El impresionante y a esta altura histórico Central de San José fue campeón de la Copa Nacional de Clubes tras la tanda de penales, donde ganó 4-2, después de que el partido lo ganara el decano maragato 2-0 con goles de Eduardo Hernández y Nicolás Rebollo. En el alargue, al que llegaron porque en Colonia, en la primera final, Juventud había ganado 5-0, no hubo goles. El alargue funciona como tercer partido y no se mide -ni siquiera en ese lapso- la diferencia de goles, por lo que hubo que llegar a los penales.
Empezando por el final
Vienen los penales.
Eduardo Hernández pateó el primer penal para Central y atajó el rosarino Camilo Irsanskas. Le tocó a Juancito Torres el primero de Juventud y atajó Fabio García.
Nacho Guardado remató el segundo del decano y fue el primer gol de la tanda de penales. Francisco Vega remató el segundo de Juventud y puso el 1-1. German Alayón le rompió el arco a Irsanskas y colocó el 2-1 para Central.
Ezequiel Casaña tiró el tercero de Juventud pero la sacó del estadio y quedó en las puertas de la escuela 51. Lucas Battaglino, un baluarte en todo el partido, que de delantero pasó a jugar de líbero, tiró fortísimo y puso el 3-1 para los de San José. Nahuel Martiarena remató el cuarto de Juventud y anotó el 3-2.
Maxi Britos pateó el quinto penal, y no hubo más que ¡dale campeón, dale campeón! Somos testigos de un equipo sinigual, que ha marcado una era en el fútbol del interior al obtener cuatro campeonatos del más uruguayo de los campeonatos. Un equipo que ha forjado su jerarquía futbolística y que dejará una marca en el tiempo.
En nueve años Central ha jugado cinco finales del interior y ganó cuatro. Que estaban viejos decían, que no podían levantar las gambas, que ya no eran los mismos, y aquí están: otra vez campeones. Una inmensidad. Jerarquía construida desde el esfuerzo, la capacidad y la acumulación de aciertos y errores.
Una final sensacional, inigualable, única. Desde la omnipotencia me gustaría decirles que si quieren, sigan ustedes con el noruego Haaland, los Kylian Mbappé, con el París Saint-Germain, con el Manchester City, con lo que sea que esos afinados o desatinados comentaristas de corbatón y championes les digan y les vendan. Pueden seguir. Pero lo que no pueden dejar de vivir es una fiesta como esta, de estadio lleno, de cercanías de novias, vecinos y sobrinos, donde la emoción, las emociones, fluyen tan puras que uno piensa que está en su cuadra y asimismo en una final del mundo.
Una maravilla.
El partido
A los cinco minutos Sebastián Noy, el exquisito coloniense que juega en todas las canchas, se fue por izquierda, recuperó una pelota que parecía perdida, dibujó con su zurda y casi entrando al área, a la altura de la línea final, mandó un remate sesgado que casi se convierte en gol. Los servicios cardiológicos de la Asociación Médica de San José casi se tienen que trasladar en masa a la tribuna principal del Casto Martínez Laguarda, tupida de josefinos que sintieron que el corazón les explotaba en el momento en que vieron que la pelota superaba al floridense Fabio García. Pero fue afuera, y todos respiraron.
Enseguida un par de tiros de esquina pusieron en situación crítica a la defensa de Juventud. El experiente y campeonísimo zaguero central Nicolás Rebollo puso en cuestión el cero del arco coloniense.
A los 16 llegó el primer gol del partido. Fue para Central y lo hizo Eduardo Chumbo Hernández, de tiro libre. La pateó de pique al palo de Irsanskas; este, cuando la pelota le picó frente a su estirada, nada pudo hacer. Pero, claro, toda jugada tiene su historia y su spin off. En este caso el tiro libre existió porque una rápida y precisa combinación entre Portillo y Juan Ignacio Guardado permitió una profunda entrada de este que se metía como cuchillo caliente en la manteca. A la entrada del área lo pararon de atrás y la gente en el escenario maragato empezó a hacer palmas al ritmo fonético de ¡gol-gol-gol!, un código de nuestras canchas al norte del arroyo La Paz. El movimiento de pararse, la ge del gol gutural y expresiva salieron fácil.
Desde el domingo de noche saliendo de Colonia, desde la vuelta pesada y mortificante por la ruta 1, desde cada práctica en la semana, desde antes de llegar a los vestuarios del Martínez Laguarda, este equipo, que en la última década ladrillo tras ladrillo ha construido su jerarquía e imponencia a través del esfuerzo y el juego en cada cancha del país, estaba esperando esto, y fue la lanzadera para imponer su juego con tranquilidad y seguridad.
Jugar por jugar
En la segunda parte Juventud salió a buscar el empate que le permitiera el título y evitar el alargue.
Arrimó un par de veces con peligro, pero sin poder concretar ninguna aproximación al gol. Por el contrario, los decanos josefinos, con una inolvidable tarde de Portillo, volvieron a la ofensiva persistente y segura, y en una de esas volvió a ser tiro de esquina y del centro vino el segundo albinegro. Rebollo, casi agachándose, metió un impresionante frentazo que se llevó todo por delante hasta parar en las redes. Iba un cuarto de hora del complemento y llegaría una media hora de limbo.
Vino un momento raro del partido, el del último esfuerzo coloniense por llegar al empate en los 90, y el manejo del físico de Central para ya prepararse en medio del partido para rendir en el alargue.
Y así fue que terminó ganando bien, con autoridad y esencia futbolera, el local. Nos fuimos al alargue, que en tiempos de historias que desaparecen de la fatuidad de las vueltas del minutero y de la obsolescencia programada viene a ser un tercer partido, una finalísima condensada en 30 minutos con jugadores cansados.
El final feliz
Mucha gente dice, y yo creo que no hay exageración, que el floridense Fabio García es el mejor golero del interior. Fue a Fabio al que en Colonia, en el medio del agua, se le fue la pelota de las manos, como una tararira recién sacada del anzuelo volviendo al agua, cuando el gol de Juventud, que abrió aquella goleada 5-0.
Fue esta vez Fabio García el que hizo que toda la tribuna maragata saltara y festejara como un gol su magnífica intervención en el primer chico del alargue. Es que Juventud empezó este nuevo “partido” muy afinado y ofensivo. Robó en mediacancha una pelota Sebastián Noy, que con su paso largo y elegante carrera arrancó sin que nadie pudiera ver más que su número 10 rumbo al arco de García. Se enfrentaron, el coloniense gambeteó a la derecha y el floridense se tiró de cabeza a la pelota y de manera milagrosa se quedó con el esférico en las manos, salvando a Central.
Estuvo fino y rápido Juventud, que como estrategia había resuelto guardar sus fuerzas para golpear en el alargue, pero no pudo.
Después vinieron los penales, y ustedes ya saben, ¡Central campeón! ¡Salú!
Han entrado en la historia que ustedes mismos han escrito en los últimos años...