Alguien en la distancia social recomendada dijo con sarcasmo, “hay que ser de River”. Uno de los clásicos de los prados al oeste se jugó desde el descanse aunque en la corta, aunque para pocos. Teatro para pocos. ¿Cómo es un teatro con tribunas? ¿O solo hay tribunas cuando se parece a un juego? ¿Cuánto hay de teatro en este escenario peinado para la ocasión?
La voz de Jorge Fossati como un trombón. Surge del banco a la línea punteada y arremete en el dialogo de arqueros, árbitros y guías. Al juez todos tuvieron algo para decirle. Entre los relatores y el viento, Damián Macaluso parece contestarle. Pero a veces el diálogo es a nadie. Es sólo la narrativa de un partido de fútbol. La dramaturgia.
El altoparlante volvió a repetir lo de los barbijos. Entonces los pocos que somos olimos nuestro propio aliento. River la pudrió con la indumentaria, era para un clásico con colores típicos. La conocida línea de tres de Fossati parecía movida con arneses. Aunque desdibujado en el tratamiento, trabajó con cierta calma que le sirvió el gol de Arezo. Un puñado contestó aquello de “ser de River”. Wanderers intuyó prolijidad y se afirmó en individualidades encendidas. La de Mathías Acuña, la de Ignacio Lores. Un juego asociado que no escatimó en alternar con el juego directo de un buen proyectil.
¿Es el fútbol un texto adaptado a la escena? A escenas irrepetibles. Como el diálogo que también se adapta a no saber nada de lo que va a suceder. Como una charla de avión. De un ascensor suspendido. De un córner con agarrones y tarjetas.
Hubo polizones trepados a los muros de la Buschental. En River lo de Adrián Leites y Maxi Calzada fue todo el día desde temprano. Lo de Lores en Wanderers también, ya se sabía. En un infortunio cobraron penal y Leites abrazó la pelota. Se lo pidió al ejecutante designado, que con caricias en el pelo accedió. Leites puso el segundo.
Cuando Matías Arezo simuló una falta contra la raya, la misma persona a la misma distancia le acotó al árbitro que desestimaba: “hace teatro juez, hace teatro” . Al juez le pidieron hasta guita. En el juego se fue instalando cierto dominio entre dos modelos. Un tumulto contra el banco de la visita, un clásico varonil de fábrica, solo le sirvió a River por el tiempo. Hay quienes dicen que el fútbol son los tiempos y los espacios. Ahí trabajó River. Para eso entró Juan Manuel Olivera. Arezo siguió aplicando su adolescencia. Wanderers no se despegó del orden pero sí de la eficacia. River siempre estuvo mas cerca de aumentar que de sufrir.
Tras dos o tres entreveros, Fossati, con los índices en las sienes, exigió pensar. River entendió que el conflicto por los puntos estaba resuelto y corrigió ansiedades para los descuentos. River ganó el clásico del Prado, en tarde ventosa y fría. Pero el viento no tuvo nada que ver en esto.
Detalles
Estadio: Parque Viera.
Árbitros: Andrés Matonte, Javier Irazoqui, Héctor Bergalo.
Wanderers (0): Ignacio de Arruabarrena; Darwin Torres, Juan Izquierdo, Damián Macaluso y Hernán Petrik; Adrián Colombino, Jhonatan Barboza (80’ Diego Riolfo), César Araujo (46’ Rodrigo Pastorini), Leonardo Pais (64’ Mauro Méndez); Mathías Acuña, Ignacio Lores (80’ Nicolás Quagliata). Entrenador: Mauricio Larriera.
River Plate (2): Gastón Olveira; Nicolás Rodríguez, Gonzalo Viera, Horacio Salaberry, Santiago Brunelli; Juan Plada, Diego Vicente, Maximiliano Calzada, Adrián Leites (79’ Tiago Galetto); Nicolás González (55’ Nicolás González), Matías Arezo (90’ Thiago Borbas). Entrenador: Jorge Fossati.
Goles: 31’ Matías Arezo (R), 49’ Adrián Leites (R).