Con dos goles en el segundo tiempo –el segundo en la última jugada del partido–, River Plate venció 2-0 a Nacional en Buenos Aires, por la ida de los cuartos de final de la Libertadores. Nacional hizo un esforzado partido, pero no le dio al final.

Claro, hace 30, 40 años nadie hubiese proyectado tener un planteo extremadamente cauteloso y con un acendrado espíritu de neutralización contra Independiente del Valle, y mucho más suelto, aunque ni cerca regalándose, con River Plate en Argentina. Y aunque nadie lo pudiese imaginar, ambos planteos estuvieron bien, porque Jorge Giordano ha realizado este camino revisando las formas de juego y los comportamientos estratégicos y colectivos de los rivales, sin revisar nombres, nacionalidades, historia o jerarquía.

No fue fácil igual contener el fútbol rápido y efectivo de River, pero con mucha concentración y despliegue los tricolores dieron sostén a sus acciones defensivas –aunque intentaron salir de contragolpe a los pelotazos–.

Es cierto que el partido se jugaba mucho en campo tricolor, cerca del área, pero no cerca de Sergio Rochet, bien defendido por su línea de cuatro con la rueda de auxilio de Rafa García.

Alfonso Trezza, a pura potencia, convirtió con su varita mágica un pelotazo furibundo de la defensa en una asistencia para su velocidad, y terminó metiendo un centro atrás que le quedó pasado al solitario Gonzalo Bergessio.

A los 40 minutos, con VAR y todo, el árbitro cobró un increíble e inexistente penal, que rematado por Rafael Santos Borré fue contenido por el palmirense Rochet.

El partido siguió por los mismos carriles, pero el grado de dificultad para Nacional era tan alto que cualquier mínimo error complicaba su ambición de mantener el cero. Por ahí pasó la cosa al minuto 48, cuando un instante de distracción de Armando Méndez propició una eléctrica recarga de River y una gran definición de Matías Suárez, que terminó en las redes pero no en el marcador porque el VAR detectó posición adelantada.

Polémica en el VAR

El segundo tiempo empezó con el mismo grado de dificultad para Nacional, con la misma obstinación e igual esfuerzo de sus hombres, con la prodigación y los dientes apretados, pero también con la excelencia de Rochet, que salvó un gol casi hecho de Santos Borré.

Fue bastante más complicada la segunda parte. Difícil neutralizar la capacidad de desborde y entendimiento de los riverplatenses, difícil contener el juego por las bandas. Igual, el espíritu y la escuela de marca de los uruguayos fueron prevaleciendo por sobre el racimo de oportunidades generadas por el equipo argentino.

A los 20, un cruce de Laborda sobre De la Cruz terminó con un rebote en la mano del fraybentino, y el posterior penal sancionado desde la torre de control del VAR. Esta vez lo pateó Gonzalo Montiel y terminó en gol.

Nacional hizo cuatro cambios –uno obligado por la lesión de Méndez– y con Gonzalo Chori Castro en la cancha tuvo potencialidad por izquierda, pero no alcanzó.

En la penúltima jugada del partido llegó el impensado segundo gol de River, marcado por Bruno Zucculini, que complica bastante la revancha del jueves en Montevideo.