No es fácil volver a la victoria, cuando fortuitamente, o por la pandemia, la última había sido cinco meses atrás. Peñarol, como en cada partido apostaba por ella, pero había una necesidad punzante para este encuentro. Así, tan necesitado como obligado, Peñarol le ganó a Boston River 2-0 en el Campeón del Siglo. El jovencito Facundo Torres con apenas seis minutos en el campo, en el segundo tiempo abrió el marcador y el partido, y David Terans lo remató minutos después. Le costó, y no pudo soltarse Peñarol, porque Boston River con un planteo seguro y corriendo pocos riesgos solventó con sus futbolistas la paridad de la primera parte. En la segunda parte, después del gol, ya no tuvo demasiadas fuerzas como para mantener aquella paridad en la cancha, en el resultado y en la cuenta de los goles.

El césped y el cemento

No estoy adentro, claro, pero para mí y para ellos es la sensación de una práctica de miércoles. De día miércoles, y entrenamiento como práctica. Apenas la rigurosidad de los equipos impecables, los árbitros con todos los chiches, las pelotas a estrenar. Pero lo demás parece todo un partido de entrenamiento, dándole a esas prácticas la mayor jerarquía como partido. Los jugadores, los futbolistas lo saben, lo sabemos, cualquier partido donde sea, como sea, es el partido más importante, más serio que jugamos, desde la vereda, el campito, la canchita hasta el estadio. Pero claro, todos tienen sus particularidades, sus rituales particulares, sus especificidades. Una práctica es sin gente y con ropa de entrenamiento. Un partido de campeonato es con la música de los hinchas y la foto de los equipos.

Fue muy de estudio el arranque, por eso capaz me pareció más esa idea de práctica, que nunca está en el casillero de informal. Pocas progresiones profundas en el primer cuarto de hora. Mayor dominio de pelota de parte del Boston, un par de ataques profundos de Peñarol resueltos por la extrema defensa. El mayor crédito del equipo dirigido por Sebastián Abreu fue su prolijidad en el tratamiento de la pelota y la aplicación al sistema de neutralización defensiva.

A los 20 sucedió lo imprevisible, lo impensado, cuando Gonzalo Falcón, el arquero de Boston hizo una atajada maravillosa, plena de reflejos y automatización de movimientos trabajados. A la salida de un córner desde la derecha le quedó para la zurda, en la izquierda a Joaquín Piquerez, que remató fuerte y seco, ya en el área chica, y David Teran sumó potencia al envió cambiándola de dirección a menos de tres metros del gol, pero Falcón la manoteó al córner.

Cuando Peñarol, a impulsos de la vivacidad y velocidad de Facundo Pellistri y David Terans, puso contra el arco al Boston, los de Abreu ensayaron salidas rápidas que un par de veces fueron contragolpes peligrosos. Las voces en las tribunas repiquetean con eco. Se escuchan los gritos de los jugadores, de los técnicos, del línea y hasta la del hombre aquel que está en la tribuna. O capaz es la del otro, o la del otro que estaba al lado de aquel. Demasiada gente este fin de semana en las canchas. Demasiada en el entendido del compromiso dinámico, de que en los partidos estén los trabajadores, incluyendo a los deportistas y poca gente más. No público.

Ese gurí

El segundo tiempo empezó con una novedad: Facundo Torres, el chiquilín de La Paz, entró por Matías de los Santos. El juvenil que ya había destacado en las selecciones juveniles y también en las prácticas del protocolo, precisó de solo cinco minutos para debutar en las redes: fue un tiro cruzadísimo de zurda y de afuera del área que venció la estirada de Falcón. Más allá de señalar el acierto del joven carbonero, hay dos aspectos a reseñar de aquel gol que abrió el partido. El rechazo en situación de desespero y al medio de manera innecesaria de Lozano, y el corte y habilitación certera, por justa y simple, de Vadócz.

El 1-0 cambió el partido. Cuando te clavan ya deja de ser práctica. Ya no tenés la laxitud de un entrenamiento. Se siente el peso de la ausencia de aquel puntito, y sabés que los de enfrente se están llevando algo que podía ser tuyo. Aquella prolijidad, aquella rigurosidad en el manejo de las situaciones para no correr demasiados riesgos ya no era válida para encontrar el empate. Entonces, Boston River se animó un poquito más, se descontroló un poquito y armó una jugada por derecha con Pablo Álvarez llegando hasta el fondo y mandando una bola azucarada para el cabezazo de Bentancourt. El salteño cabeceó, pero un brazo cortó el tiro al arco. El juez, Ostojich, mandó el “siga, siga”, y tanto siguió que un par de jugadas después, tras otra gran tapada de Falcón y un rebote-pase fortuito del húngaro Vadócz le quedó a David Teran, que soltó un bombazo próximo al área chica que hizo explotar las redes.

Faltaba mucho, pero parecía una diferencia inalcanzable. Peñarol, con una buena administración de sus futbolistas por parte de Diego Forlán estuvo muy cerca del tercero cuando el chileno Christian Bravo culminó un trepidante contragolpe definiendo contra el caño. El gol de Facundo Torres abrió el partido y soltó un poquito a Peñarol, que como todos los equipos en esta vuelta al fútbol no se está mostrando fino ni espontáneo, pero tiene fortalezas a veces individuales, a veces colectivas, que le permiten acelerar el paso y pensar en mirar más de cerca a los de arriba.