Gabriela Schiaffarino es la fundadora de SoMo Deporte. Profesora de educación física e intérprete de lengua de señas, motivada además por tener una hija hipoacúsica, Maite Romero, creó el espacio con el objetivo de que ella continuara practicando natación al retornar a Uruguay, tras años viviendo en España.

Al llegar al país, comenzó a recorrer lugares con su familia en busca de un espacio en el que Maite pudiera hacer actividad física, pero en todos se presentaba la traba de la comunicación.

Entonces, como profesora de educación física y estudiante –en ese momento–, de intérprete de lengua de señas, además de como madre que quería para su hija la oportunidad de practicar deporte, decidió crear ella misma clases dictadas en lengua de señas. Consiguió con la Intendencia de Montevideo un espacio en un andarivel y comenzaron a utilizarlo con dos amigos de la escuela de Maite.

A partir de ese momento, el espacio fue creciendo año a año, con muchas dificultades, sobre todo por no tener apoyo y estar permanentemente en la búsqueda de lugares en los que desarrollarse.

Las clases se dictan en lengua de señas uruguaya, por lo que los profesores y estudiantes de educación física deben manejarla. “La actividad acarrea muchas dificultades por la falta de apoyo, no sólo en las instalaciones sino también para el trabajo, que es honorario y difícil de mantener”, cuenta Gabriela, que se encarga de todas las gestiones necesarias para sostener y hacer crecer el proyecto.

Antes de la pandemia eran tres profesores y estudiantes que la acompañaban; actualmente da las clases con su hijo, Manuel Romero, que además de jugar profesionalmente al básquetbol, estudia la licenciatura en Educación Física y también maneja la lengua de señas.

Espacio de pertenencia

A pesar de las dificultades para mantener la actividad en pie, el grupo fue aumentando en cantidad de participantes año a año. Está compuesto por alrededor de 50 personas de distintas edades, desde los cinco años hasta los 73.

El trabajo se divide en grupos; el de enseñanza, en el que aprenden a nadar y a adaptarse al medio acuático, y el de entrenamiento, conformado más que nada por adultos que participan en distintas competencias con la Federación Uruguaya de Natación. Se presentan en la Liga Máster con etapas en distintos torneos. “Es algo importante que se dé, no por los logros y las medallas, sino por la experiencia de superación personal: mejora la autoestima”, explica Schiaffarino.

Foto del artículo 'La historia del proyecto SoMo Deporte, natación para personas hipoacúsicas'

Foto: Natalia Rovira

El objetivo es la práctica de la natación, pero debido a las dificultades para conseguir piscinas, además de las carencias que tienen las personas sordas en cuanto a grupos de recreación y actividad física, fueron agregando distintas actividades con las herramientas que tenían al alcance.

Hoy en día, organizan distintas actividades de acondicionamiento deportivo, semanalmente, según los intereses del grupo. Además, tienen un fin social, ya que es un espacio de encuentro y pertenencia, con el que no suelen contar las personas con discapacidad en otras áreas de la sociedad.

También hacen actividades recreativas accesibles como correcaminatas, paseos, celebraciones de cumpleaños y concurren a los partidos de la selección, entre otras. “Personalmente los considero una familia. En diez años no sólo compartimos lo deportivo sino la vida, se han consolidado parejas, han nacido hijos, y todo eso lo vamos sosteniendo en el día a día”, cuenta Gabriela.

Solidaridad al palo

La actividad es abierta y gratuita, y los profesores trabajan de forma honoraria. Lo único que se exige para el ingreso es un control médico, es decir, el carné de salud. Pero la realidad es que el hecho de no contar con una base económica dificulta el desarrollo de las clases.

Los espacios con los que cuentan, en el Club Malvín y en el Polideportivo de Nacional, fueron cedidos luego de recibir los Premios Destacados, por medio de los cuales encontraron contactos y aperturas para seguir adelante, porque estaban en una situación crítica ya que no tenían espacio físico donde realizar las prácticas.

“Gracias a los Premios Destacados, que nos dieron una visibilización impresionante, se fue tomando conciencia y valorando la importancia que tiene el trabajo que lleva el proyecto, y así podemos seguir”, sostiene Gabriela. Anteriormente, contaban con un apoyo económico del Ministerio de Educación y Cultura, con el que se abonaba el alquiler de piscinas públicas que dependen de la Secretaría Nacional del Deporte: “Pagábamos alquiler de piscinas públicas para ir con el grupo de discapacidad”, explica Gabriela, que destaca lo difícil que es mantener una actividad a base de solidaridad.

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Foto: Natalia Rovira

“El grupo está creciendo muchísimo y necesitamos más espacios para poder seguir ofreciendo una atención de calidad como se merecen, y apoyo económico, porque el trabajo en el grupo es especializado”, agregó.

Quienes dictan las clases no sólo deben ser docentes preparados para enseñar gimnasia y natación, sino que deben tener una preparación extra y un conocimiento cultural para comunicarse en lengua de señas. Es importante “conocer la cultura e identidad de los sordos para poder hacer un buen trabajo”, considera la gestora del proyecto.

En este sentido, entre otras particularidades, las clases requieren más tiempo; “entre otras cosas propias de la cultura de la persona sorda, no son como cualquier clase de educación física”, agrega.

Por ende, la falta de una base económica dificulta ampliar el equipo de trabajo, por la formación que requiere. “Necesitamos el apoyo para las clases de calidad que se merecen. Uno se acostumbra a hacer el trabajo voluntario y lo tomás como algo natural y te parece normal, más allá del placer y la satisfacción que da”.

Mucho por delante

Tras diez años de experiencia creando, ejecutando y sosteniendo una actividad para personas con discapacidad en Uruguay, Gabriela considera que como país falta muchísimo por hacer.

Esta actividad, como la mayoría de las disponibles en el país en cuanto a discapacidad, se mantiene gracias a la voluntad de algunos. En este caso han solicitado apoyo en lugares públicos y privados, “pasamos muchas dificultades y la respuesta más común es ‘qué importante, qué bueno este proyecto, porque no hay nada’, pero queda en eso. No hay un apoyo real para que esto pueda seguir funcionando y creciendo”.

Al trabajo voluntario del dictado de clases se le suma el de la permanente búsqueda de espacios y de apoyo para continuar con los grupos. “Ese tiempo se podría dedicar en las miles de cosas que hay para hacer para fortalecer las clases”, expresó Gabriela.

Gabriela Schiaffarino y Manuel Romero, en el primer entrenamiento de Somo Deporte.

Gabriela Schiaffarino y Manuel Romero, en el primer entrenamiento de Somo Deporte.

Foto: Natalia Rovira

Además, los voluntarios brindan su tiempo luego de terminar y cumplir con sus trabajos remunerados, pero para Gabriela vale la pena: “A veces una va cansada de estar todo el día trabajando, pero ellos te contagian fuerza y ganas, y salís con más energía; es increíble, no lo cambiaría”.

El sueño del grupo es que SoMo Deporte se formalice y pueda continuar a futuro. “Como madre y docente es una satisfacción enorme, por mi hija, que es mi vida y mi orgullo; me llena verla disfrutar a ella y al resto del grupo, que no son sólo un grupo de trabajo, son mi familia, compartimos lo deportivo y el día a día”, finalizó.

Sordos en Movimiento

Funciona desde hace diez años en Montevideo. Actualmente desarrollan sus actividades acuáticas en el Club Malvín los sábados de 12.30 a 13.30 para jóvenes y adultos, y de 13.30 a 14.30 para escolares. El acondicionamiento físico lo hacen en el Polideportivo de Nacional, los jueves de 8.00 a 9.00.

Hipoacusia

La hipoacusia, sordera o deficiencia auditiva es un trastorno sensorial que implica la incapacidad para escuchar sonidos. Dificulta el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación.

Incidencia en Uruguay

Según el último censo de población, en Uruguay existen aproximadamente 120.000 personas con problemas auditivos y más de 30.000 con sordera severa o total.

Esta posibilidad para las personas hipoacúsicas mejora su calidad de vida, les da un lugar de pertenencia, en el que pueden superarse y desarrollarse.