Alejandra Scarrone se inició en el hándbol a muy temprana edad. El deporte estuvo presente desde siempre en su vida: su padre jugaba al básquetbol y su madre al vóleibol en el club Olimpia de Colón. Allí comenzó la práctica, a los siete años, junto con dos de sus tres hermanas, con las que posteriormente compartió selección uruguaya. Entre otras experiencias compartidas, viajaron juntas a un Sudamericano.

Con el mismo equipo y técnico fueron cambiando de clubes. Estuvieron en Islas Canarias y Ugab hasta llegar a Goes, cuadro con el que salieron campeonas varios años, tanto en formativas como en mayores, y desde el cual ella emigró a jugar al exterior. Las misioneras fueron campeonas federales en 2013, 2014 y 2016. Obtuvieron, además, el segundo puesto en el Panamericano de clubes en Paraguay en 2017, competencia en la que Alejandra fue elegida la mejor central.

Proceso celeste

Formó parte de la selección uruguaya en menores, cadetas, juveniles y júnior hasta llegar a mayores. En cadetas, con el técnico Miguel Berger, obtuvieron por primera vez el título de vicecampeonas panamericanas; Alejandra era de una categoría menor pero igual integraba el plantel.

Luego, en juveniles también salieron dos veces vicecampeonas panamericanas. “Le ganábamos a Argentina y perdíamos contra Brasil siempre”, recuerda el extécnico de la selección. Berger describe a Scarrone como una joven muy alta, tímida, con excelente coordinación y muchas ganas de aprender. “Desde niña tuvo buena técnica, asimilaba bien todo lo que se le enseñaba y supo crear una visión del juego y un panorama que no muchos jugadores tienen. Eso, sumado al buen juego en equipo y a su técnica y precisión en los tiros, la convirtieron en una jugadora muy importante”, dice.

En 2012 disputaron un Panamericano Juvenil en Chile, en el que se coronaron vicecampeonas, y Scarrone fue elegida la mejor jugadora del torneo. También se hicieron del segundo puesto en un Panamericano Júnior en Buenos Aires en 2014, en el que nuevamente fue la mejor central, y le ganaron por primera vez a Brasil en esa categoría. Además, lograron clasificar a los mundiales.

Con el equipo de mayores compitieron en los Juegos Panamericanos de Canadá en 2015 y obtuvieron la medalla de bronce. “Casi siempre salía mejor jugadora y goleadora de Uruguay en los Panamericanos”, rememora Berger.

En 2016 quedaron en el cuarto puesto en el repechaje de los Juegos Olímpicos de Dinamarca. Ese mismo año viajaron a un Panamericano en Buenos Aires, y en 2018 a otro en Brasil. La central fue pilar fundamental para obtener la medalla de bronce en Toronto. Fue un gran logro colectivo: se trató de la primera vez que Uruguay le ganó a Cuba, y eso les dio la posibilidad de jugar el preolímpico en Dinamarca, una experiencia distinta, con equipos profesionales. “Es una jugadora de un potencial enorme, de esas que no sólo juegan ellas sino que hacen jugar a sus compañeras, tiene muchas cualidades”, valoró el DT.

Otro de sus momentos más importantes con el balonmano fue el Mundial Juvenil 2010 en Dominicana: “Ganar un partido en un mundial es increíble: recuerdo cuando le ganamos a Dominicana, fue la primera vez que lloré de emoción por el deporte”, sostiene. “También le ganamos a China en un mundial júnior por un gol y nuevamente el llanto fue de emoción; es mi pasión, lo que me motiva todos los días a entrenar, a salir adelante”, dice Alejandra con orgullo en la mirada.

Con pasaporte

El hándbol pasó a ser el motor de su vida y, luego de tanto esfuerzo, llegó la posibilidad de dedicarse por completo a jugar y vivir de este deporte. El año pasado voló al viejo continente para jugar en Europa. Dejó su trabajo de ocho horas en una pañalera, a su familia, su casa y sus entrenamientos de doble horario en Montevideo, para defender la de Morvedre en España.

Sobre la experiencia contó: “Fue complicado porque el equipo ya estaba formado, fui por cinco meses como un refuerzo al final. El poco tiempo que estaba tenía que rendir, me costó. Ya había armadoras, tuve pocos minutos, estuve pocos meses y se paró por la covid. Los partidos más importantes para el ascenso no los pude jugar. Me adapté bien, aprendí pila porque tenía que entrar y rendir, fue un desafío”.

En ese momento, un representante que había hablado con el técnico de Rouen, quien precisaba una central que también jugara de armadora izquierda, se contactó con Scarrone para invitarla a vivir a la ciudad del noreste de Francia y así poder seguir dedicando su vida al hándbol. Tomó esta nueva experiencia como una oportunidad, aunque en esta ocasión había un obstáculo: el idioma, por lo que hoy está haciendo un curso de francés. Lo complicado es el día a día: “La ciudad me gusta, [pero] me cuesta ir al súper a comprar; en lo cotidiano es en donde agarrás la mano, y por la covid está todo cerrado”, dice.

Seguir subiendo

En su posición en la cancha es fundamental la comunicación: tiene que hablar mucho con sus compañeras y cantar las jugadas. Llegó a jugar dos partidos oficiales, ganaron uno de local y perdieron uno de visitante, luego todo se paró por la pandemia. “Me gustó el nivel, es difícil, pero me adapté bien al equipo”, agrega.

Ser profesional lo cambia todo. “En Rouen tenemos un cuerpo técnico más amplio: hay técnico, preparador físico, alguien para las planillas y lo psicológico. En cuanto a la alimentación nos dan recuperadores y suplementos, en la segunda y en la primera división también hay nutricionista”, explica.

La temporada se retoma en agosto: el equipo se preparará para pelear el ascenso a la segunda división. Para, eso en la pretemporada se preparan entrenando de mañana, en un parque, la parte física, de tarde descansan y a la tarde-noche entrenan en la cancha. De lunes a viernes trabajan en doble horario, y los sábados tienen partidos. “En temporada, cuando estamos en competencia, entrenamos dos o tres veces por semana en el gimnasio en la mañana, que es fundamental, y de noche en la cancha”, explica. La competencia es dinámica porque hay muchos equipos. “Se juega por sectores, están todos los cruces. Hay cuatro series de seis equipos”, repasa. Su principal objetivo es trabajar para el ascenso.

La jugadora considera que en Uruguay se entrena muy bien, pero que al no poder dedicarle un cien por ciento porque se estudia, se trabaja y luego se entrena doble horario, se hace más difícil. “Allá te podés dedicar sólo al deporte, estás entrenando para eso, alimentándote para eso, te enfocás sólo en eso. Lo que es posible porque hay más infraestructura, más plata, son más”, opinó.

Ser la primera uruguaya en llegar al hándbol francés la inspira a seguir adelante. “Estoy muy contenta, es un gran desafío para mí e intento hacer todo para dejar bien representado a nuestro país”, dice. De todos modos, el principal deseo para Alejandra, el mayor sueño en su carrera deportiva, es vestirse de celeste para jugar un mundial con la selección uruguaya.