La pelota, suspendida en el aire y descreída de las leyes de la física, espera por una voz finita que rompa la expectativa con un grito interminable de gol. Mientras rebota contra las paredes, el sonido da pie a una pequeña carrera de pasitos cortos y brazos hacia adelante buscando estrellarse en un abrazo paterno. La final del domingo en La Cartuja de Sevilla ya se había jugado. Y no una sola vez. Cientas. Quizás con algún nimio detalle diferente, pero en esencia el título de Athletic Bilbao ya lo habían vivido, jugado y relatado en los pasillos de la casa repetidas veces padre e hijo, con la semifinal eliminando a Real Madrid incluida. Agónico, poco creíble y mágico. Así ya lo había imaginado Oihan, como tantos otros hinchas vascos que festejaron desde casa un título que fue mucho más que levantar otra Supercopa. Así, ya lo había escrito Galder Reguera en sus noches frente al teclado recordando cuando su aita lo llevaba a San Mamés: “Este libro está dedicado al Athletic Club, cuyos colores heredé de quien más quería y al que debo mis sueños, los que no se cumplieron y los que sí”. Estos son los primeros 150 caracteres de una obra cargada de sentimientos, pasión y continua reflexión.

No hay dudas de que es una de las actividades más populares de la vida contemporánea. Pero ¿qué es el fútbol? Porque ese término inicialmente anglosajón con que bautizaron al deporte los ingleses no es solamente un juego, ni es la vida entera. Es un concepto mucho más amplio que la descripción de lo que pasa adentro de una cancha. Reguera, sin proponerse esa pregunta casi filosófica, responde con la vida acercándonos un poco más a la respuesta.

Hijos del fútbol es un relato sensible. Un cuento de vida atrapante que comparte alegrías, tristezas, pérdidas y frustraciones mientras crecemos. Mientras vivimos. Como el padre, que escribe todas las noches mientras su hijo duerme, vivimos el crecimiento de Oihan, que empieza a conocer la vida de a poco y se va encontrando con dudas, preguntas, cuestionamientos y sensaciones, pero la certeza de haber recibido prematuramente la herencia de Athletic Club. Uno de los niños –el que escribe– ya es adulto, modeló su personalidad a través de las más diversas experiencias. Ya es padre y acompaña el crecimiento de sus hijos con las dudas e incertidumbres que le encienden sus recuerdos. Lazos familiares construidos en un estadio, el sueño inalcanzado de ser futbolista profesional, pero, mucho peor, haber sido humillado por su propio equipo infantil, y la reflexión cotidiana entre las expectativas y la realidad.

Albert Camus, Diego Maradona, Nick Hornby y Eric Cantona conversan en un mismo texto, muestran sus mejores cartas combinándose con otros tantos autores y futbolistas que plasman su magia dentro y fuera de una cancha. Son tantas –y tan precisas– las citas y la comunicación que establece con otras obras, que el autor despierta una gran curiosidad en leer, ver y conocer a otros cultores del fútbol en su máxima expresión. Reguera tiene ingredientes de Juan Villoro, la melancolía de los personajes de Eduardo Sacheri y admiración por Eduardo Galeano.

La empatía va creciendo en la medida en que avanzan las páginas. Las vivencias del protagonista van construyendo un espejo en que mirarnos hasta viajar a nuestras experiencias individuales, de la infancia, de la paternidad, de nuestras frustraciones. Es cierto que la mirada está tamizada por una construcción muy masculina de la niñez, en una sociedad cimentada en un relato primordialmente hecho por hombres que ha excluido a muchísimas mujeres de las vivencias infantiles en torno al fútbol. Generalizaciones que no han sido tan generales para las chicas, pero por suerte se van amplificando hacia las nuevas generaciones, como el caso de Uzuri, la más crack de los partidos que se juegan en la escuela de Oihan.

El tiempo, siempre elástico, presenta una cronología diaria que cruza transversalmente el pensamiento, la memoria y los recuerdos. Las horas, los días, los partidos, los campeonatos pasan, avanzan desde una construcción temporal muy personal, pero conectada por medio de eventos universales que sirven de ancla para ubicarnos rápidamente. El diario de vida va llenando sus páginas a medida que pasan las noches en un género literario combinado entre memorias, crónicas, anécdotas y cuentos.

Es que justamente es todo eso lo que concebimos como fútbol. El juego, sí, la competencia, el bar en la previa, los rituales, las rutinas y las tantas conversaciones sobre qué hubiese sido mejor para ganar tal o cual campeonato. Mientras todo eso se centra en los futbolistas y en una cancha de medidas reglamentarias, transcurre la vida, crecemos y vivimos fútbol.

Hijos del fútbol. Galder Reguera. Lince Ediciones, Barcelona, 2017. 206 páginas.