendo la pelota y mirando el arco de en frente, buscando la oportunidad, mientras que Cerro se protegía y le ponía mucha concentración, esfuerzo, pero también planificación. Los albicelestes habían pensado ese partido que se estaba dando e iban con los anticuerpos para defenderse, pero también para pasar a controlarlo aún sin tener la pelota.
Wanderers intentaba jugar: pase corto y velocidad; Cerro controlaba, pero además de vez en cuando corría hacia la valla del bohemio. Fue en una de esas que Facundo Peraza corrió, dominó y con absoluta confianza en su capacidad de engaño movió sus caderas de un lado para el otro dejando atrás a tres defensas bohemios y en el momento oportuno sacó un potente remate que Ignacio de Arruabarrena salvó. No fue la única. También le quedó una a Nahuel Rolodán, y otra a Federico Puente, siempre haciendo talón en el de Juanicó, Facundo Peraza, que sostuvo las ofensivas albicelestes. A partir de la tenacidad y vivacidad de Santiago Viera, bien respaldado por Felipe Klein y fundamentalmente por el enorme Richard Pellejero, Cerro se fue adueñando de la primera parte en una situación que hubiese sido impensada cuando los primeros minutos del partido.
Hay revancha
El segundo tiempo siguió el mismo guión, pero con cambio de protagonistas principales dado que Cerro perdió por lesión a Pellejero y a Facundo Peraza, y eso fue un problema. Siguió y siguió Wanderers, siguió y siguió Cerro, que encima al final casi lo gana con la entrega y la claridad de Viera que, como si fuera su padre allá por los ochenta, se vistió de punta y habilitó al Gato José Luis Tancredi, que estuvo a centímetros de anotar. Estuvo lindo. El jueves que viene ya será otra historia.