Con Bolsos Antifascistas hablamos en la previa del increíble partido que disputaron Atlético Nacional y el Club Nacional de Football en el Parque Central por la Copa Libertadores de América. El partido terminó cuatro a cuatro, Gonzalo Bergessio volvió a ser una pesadilla para los defensas que no encuentran la vuelta a cómo marcarlo ni con todas las tecnologías a su servicio. Lo que también es cierto es que antes de ese gran partido dos antifascistas tricolores hablaron con Garra de una campaña de compilación de relatos sobre lo que significó ser hincha de Nacional en tiempos de terrorismo de Estado, de dictadura, de esa oscuridad que sigue dejando preguntas y exigiendo respuestas. Las premisas son claras: escuchar, recordar, visibilizar, no olvidar ni repetir. “¿Cómo sufrieron la dictadura los bolsos de a pie? ¿Cómo era ir a la cancha en dictadura? ¿Qué recuerdo vinculado a Nacional tenés de esa época?”. Así encabezan los bolsilludos y las bolsilludas antifascistas esta campaña que recoge relatos, historias de vida y el vínculo fundamental de esas historias con una camiseta, en tiempos en que las libertades fueron recortadas y un manto de sombra cubrió al país. Un manto de miedo. Un manto de persecución.

Hoy, que juntarse en una casa a ver un partido parece una utopía o abrazarse en un gol un gesto de otra época, bolsos y bolsas antifascistas buscan una forma de reconstruir ciertas historias que hacen eje en los colores queridos, pero que están sensiblemente atravesadas por el filo brutal de una dictadura. Los hinchas y las hinchas antifascistas de nuestro fútbol van dejando una estela de cuestionamientos y manifestaciones que de un tiempo a esta parte parecían calladas bajo el bramido de un gol. Eso hace de cada hecho un mojón fundamental de nuestra historia como país futbolero por excelencia. Y supone al fútbol como un hecho social, lo que parece una redundancia, pero es que todavía hay quienes –sobre todo directivos y mandamases– todavía insisten en tirarla al córner.

¿Cuál es la idea central de la campaña? ¿A dónde pretenden llegar?

La idea de esta campaña, titulada “Memoria Nacional”, es aportar desde la especificidad de nuestro colectivo a la construcción de la memoria colectiva. Es decir, al tema de la causa de Madres y Familiares se puede aportar desde muchos puntos de vista y seguramente todos confluyan en el mismo lugar. Nosotros podemos aportar poniendo sobre la mesa cómo en la dictadura, que caló hondo en toda la sociedad, no fueron la excepción los hinchas, no fue la excepción el fútbol. La dictadura repercutió en el fútbol, pero no sólo en el fútbol deporte y en las instituciones, sino en la gente en su condición de hincha. En la ida a la cancha, en juntarse. La idea es tomar desde el testimonio más simple hasta el más complejo y que la visualización pueda mostrar cómo la política repercute en la vida de todos nosotros tanto ahora como en las épocas más oscuras. Se trata de colaborar desde la especificidad del colectivo a la construcción de memoria colectiva, de visibilizar que el fútbol y la pasión no estuvieron por fuera del golpe social de la dictadura. Los testimonios que fueron llegando nos permitieron visualizar aún más esa idea. Hay algunos muy impactantes, sobre todo algunos vinculados con el exilio. A esas personas no sólo se les arrancaron los vínculos humanos, sino también la pasión. Ese es uno de los puntos más interesantes de los relatos que vienen llegando. La cancha y los hospitales eran espacios de encuentro donde la gente podía juntarse e intercambiar. El exilio te desarraiga de tus costumbres, del día a día, y en el día a día está el fútbol e ir a la cancha.

¿En qué formatos llegan y cómo se construyen esos relatos?

Llegan por correo ([email protected]), aunque estamos viendo otras posibilidades para acercarnos a gente que prefiere conversar sobre los temas. La idea sería tomar los testimonios y ver cómo los movemos para que se conozcan. Visibilizarlos para traer al presente las cuestiones de las dictadura y reivindicar las cuestiones de la memoria, sobre todo ver que el fútbol no es un aura que está por fuera de lo que pasa en la realidad social. Generalmente el testimonio recoge la historia de vida de la persona, quién es, dónde trabajó, qué le pasó, dónde militó. La gente remite además al exilio, al desarraigo, a la vuelta del exilio, a lo que implicó volver a la cancha; y también al miedo, la represión. La historicidad de las personas es el tronco común, después aparecen puntualizaciones.

¿Cómo cuáles?

Como la historia del Manija, que en realidad nos llegó antes de la campaña, aunque recibimos actualizaciones hasta hace media hora. Una historia de un tipo que estaba siendo torturado, un tipo duro que no largaba ningún tipo de información. Lo torturaron un montón de tiempo. Hubo un día que, entre submarino y submarino, para tratar de acallar sus gritos subieron la radio de fondo. Estaban en Inteligencia. Subieron el volumen y el Manija, entre bocanada y bocanada, preguntaba cómo iba el partido o quién había hecho el gol de Nacional. Son detalles; nada va a ser demasiado revelador, porque hay muchas historias de resistencia. Pero desde las historias más simples la idea es dar un vuelco en la información y que eso dé lugar al análisis.

“Lo político repercute en el fútbol”

¿Dónde radica la importancia de generar dentro del fútbol estos cuestionamientos?

No habitamos lo político como lo partidario; en lo político están todas las relaciones sociales. Lo político repercute en el fútbol. Nosotros queremos un fútbol y específicamente un club que no les dé la espalda a las realidades sociales y que no escape de ellas. Tratamos de instalar que todo es política. Las personas somos idea y cómo las llevamos adelante. A la hora de cualquier intercambio o relación social, o de habitar cualquier tipo de espacio, lo llevamos adelante a instancias de nuestras ideas, de nuestra ideología. Habitamos un espacio al que vamos todos los fines de semana o tres veces por semana, nos enfrentamos con otros equipos de otros barrios, nos juntamos con gente de otras características, de todo tipo de clases sociales, y todo eso ¿está desprovisto de ideas? No. Incluso el hecho de que haya un hostigamiento especial de la Policía para con el hincha, el hecho de que el hincha como figura a nivel social esté estigmatizado, subestimado, como que tiene menos capacidad de organización, menos capacidad de reivindicación. Hace poco, un ministro decía que había que tener cuidado con el hincha en la vuelta a las canchas porque se droga, se alcoholiza. Hay una figura que no es casualidad que se instale, y es importante que los propios hinchas seamos conscientes de por qué pasa. El hostigamiento de la Policía tiene un significado político.

“La postura de los clubes grandes es mirar para el costado”.

¿Qué tipo de respuestas encuentran dentro de Nacional o dentro del fútbol?

El hecho de cómo encaramos la campaña con las preguntas disparadoras es para que se encaren las historias en tanto hinchas de fútbol que somos. Fue bien recibida en ese sentido a nivel de la gente. Respuesta del club no hubo ninguna. La postura desde el club, de los clubes grandes en general y de Nacional en particular, es mirar para el costado. En ese sentido estamos lejos, incluso de Argentina. Estamos atrasados. Ellos deciden explícitamente no meterse, por eso operamos a nivel de la gente, a nivel de base.

¿Cómo piensan manifestaciones en este contexto de pandemia que no permite el ingreso a las canchas? ¿Pueden pensar en los jugadores como un medio expresivo?

En un proceso más global, la mercantilización del fútbol moderno genera una falta de compromiso absoluta de parte de los protagonistas. Prácticamente no hay figuras de relevancia deportiva en el mundo que se la jueguen por las cosas más simples. Los futbolistas están remitidos a las redes sociales. No se la juegan ni un poco. Lo ves al comparar con figuras importantes del fútbol antiguo, viendo a [Diego] Maradona como figura futbolística y lo que era su reivindicación política, en oposición a las principales figuras de ahora. Uruguay no escapa a ese proceso. Ni los que vienen a jugar con 33 o 35 años ni los gurises; ninguno se la va a jugar por nada. No lo veo plausible a corto plazo, por eso aplaudo a los equipos en desarrollo que están generando este tipo de movidas, que salen con pancartas. Ojalá me esté equivocando. Quizás el ser tan masivo implica que tengas posiciones contrarias en este sentido, entonces los directivos no quieren complicarse con algo que supuestamente no repercute en la función para la que fueron elegidos, que es la función deportiva y administrativa. Hay un tema de cálculos y presiones que, enmarcados en un fútbol moderno, hacen que la postura de los dirigentes sea esa. Es una cuestión sistémica que asigna a cada persona su rol; el jugador es “culpable” por no querer embanderarse, pero al mismo tiempo es víctima por la imposición que se le hace de que tiene que remitirse a jugar a la pelotita porque no está legitimado para hablar, decir y organizar.