Cuando estaban por declararla muerta por aburrimiento, la máxima categoría automotora recuperó lo mejor de su esencia en Spielberg. El Gran Premio de Austria se decidió en las últimas vueltas, como gusta a los tuercas, pero además los coches involucrados eran un Red Bull y una Ferrari, en un campeonato que venía siendo absolutamente dominado por el equipo Mercedes.

Ganó Max Verstappen gracias a una estrategia de gomas óptima y pese a un error en la largada que lo relegó desde el segundo al séptimo puesto. El duelo que mantuvo con Charles Leclerc, que calzaba neumáticos ya gastados, fue electrizante. Muchos nos quedamos con la sensación de que tuvimos un anticipo de lo que veremos en los próximos años, ya que ambos veinteañeros están en el comienzo de sus carreras en la Fórmula 1, aunque mantienen una larga rivalidad desde hace años en categorías promocionales.

Tercero llegó un deslucido Valtteri Botitas (Mercedes), cuarto el ferrarista Seb Vettel (pudo haber subido al podio si no se hubieran dormido sus mecánicos en el cambio de gomas), quinto un irreconocible Lewis Hamilton.

Otro que brilló fue el sexto, el aún más joven Lando Norris, en un equipo McLaren que por fin da señales de recuperación consistente.