De manera inapelable Bolívar derrotó en La Paz a Wanderers por 5-0, y de esa manera aseguró su pase a la tercera fase de la Libertadores, y asimismo continuidad en los torneos internacionales de la Conmebol, porque si no sigue adelante en la Libertadores lo hará participando en la Sudamericana. Wanderers, que había viajado a los 3600 metros sobre el nivel del mar del estadio Hernando Siles con esa misma ilusión, quedó eliminado en un partido donde ya desde antes que se jugara se le presentó complicadísimo, lleno de problemas y sin poder siquiera ensayar respuestas al cúmulo de obstáculos que le presentó el Bolívar y la vida. El club montevideano, con ocho futbolistas enfermos de coronavirus y algunos jugadores no aptos físicamente para este partido, jugó la llave que pudo, pero en Bolivia no pudo nada.

Aunque no parezca, por lo pesadísimo del resultado, Wanderers quedó eliminado por diferencia de goles, porque perdió en suelo paceño pero había triunfado 1-0 en Montevideo.

De nada sirvió un ejército de futbolistas bien parados en su campo para neutralizar al rival sin quemarse todo el oxígeno. De entrada esa idea se desplomó con un tardío efecto dominó que se gestó en el gol inicial a los 5 minutos del argentino Leonardo Ramos, con el segundo gol al final de la primera parte de Bruno Miranda, y más aún con la expulsión de Diego Hernández, que no tuvo la experiencia ni la razón para contener su desborde emocional en una acción cualquiera. El primer tiempo se cerró ganando el local 2-0, un resultado que ya le daba la clasificación, y con el visitante con uno menos en un lugar donde el desdoble físico pesa para los forasteros.

Ni Steven Spielberg podría haber hecho creíble un guion épico con la remontada de los uruguayos en el segundo tiempo cuando Ramos, a la salida de un córner, cabeceó muy bien para poner el 3-0. Estar a dos goles de la clasificación y con la desventaja de la altura, jugando con uno menos y ante un buen equipo, fue muy pesado, casi imposible.

Imaginen cuánto más cuando Damián Macaluso con gol en contra le autoinfirió a su equipo la herida que definitivamente lo alejaba de todo.

Mauro Silveira, el único arquero de Wanderers en todo el plantel, no sólo estuvo maravilloso, sino que además sufrió una contusión en su brazo derecho que le hizo atajar el resto del partido con una mano.

Al igual que su golero, Wanderers nunca se entregó, pero estaba clavado que podrían llegar más goles, como el quinto y definitivo que se dio sobre el cierre del encuentro cuando Víctor Abrego mandó por última vez la pelota a las redes.