Hay algo que se sale de la rutina. Los límites son difusos cuando la mirada se detiene en otra cosa. Tal vez la cosa menos importante si sólo se toma en cuenta la agenda, lo coyuntural del juego, la Copa América que cierra la fase de grupos justo con la selección en la cancha; tal vez la más importante porque cualquier celeste mínimamente informado sobre fútbol sospecha lo que significa: Uruguay juega en el estadio Maracaná.

En la previa ya se hablaba. Tal vez desde el mismo día en que el bolillero azaroso dejó explícito que el grupo C se cerraría de esa manera. Luego, digamos ahora, o en estos días que pasaron, el tema pasó a ser motivo de conversación en todas las mesas, en la arena de Copacabana, en el MetroRío, en la confitería que llaman “bar”, con el que me alquiló la bicicleta a precio de petrodólares (que después bajó, nobleza obliga), hasta con el taxista que admira a José Mujica pero votó al impresentable Jair Bolsonaro. Podría contarlo con paciencia y detalles. Pero, y cito a Mara Torres, periodista española, “el periodismo da voz a quien no la tiene”, por lo que decidí que hablen los demás. Sin filtro.

Alejandro fue el primero. Pensó unos segundos y largó: “Es la primera vez que voy a ir al Maracaná y, sin embargo, siento que es un reencuentro. Como que voy a volver a algo que ya conozco, que ya vi. Entre las primeras palabras que supe hablar sobre fútbol, seguro, está ‘Maracaná’”. Isabel tomaba mate en la playa cuando le caí por sorpresa. “Yo no sé nada de fútbol, pero Maracaná habla de la historia. Obdulio Varela, Chichia, Yiyia o como se escriba Ghiggia. Bueno, Uruguay todo. Mi abuelo siempre contaba que escucharon la radio junto a papá, que era re niño”, concluye. Le creo todo, menos que no sabe nada de fútbol.

Nacho es un gurí. Capaz que es mayor de edad, no sé, pero parece un gurí más chico. De hecho, vino con su madre a la Copa América. Confiesa que sabe la historia de Maracaná, pero “más o menos”. “Soy re de Uruguay. Era chico cuando pasó lo de Sudáfrica 2010 y la Copa América del otro año. La selección de Tabárez es lo máximo para mí. El lunes en Maracaná hay que ganar y chau”, dice. El pensamiento se detiene en “la selección de [Óscar] Tabárez”. Claudia anda en la vuelta del hotel donde me hospedo. Cuando le hago la pregunta –fácil, creo– de “¿qué significa para vos ir al Maracaná?”, hace un gesto de sorpresa, como si cabeceara hacia atrás y contragolpea: “Entiendo. Va a ser imponente, creo. Pero saquemos presión, ¿no? Es fútbol, un partido, con Chile. Que se viva con naturalidad, que la vida continúa”.

Para contradecir a la colega Mara Torres, este relato cerrará con uno de los que tienen voz. Vaya si tiene. Lo que pasa es que, cuando habla, es el más humano de nuestros dioses. Dijo Edinson Cavani en la conferencia de prensa: “La historia de nuestro país, de nuestro fútbol... Cuando se habla de Maracaná, te viene un sentimiento muy particular a la cabeza. Tal vez los niños de hoy no lo saben. Es un orgullo, un honor, algo increíble, jugar en ese estadio”.