Alfonso Tort tiene 41 años. Pasó la mitad de su vida jugando al fútbol y la otra mitad siendo actor. Esta última rama está en el horizonte cotidiano y en el otro. De la vida del juguete esférico le queda haber trillado Montevideo en bondis eternos en los que la vida se te sienta al costado como en una canción de Zitarrosa; la memoria del borde interno cuando todavía se la dan redonda, la forma de acoplarse al otro en un cuerpo a cuerpo contra la raya. Ese amor inexplicable le queda también. En algún momento pensó en la psicomotricidad para comer, el fútbol para vivir y el teatro para crear. Terminó por configurar todos sus yo para partirse en escena.

¿Jugás al fútbol cada tanto?

Cada tanto me invitan a jugar. Es muy loco comprobar cada vez que juego cómo hay un registro que queda guardado, tanto de la técnica como de la noción de juego, de cómo utilizar el cuerpo, de dónde te parás en la cancha, de adelantar el pensamiento para hacer una jugada. El cuerpo ejercitado durante años es como un procesador, quedan las funciones intactas en alguna parte del cerebro y de la motricidad. Obviamente todo eso se va desgastando, y más si no lo seguís ejercitando. En ese sentido pasa algo similar con el cuerpo del actor o de la actriz, hay una memoria que se va registrando y acumulando experiencia.

¿Ves fútbol, vas a la cancha?

Con el tiempo cada vez menos, le fui quitando importancia de mi vida cotidiana. Cuando Luis Suárez jugaba en Liverpool los fines de semana me levantaba temprano a verlo. Ahora estoy al tanto, pero no me obsesiono por saber resultados. Hay tanta información de fútbol, y más en un país donde es parte constitutiva de nuestra idiosincrasia, que a veces es difícil que no te enteres. Es una decisión no querer informarse. No voy a la cancha hace un largo tiempo. De niño iba casi todos los fines de semana con mi padre, a veces con toda la familia, a veces con alguna de mis hermanas, a veces con mi madre y mi padre. De adolescente iba mucho, porque tenía el carné de jugador de fútbol y entrabas gratis. En la adolescencia ir al estadio Centenario era una fiesta; me gustaba ir a cantar, alentar, gritar un gol, mirar el partido, amargarme, había algo más pasional, de fanático. De mayor empecé a vivirlo más racionalmente; me llama la atención lo sociológico del evento, las diferentes actitudes de las personas, las reacciones, las emociones. Es muy fuerte cómo opera emocionalmente el fútbol en nuestro país. Ir caminando un domingo por la calle y escuchar el sonido de una radio relatando un partido me pone en un estado nostálgico que ni yo sé de dónde viene.

¿Cómo te llevás con las discusiones sobre fútbol?

No entro mucho en discusiones futboleras en términos referidos a cuestiones puntuales de si tal jugador, si tal cancha es mejor, lo que sea. Sí, a veces, cuando hay alguna definición importante a nivel de copas, entro en alguna conversación. Creo que hoy en día me interesarían otro tipo de discusiones, más del tipo social, de cómo impacta en nuestro país el fútbol, de por qué a veces se le da más importancia y relevancia que a otras actividades. Al no haber fútbol, se descansa también un rato de eso. En las redes he visto muchas propuestas de actividades referidas a otras cuestiones de nuestra cultura, como ver películas del cine nacional, obras de teatro, ballet, museos, y eso genera que haya más contacto con estas otras actividades que muchas veces la prensa deja en un segundo plano. Además, ¿tiene sentido informar cómo Messi entrena en su casa de millones de dólares? Es muy poco interesante; si por lo menos se filmara haciendo todo un entrenamiento completo, para compartirlo como modo de aprendizaje, todavía, pero tampoco tiene por qué hacerlo. Así que Luis Suárez, si estás leyendo esta entrevista, aunque sea a través de una pantalla, mírate una película uruguaya o una obra de teatro o una de danza, y si querés compartilo después.

¿Te parece que en algunos ambientes, como por ejemplo puede ser el teatro, el fútbol aún es considerado el opio de los pueblos?

Hoy día el deporte se vive como algo separado del arte. Justo ahora estoy leyendo historia y muchos autores concuerdan en que en la antigua Grecia el deporte y el arte rendían el mismo culto. El deporte fue el centro de los principales rituales griegos, las competiciones gimnásticas estaban unidas a la poética y a lo artístico. En la pintura y en la cerámica se documentaban distintas modalidades de la actividad deportiva. Si bien hoy hay artistas que vinculan el deporte y el arte, así como deportistas que se interesan por el arte y también público al que le interesan ambas cosas, cómo estaría que se entendiera que son parte de un mismo ritual, ¿no?

¿El teatro y el fútbol tienen algo que ver?

Comparten ese convivio que se genera con el público, pasa en todas las artes vivas; lo que se genera en una cancha de fútbol y en una función de teatro es único e irrepetible, no hay dos partidos iguales y no hay dos funciones iguales. Es fascinante lo que se puede generar entre el público y la sala de teatro o entre el público de una cancha y un partido de fútbol.

¿Es un artista el futbolista?

Foto del artículo 'No hay dos partidos iguales: Entrevista con Alfonso Tort'

Foto: Mariana Greif

No podría aseverar que es un artista, hay una preparación para cosas distintas. El o la artista no crea para competir, no es su fin, está sumergido en un proceso creativo que terminará siendo su objeto de creación; el o la futbolista se prepara para lograr un nivel óptimo para la competencia que tiene por delante. Quizás el carnaval que se hace acá tiene algo que unifica ambas cosas, ¿no? Esto de crear y competir para llegar a ganar. Podemos coincidir en muchos aspectos. Por ejemplo, la disciplina, ir a los ensayos es como ir a practicar. Si hay algo que tienen en común los actores y las actrices con las jugadoras y los jugadores de fútbol es que partimos de nuestro cuerpo. Ambas actividades comparten el conocimiento de su propio cuerpo, es el cuerpo al servicio de lo que hacemos. Hay otra gran diferencia en estas sociedades capitalistas que vivimos: el fútbol mueve un dinero que el mundo del arte no mueve. Quizás acá la realidad de un jugador de la B o una jugadora o alguien del fútbol amateur se parezca más a la realidad de una actriz o un actor.

¿Cómo podría influir el teatro en la formación de futbolistas?

El arte te permite acceder y fortalecer la imaginación. Sería interesantísimo el abordaje que se podría hacer de ambas disciplinas. Las dos comparten un espacio físico, la interacción con el otro, estar a la escucha, a la escucha de la jugada y a la escucha de la escena. La pelota es como el diálogo en el teatro, va y viene de un actor o actriz a otro actor o actriz. Cualquier trabajo de acción-reacción que se practica en el fútbol también se puede aplicar al teatro. Hay una clave: ¿cómo podemos formar deportistas de acuerdo con una integridad de lo físico, del intelecto, de la ciencia del deporte, de la cultura del deporte?

“Es una situación complicada para todo el sector que vive de la cultura; se pararon rodajes, se cerraron teatros, salas, son muchas las personas que entramos en una gran incertidumbre laboral. ¿Estaba el Estado preparado para algo así? No lo creo”.

¿Dónde quedó el Alfonso Tort de inferiores?

En la memoria. Tengo recuerdos hermosos, momentos futbolísticos gloriosos. Me curtí mucho. Mi familia siempre fue de clase media trabajadora y viajaba en el ómnibus 76, de aquellos que subías por la parte de atrás. Tardaba una hora y pico en llegar al hermoso barrio La Teja. Practicaba en el gran Abraham Paladino, Progreso fue el primer club en el que jugué. Después, volver a viajar para ir al liceo y los fines de semana ir a las distintas canchas me hicieron conocer los barrios de Montevideo. Otro recuerdo importante para mí es el intercambio socioeconómico que viví en toda mi adolescencia. Mi familia no atravesaba grandes problemas económicos, pero muchas de las familias de mis compañeros dependían, quizás, de que ellos llegaran a Primera, para lograr un poder adquisitivo mayor. Creo que fue un gran aprendizaje para ese momento de mi vida, saber dónde estaba parado a mis 13 años relacionándome con realidades más complejas.

¿En el teatro también hay sueño del pibe?

De cierta manera sí, porque el hecho de querer vivir de la actuación es todo un sueño del pibe en este país. Cuando decidí que quería vivir de la actuación no era nada sencillo, todavía no lo es; de hecho, cuando estudiaba actuación paralelamente estaba estudiando psicomotricidad, porque decía que de algo tengo que vivir, hasta que todo me fue llevando a querer vivir del arte. Y tampoco podía estudiar actuación, psicomotricidad y hacer fútbol; cuando llegué a tercera en Huracán Buceo tuve que tomar la primera decisión: el deporte o el estudio.

¿Qué particularidades tiene una escena de fútbol en juego?

Recuerdo algo muy increíble que hicimos en la película El cinco de Talleres, dirigida por el gran Garza [Adrián] Biniez. Teníamos que filmar la salida a la cancha del equipo, y se filmó esa secuencia en un partido oficial que jugaba Talleres. El estadio estaba repleto, se había hecho una gran convocatoria para la filmación, pero además el equipo jugaba un partido de verdad por el campeonato. En un momento estábamos con el capo de Esteban Lamothe, que era el protagonista de la película, en la escalera para subir y salir a la cancha con el resto, y también estaban el sonidista, el cámara y algún asistente de cámara. Era meter la ficción en algo real, yo pensaba todo el tiempo en eso, porque los jugadores se estaban preparando de verdad para salir a jugar, y a su vez estábamos nosotros haciendo lo mismo, pero para una ficción.

¿Por qué hay una camiseta de Huracán en Cuando pases sobre mi tumba, la obra de Sergio Blanco?

Fue una idea que se le ocurrió al genial Sergio Blanco, y su manera de trabajar y estar a la escucha de lo que cuentan sus actores. Sergio trabaja a partir de la autoficción, que son obras escritas con cosas que le pasaron a él y cosas que va inventando. Se llegó a una creación del alter ego con varias capas, y está el Alfonso Tort ex jugador de Huracán Buceo, pero también está ese héroe trágico romántico, como Hamlet.

¿Qué autores o qué obras recordás por sus referencias al fútbol?

Foto del artículo 'No hay dos partidos iguales: Entrevista con Alfonso Tort'

Foto: Mariana Greif

Pier Paolo Pasolini, brillante cineasta Italiano. Si bien en sus películas casi no hay referencias al fútbol, él particularmente era fanático del fútbol, además de que parece que jugaba muy bien. La capa de Marianella Morena y un grupo de cuatro increíbles actores, Mariano Prince, Leonardo Pintos, Claudio Quijano y Santiago Sanguinetti, crearon una obra hace ya unos cuantos años en la que, si mal no recuerdo, se planteaba la relación entre el hecho más importante de la lengua inglesa y el mayor hito futbolístico uruguayo, el Maracanazo. Por otro lado, en la obra de Santiago Sanguinetti El gato de Schrödinger, si bien hay una polifonía de temas, toda la trama acontece en un vestuario de futbol, y hay un jugador que abandona la cancha en medio de un partido.

¿Cómo influye en tu trabajo como actor el aislamiento social?

Es muy jodido, los actores pertenecemos a un sector que no puede teletrabajar, precisamos ir a ensayar, ir al teatro, ir a filmar. Es una situación complicada para todo el sector que vive de la cultura; se pararon rodajes, se cerraron teatros, salas, son muchas las personas que entramos en una gran incertidumbre laboral. ¿Estaba el Estado preparado para algo así? No lo creo. ¿Podrá en poco tiempo resolver nuestra situación, y muchas otras situaciones laborales similares? No lo sé, espero que sí. Podría seguir enumerando preguntas que no sé si van a tener respuestas.

¿Cómo influye en la inspiración?

De muchas maneras. Lo que más me preocupa son todos los seres queridos. Hablo con ellos casi a diario, me inquieta ver cómo están, sobre todo los más adultos. El otro día pensaba en cómo una pandemia, un virus, viene a mostrarnos cosas. La inspiración en este momento está colocada en repensarse, en distraerse y no estar pensando todo el tiempo en esta situación; leo, limpio, cocino, hago conservas para el invierno, hago pan, trato de ayudar a quienes precisen. ¿No les pasa que escuchan mucho más a los pajaritos en Montevideo, que hasta el cielo parece más azul que nunca? En esta utopía que me pegó, ojalá podamos parar una vez al año, pero no por miedo a contagiarnos, sino para pensarnos, para quedarnos en casa con los nuestros, para dejar de producir como unos enajenados.