En el fútbol criollo de este lado del Río de la Plata, los futbolistas de la B y de la C son los que la pasan peor. La opción del seguro de paro, los bajos salarios o el trabajo en negro que imposibilita otros derechos laborales tales como el seguro son una constante que se agrava. Del otro lado del estuario las situaciones son parecidas, casi como el “che” y el “bo”. El gremio en un vaivén, los derechos colgados con palillos y la realidad laboral de los de abajo en la sombra constante del ascenso. Dijo Carlos Tévez que los futbolistas pueden estar seis meses sin cobrar. No deberían, pero claro que pueden, es una constante realidad que la pandemia empeora.

Estar juntos

Para Matías Lescano, arquero de Deportivo Español, integrante de la organización Futbolistas Unides y participante activo de la agrupación de su barrio, la Isidora, la cuestión es encontrarle la vuelta “para estar juntos”. Son tan necesarias las diez flexiones de la rutina como los diez mates previos al entrenamiento, hasta que el silbato del técnico llame. “A veces charlar con los compañeros a través de la computadora dentro de todo te acerca, obviamente no es lo mismo pero sirve para estar juntos. Estamos tres meses abajo, tratando de cobrar febrero, pero no creo que hasta fin de mes veamos un peso. Los clubes están todos iguales en el ascenso. Supuestamente la Secretaría de Deporte iba a bajar un subsidio a los clubes de barrio, pero no sé si a los clubes de la Asociación del Fútbol Argentino [AFA] les correspondía. Los clubes de barrio están en estado calamitoso, repartiendo comida para subsistir. Es un panorama complicado. En Futbolistas Unides estamos haciendo comunicados, haciendo notas en algunos medios sobre la situación del ascenso y el fútbol femenino”.

Deportivo Español, el equipo que boxea con Mauricio Macri desde hace cerca de 15 años por las tierras aledañas al estadio que fueron quedando en manos de la Policía de la ciudad por la gestión del ex presidente en facetas anteriores de igual calaña, milita en la Primera B Metropolitana, a dos categorías de la Súper Liga, siendo la B Nacional la antesala mayor.

Un peldaño más arriba

En la B Nacional juega Ignacio Boggino, en el Club Atlético Brown, del icónico Pablo Vico, el técnico que hace diez años dirige al club y vive a metros de la cancha en las instalaciones del propio estadio, en Adrogué. Boggino se fue a Rosario para estar con su hija, y aprovecha entre los entrenamientos caseros para escribir y dibujar: “Acá el aislamiento es total, no hay entrenamiento. Hacemos una rutina diaria que el profe cambia todas las semanas, y aprovecho para dibujar y para escribir bastante, me ayuda a abstraerme y tengo una causa para acomodar y resignificar este tiempo, que es como una burbuja. Acá en el gremio [Futbolistas Agremiados] la realidad es que no hay una coordinación, o sea, puede haber equipos que te deben tres meses y equipos que no deben nada, es según quién chilla. Los dirigentes hicieron bastante lo que se les cantó siempre. En el club el presidente generalmente nos tiene al día, se ha portado bien con nosotros, pero ahora no nos paga y nos quiere bajar el sueldo. Se le ajusta todo, se le caen los patrocinadores, el bingo que le da plata. Entonces estamos en esa pelea. En el resto de los clubes lo que pasa es que les están pagando a todos de a puchitos, pero el tema es que algunos todavía están pagando deudas”.

Bien abajo, casi al final

La C es la divisional más alejada del círculo de privilegio y la más cercana a la Primera D, que ya pertenece al mundo amateur, sin dudas el más golpeado. Federico Carneiro es un futbolista histórico del Club Luján. El volante dice: “Pese a la malaria, tengo algunos laburos pendientes en la carpintería. En cuanto al fútbol, la AFA está bajando todos los meses el cheque para cada club, pero en la mayoría de los clubes de la C no alcanza para cubrir los salarios, los salarios se cubren con patrocinadores y publicidades, y ahora se está haciendo imposible cobrar”. Y agrega: “Hace más de un mes que paramos de entrenar. Está difícil que se pueda reanudar el campeonato, no creo que se pueda seguir jugando. Quedan diez partidos más el reducido, en junio se terminan los contratos y hay que empezar a pensar en el campeonato que viene. En la C todo el mundo tiene que salir a laburar, porque la plata no te rinde. En mi caso laburo en la carpintería, pero la mayoría de los chicos están al horno. Están esperando la plata que le puede dar el club, que es la que te da AFA. Los dirigentes, haciendo malabares para conseguir el resto”.

Al fondo que hay lugar

En el caso del fútbol amateur la situación es más salvaje aún. Los pibes de la D cobran por partido, o arreglan viáticos, que hoy en día brillan por su ausencia. Además no tienen cobertura de agremiados, por lo tanto, no tienen acceso a ciertos beneficios de los profesionales. Julio Gauna juega en el ascenso desde hace años y dice que está contando de las últimas.

Defiende los colores de Deportivo Paraguayo y describe la siguiente realidad: “Hace 15 días sacamos una carta informal con un compañero, Sebastián Ferreiro, contando la realidad de la necesidad que siente en estos momentos el jugador de la D, los viáticos, la ausencia de obra social. La pandemia golpeó fuerte. Muchos jugadores volvieron a vivir con sus padres por no poder pagar el lugar donde vivían. En mi caso tengo una escuela de fútbol; el jugador de la D siempre tiene que trabajar porque no le alcanza, pero la escuela obviamente también está parada por todo esto”.

¿Y en el femenino?

Uno de los hechos fundamentales de la historia del fútbol rioplatense fue la aparición de los primeros contratos profesionales para el fútbol femenino en Argentina. La figura icónica de Macarena Sánchez abrió un abanico inexplorado que hoy se enfrenta quizás a la primera crisis. Por eso Garra conversó con la uruguaya Sindy Ramírez, futbolista de San Lorenzo de Almagro, quien clarificó el juego y habló sobre su realidad, la de las jugadoras con contrato y las que aún no lo tienen: “Mi situación acá en Argentina es buena en comparación a un montón de otras colegas. Además de mi trabajo como futbolista en San Lorenzo soy administrativa en la sede del club, y en ambos trabajos percibí mi sueldo en tiempo y forma. Cuesta un poco estar lejos de mis viejos y mi familia, que están en Sauce, pero la verdad es que estoy bien”.

La futbolista del ciclón cuenta que hay clubes que no pagaron los sueldos este mes, y otros equipos que no pagan “desde enero o febrero”. “Es muy difícil mantenerse así, más sabiendo que los sueldos de la mayoría de las futbolistas rondan los 20.000 pesos, en el mejor de los casos, y eso hablando de Primera División. Las futbolistas de otras categorías a veces ni siquiera cobran viáticos”, explica la sauceña.

De aquel lado la gambeta, de este lado el dribbling. Con respecto a los derechos y al concepto de trabajo de las y los deportistas, en ambos márgenes del río jugamos con varios de menos.