“Tenemos un rol interesante en el futuro del periodismo y la comunicación”, me afirma en el final de la conversación mientras afuera, en el Centro de Montevideo, hace muchísimo frío, y adentro se habla de todo. En la mesa hay un café casi terminado, un vaso de agua, un grabador, el celular, y debajo de él un libro: La muerte del padre, del noruego Karl Ove Knausgård. Saca anotaciones, garabatos en una libreta y nombres de jugadoras paradas en una cancha como en la vida. El mozo del bar San Rafael, como contagiándose del frío y de esos finales tristes, empieza a descolgar las banderas uruguayas que adornan el mostrador del boliche: no hay caso, en todas las esquinas se respira fútbol. La Copa del Mundo Femenina terminó. Se jugó en Francia, bien lejos de acá, pero estuvo cerca con los relatos de Patricia Pujol, comunicadora y periodista que charló con Garra sobre el (mismo) juego, la manera de comunicar el deporte, los espacios ganados por las mujeres y la visión a futuro de la comunicación y el periodismo.

¿Cómo te preparaste para el Mundial en general y para cada transmisión en particular?

Ha sido importante la experiencia que tengo en radio. No es algo que planifique pero sé que está, está presente. Empecé por recabar toda la información del contexto: las selecciones que jugaban, compararlas con las selecciones del Mundial de 2015. Además, elementos puntuales de los países, cómo era el fútbol femenino de cada país, y para cada partido fui a lo más específico: cómo se desarrollan las ligas de cada país, cuántos clubes hay, quiénes son las jugadoras, dónde juegan.

Hace varios años te metiste en el periodismo deportivo, tal vez desde otra perspectiva. Estamos acostumbrados a que nos digan lo mismo que vemos en la televisión, sin aportar otros elementos. ¿Cómo te paraste frente al desafío de realizar un trabajo que está hegemónicamente captado por los hombres?

El relato es una forma de comunicar. En Uruguay tiene esa carga simbólica histórica del relato de Carlos Solé. Dentro de la comunicación del deporte el relator tiene un lugar central en las transmisiones (es el que la abre y la cierra), tiene prestigio; son muy pocos y casi siempre son los mismos. Cuando me ofrecieron el trabajo fue una locura, me colgué con la emoción de saber que iba a ser un rol difícil, que no estaba ocupado por mujeres. Trato de no repetir las cosas que no suman: la descalificación, por ejemplo, o no se me ocurriría destacar una característica física de una jugadora, no me da gracia si están maquilladas o si producto de la transpiración se les empieza a correr el rímel. Era un desafío, pero no creo que lo haya hecho muy distinto a lo que estaba acostumbrada en la radio: con el mismo respeto por las protagonistas, tratando de buscar la mayor información posible, conocer su recorrido, sus temas personales, elementos que nutran la narrativa. En el fútbol femenino la información de contexto ayuda muchísimo porque lo esperable no pasa: para el consumidor de fútbol de hombres es de esperar que Italia le gane a Estados Unidos, y eso acá no va a pasar nunca.

¿Pensás que el movimiento feminista ha provocado, en algún caso (o en todos), una posible apertura?

Claro que sí. La puesta en escena de la agenda, más mujeres contagiándose de esas reivindicaciones, de esos mensajes. Es un acierto de la lucha feminista y de las mujeres que vienen gritando en distintos ámbitos, sin dudas. En el plano profesional específicamente lo que hay que preguntarse es por qué no pasó antes. Estamos en 2019, es re loco que no haya más mujeres trabajando cuestiones del deporte, y no quiere decir que no estén preparadas.

¿Qué tuviste que probar, o certificar, a la hora de empezar a hacer este trabajo?

Yo llegué sin que nadie en el canal me conociera; me recomendaron y aparecí. Al principio me exigí un montón, pasé muchos nervios, pero en seguida entró a la cabina Alexandra Morgan, la productora del canal, y me sentí re bien recibida, tuve un reconocimiento muy rápido. Este tipo de cosas en otro lado no me han pasado.

¿Está preparado el público para recibir un relato-comentario de mujeres, o de alguna manera hay que direccionarlo hacia ahí?

No hay, ¿viste? Creo que lo que pasa es que no hay cultura, no hay espacio y no hay muchas oportunidades. El fútbol femenino toma lo mejor de las estructuras que usa el masculino, y en el contenido les pone otra cosa, hace jugar otras cosas. En este Mundial hice dupla con Adriana Laca, y estuvo buenísimo. Hicimos un equipo que está bueno, ella trajo todo el conocimiento que tiene del deporte, y su presencia interesante.

En tu profesión, ¿cómo hacés para manejar las críticas que no son profesionales sino misóginas? ¿Contarlo está bueno, ayuda a visibilizar la cuestión, o es amplificar una voz que no debería amplificarse?

Ahora no me pasó. Mi exposición tampoco es muy grande en las redes, ahí podría colarse algo más complicado. Tiene que ver con el perfil de cada una, enroscarme en disputas y descalificaciones no me interesa ni en las redes ni en ningún lado. En este tipo de charlas en las que una se puede extender y podemos contraponer opiniones me cuelgo. Hace unos días una persona me escribió, se creó una cuenta de Twitter para decirme que no le gustaba lo que hacía, pero fue eso. De hecho, he recibido comentarios de gente a la que no le gusta el fútbol pero le parece que está bueno que haya posibilidades para que se metan otro tipo de narrativas. Y el resto supongo que se habrá quedado callado.

Cuando estás relatando, escribiendo o cubriendo fútbol femenino, ¿sentís que se mezcla tu profesión, que se pretende “imparcial”, con tus convicciones sobre la desigualdad de género? ¿Es ponerte la camiseta? ¿Sentís que tu trabajo tiene todo lo del periodismo más una cuota educativa o desmitificante?

Sí. Me pasan dos cosas: siento una responsabilidad impresionante de hacerlo y hacerlo bien, y siento una emoción también por ver jugadoras como Marta o Carli Lloyd. Es como cuando vi a [Lionel] Messi en persona, o cuando veo a [Luis] Suárez y a [Edinson] Cavani, que los admiro profundamente como deportistas. Siento una emoción, un compromiso añadido al destacar esas cosas: son mujeres que han venido creciendo junto con mi crecimiento en el periodismo, en paralelo. Lo que ellas hacen trae un montón de carga, de posibilidades, de dificultades. No es un dato, es el contenido, y tiene que estar en la narración.

¿Los países con mejor fútbol femenino profesional son menos machistas? ¿Tienen políticas de apoyo al fútbol femenino como tal, o es cuestión del deporte en general?

Estados Unidos, Japón... No, no creo que sean menos machistas. Con respecto al apoyo que reciben, Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia tienen un desarrollo importante de los deportes. Creo que lo del fútbol femenino se da porque son países que invierten en lo deportivo, como por ejemplo las universidades en Estados Unidos. Lo que sí sucede es que reciben una inyección económica para desarrollar el fútbol femenino desde abajo, con las niñas, la competencia.

Desde lo que pudiste observar, ¿qué cambios concretos necesitaría Uruguay para que su fútbol femenino pueda estar entre los mejores? ¿Es un tema de inversión o también cultural?

Las dos cosas. Yo creo que es inversión y es un tema cultural, sin dudas. Hay que invertir en la formación de las niñas, en que exista la posibilidad de que chiquilinas accedan y se sostengan jugando al fútbol. Que cada club tenga su equipo femenino es piola, pero al mismo tiempo hay que acceder a las infraestructuras, porque si vos usás la camiseta pero te la cobran... Hay como una mirada del recién llegado, aquello de que hay que pagar derecho de piso. Me parece leal sumarte al desarrollo en el que vos desplegás tus posibilidades, donde un club abre su infraestructura para compartirlo con las deportistas. Además, habría que hablar de repartir el dinero de otra manera, negociar televisación. Qué hacés con tus recursos habla de una posición política.

Acaba de terminar un Mundial récord (en cifras, números, espectadores por televisión), pero también se pudo ver un nivel técnico destacado, ¿con qué te quedás específicamente hablando del juego?

Me detuve en jugadoras que me enamoraron, ¡qué atletas! El físico, su despliegue, el juego es totalmente atlético. Una futbolista que me quedó en la retina es Amel Majri, de Francia, y lo raro es que una siempre se detiene en las goleadoras, que son promocionadas como las estrellas, o las goleras, que pueden intervenir en un momento destacado. Pero las laterales fueron tremendas, la inglesa Lucy Bronze también. Y creo que la combinación técnica (tacos, jugadas en poco espacio, cabezazos bien dirigidos) se vio con mucho más fuerza en este Mundial que en el anterior, de 2015. Esto habla de que Europa se profesionalizó: Inglaterra, Francia, Holanda son muy fuertes.

¿Cómo pensás la comunicación del futuro?

Justo en estos días se dio lo de Juan Sartori con Ecos; para mí los medios de comunicación son fundamentales en una democracia. Fortalecerlos implica una sociedad más justa y que tienda a lo diverso. Que un país tenga un sistema de medios diverso, público, privado, cooperativo, habla de una riqueza. Cuando hablamos de comunicación del deporte, que las mismas personas estén en todos los eventos, en todas las transmisiones no le hace muy bien ni a la comunicación ni al deporte. Que haya una sola narración posible les corta mucho las posibilidades de conocer otros ámbitos al espectador y al televidente, y habla de una concentración de mucho poder en muy pocas manos. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, dice que en Francia hay grupos económicos que tienen medios y que a su vez están en manos de pocas personas. Eso no es lo deseable, no habla de pluralidad, no hace un juego interesante para que se abra la cancha; las narrativas son siempre las mismas, los intereses son siempre los mismos. Que lo que sucedió con Ecos no pase desapercibido habla muy bien de la reacción que se puede tener, pero que no te la pasen por arriba del moño: no nos quedemos todos mirando cómo viene un empresario y toma la decisión de que no les va a pagar el despido a sus empleados. Tenemos la posibilidad de hacer funcionar la ley de medios, de empezar a aplicarla de verdad, que puede tener sus dificultades, pero me parece que es una regulación interesante para poner en juego todas estas cosas de las que estamos hablando. Cada vez es más difícil ejercer el periodismo, es una tarea que cada vez requiere más especialización, más coraje, porque las condiciones laborales no acompañan, los periodistas trabajamos en muchos lados, a veces con salarios muy bajos; esa especialización de la que hablo a veces no se puede dar porque no te podés tomar mucho tiempo para capacitarte, sale dinero, hay que invertir. El desafío es grande, el periodismo no sólo se puede aprender en una universidad o en un curso; no se puede ser periodista sin leer, sin ir al teatro, sin participar en eventos sociales, sin mezclarte en una marcha, sin entender por qué pelean otros.