Es raro establecer conceptos medianamente claros sobre la validez del empate de Uruguay con Francia en Ciudad del Cabo. Si lo pensamos mirando a futuro, sin dudas que se podría decir que no fue un mal resultado, empatarle a un equipo poderoso en el debut, habérselo sacado de encima y tener estímulo de clasificación para los dos partidos que vienen. Si lo analizamos en función de la expectativa de buen juego que podía desarrollar la celeste, tal vez nos quedemos menos conformes. Pero los franceses también juegan, y no lo hacen mal. Es cierto, ya paso y hay que mirar para adelante, pero ¿qué cosas dejó el partido con los franceses, cuando ya tenemos a la vuelta de la esquina el segundo juego ante los sudafricanos?
Ayer, el Maestro Tabárez en la conferencia de prensa aportó un dato de su acumulación de vida, que seguramente regirá parte de sus decisiones inmediatas, planes y estrategias: “En mi experiencia en los mundiales he aprendido que las series sólo sirven para clasificar y para más nada”.
Tomando esa opinión como elemento articulador de un posible análisis de lo que pasó el sábado en Ciudad del Cabo y lo que puede pasar en torno a seguir adelante en el torneo, deja la sensación de que el empate ante el presumible rival más poderoso no está nada mal. Siguiendo en esa línea, pero profundizando aun más en un marco absolutamente teórico, casi seguro que si el 4 de diciembre de 2009 ese diablito que casi todos llevamos dentro nos hacía firmar un empate sin problemas, como me pareció que fue el del otro día, seguro que a pesar de las recomendaciones de aquel angelito, que yo ya no llevo, le metía terrible gancho y le contestaba que me servilleta.
Además, ponele que te pongo el DVD del partido antes de que se juegue, como una especie de recuerdos del futuro, y me anticipás algo de lo que será el juego, también te recontra afirmo el empate, porque me sirve, en la expectativa de clasificar, y porque quedó demostrado que Francia es un equipo poderoso con una forma de juego europea por su velocidad y técnica, pero teñida de engaño latino. De entre los 63 millones de franceses, han elegido este grupo, que, a su vez, forma parte de un gran colectivo que apunta a la formación de elite desde la temprana edad, hasta llegar a este plantel maduro y exitoso y que es el vigente vicecampeón del mundo.
Oponelo a nuestro jovencísimo e inexperiente plantel, laburado con jugadores que, a la inversa de los franceses, pasaron por un proceso de no-captación, como en el caso de los zagueros Lugano y Victorino, quienes debieron ir a racalar a Plaza Colonia para lograr un mínimo destaque, o Palito Pereira, quien se fue de Miramar a Quilmes de Argentina, o el Egidio Arévalo Ríos, de quien cuando jugaba en Bella Vista de Paysandú no sabían si Arévalo era nombre o apellido, o Luis Suárez, puteado hasta el paroxismo por algunos ansiosos e incómodos hinchas de Nacional, y bueno..., da para seguir. Pero a pesar de que las comparaciones son odiosas, ¿por qué? Te ponés a medir y la verdad es que dan diferencias. Si encima a ese combo le agregás la expulsión de Lodeiro y la inferioridad numérica justo en la etapa de cierre del partido, la oferta del empate es francamente tentadora.
Algunos apuntes
Esta bien, temblé, y mal, cuando Ribery se fue por derecha y Govou la tocó de calite y se le fue afuera junto al palo.
Pero también se me aceleró el corazón cuando por primera vez la jugada entre Forlán y Palito terminó en un remate del rubio goleador que sacudió las manos del golero. Con el fútbol de los franceses, de buena técnica en velocidad, y de un posicionamiento de los uruguayos en el campo que no permitía neutralizar a los galos, el equipo de Domenech pareció convertirse en el dominador del partido entre los cinco y los 15 minutos. Tal vez no fuera más que sobreevaluar las jugadas de los franceses. Uruguay le empardó el juego sin generar jugadas de peligro, pero sacándose de encima a los de Domenech. Así nos fuimos al entretiempo. Parece que por lo que pasó después del arranque de la segunda parte, en los vestuarios ambos colectivos se dieron ánimo y argumentos para salir a tratar de ganar el partido, pero luego otra vez se opacaron en situaciones de peligro y una vez más pareció prevalecer el juego de los galos. Uruguay tuvo una, y fue buena, la de Forlán, de gran gestión por despliegue y ascendencia que se le fue junto al palo.
No jugamos solos
La mayoria de las veces, los analistas del fútbol, nosotros, los tres millones de uruguayos, pero también parte de los 63 millones de franceses -tienen un poquito más de gente para elegir- perdemos de vista una de las variables básicas que tienen las prestaciones de un equipo en una contienda deportiva y que aparece encerrada en alguna definición básica de competencia, en la que se necesita la presencia de un contendiente y, por tanto, de sus aptitudes y actitudes. Hay un antagonista.
No analizamos los partidos en función de la potencialidad y de las prestaciones del rival, del que compite con nosotros, y así, narcotizados por el viejo perfume de la gloria, caemos en grotescos prejuicios de que hay que ganar porque somos Uruguay y porque jugamos contra los franceses, que están todos peleados, que tienen un técnico que se va, que perdieron con China y que, además, nunca nos han podido ganar en la historia de los mundiales, y vaya a saber cuánta cosa más.
Francia no jugó un gran partido, pero mostró potencialidad y equipo, lo que no quiere decir que Uruguay haya jugado uno malo, y no sólo mostro velocidad y buena técnica en desplazamientos rápidos -muy rápidos- a los que no estamos habituados a resolver, sino que por momentos estuvo a punto de rematar el partido a su favor. ¿Por qué siempre debe haber errores y procedimientos equivocados en uno de los colectivos? Lisa y llanamente, ¿no podrá haber en los 90 minutos de juego un equipo que por funcionamiento colectivo, destaque de algunas individualidades o situaciones coyunturales juegue mejor y sea superior al otro? ¿Qué otros jugadores pudieron haber participado del partido que ya no se jugó? ¿Qué otra variante táctica o estratégica se pudo haber realizado para doblegar a los franceses?
Es posible que en otra situación, en otra época, antes o después, con otros jugadores o con estos mismos con otros niveles de concentración e imaginación, Uruguay haya podido y pueda ganarle a Francia. El viernes no pudo, porque los de Domenech jugaron bien y simplemente -que tampoco es poco- pudimos empardar el resultado y la, por momentos, superior gestión francesa.
Ahora hay que pensar lo que dejó este partido y el valor de este punto como arranque. Da la sensación de que no es malo,pensando que fue el arranque ante el vigente vicecampeón mundial. El tiempo dirá, pero seguro no siempre, casi nunca, un equipo puede hacer lo que quiere. Enfrente hay otro y también juega, y a veces como Francia, y resulta un rival de gran peligro.
C´est la vie
Lloro, pero no estoy triste. Siento la emoción a flor de piel. En la línea del medio me colocó el destino y estoy pronto para pasar para un lado o para el otro, y seguro siempre el final será feliz.
Falta más de una hora para que empiece el primer partido de Uruguay ante los franceses y cuando los celestes salen al campo de juego las vuvuzelas aturden aun más, y la emoción te sacude, te impacta, te mueve y siempre me lleva a aquel canarito chiquito de pantaloncito de lana y pelo bien cortadito que con 2 o 3 años correteaba tras una pelotita de plástico duro. Ahí o en tantos pueblos y ciudades comenzó, comienza y seguirá comenzando por siempre y para siempre la pasión lúdica de los uruguayos por el fútbol, pasión que tiene su cenit en esto, en un Mundial, la puerta final del camino de los sueños.
Con gusto y con ganas, pienso y me traslado a cada uno de los rincones del Uruguay. Quisiera que mis ojos dijeran lo que a veces con palabras no se puede. El centro de la oportunidad me viene justito a mi pecho y esta vez te juro que la pudro en el ángulo. A mí me pasa al revés de aquellos que no disfrutan de sus roles profesionales, casi que lo sufren, marcan tarjeta y sellan los expedientes. Y ni siquiera les sacan el jugo a los interesantes países que pueden visitar con las transmisiones. Cumplen un horario. Son como un saxofonista trabajando de dependiente en Cymaco, como Iván Paulós haciendo pogo con la Trotsky.
Sé que miles de nosotros soñamos o soñaríamos con estar acá, no por la guita o los viajes o la insoportable levedad de los mandos medios de la FIFA, pero sí por esa maravilla de ensueño de trabajar en lo que te gusta, por seguir de cerca una de las vocaciones más masificadas de los uruguayos: ser jugador de fútbol y su sucedáneo inmediato en la proyección infantil, relator, comentarista, periodista.
Yo estoy aquí por ustedes y te juro que no puedo dejar de sentir la emoción por lo de acá, pero fundamentalmente por la maravilla de sentir, de vibrar y de emocionarse con la vida.