Nacional no había vuelto de Colombia a la hora que Conmebol emitió y difundió en sus redes sociales el comunicado anunciando a Montevideo, más precisamente al estadio Centenario, como sede de las finales continentales de 2021. Los tricolores, que jugaron el miércoles por la noche un partido que nunca debió jugarse, podrían haberse alegrado ‒en otro contexto‒ al conocer la noticia. Pero probablemente poco les habrá importado luego del mal día que habían vivido.

Fueron hechos separados por apenas unas horas ‒el partido y el anuncio‒, conectados por un hilo común: el de una confederación que sigue haciendo planes y fijando partidos sin contemplaciones de dramas políticos o sanitarios. “Son finales y hay que jugarlas”, dice tradicionalmente el saber popular cuando se busca argumentar que, en tales partidos, no existen favoritismos. Sin embargo, hay afirmaciones que por estos días toman color de mandato: hay que jugarlas.

Envidia de nadie

En este partido, donde la cancha está flechada y se jugará pase lo que pase, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), junto con el gobierno nacional, ha sido un actor clave para la Conmebol; y ha buscado su rédito.

Tanto la Copa Libertadores como la Sudamericana se definirán en el Monumento Histórico del Fútbol Mundial. Ese fútbol, vendrá a este monumento, a conmemorar una vez más su omnipotencia, como tantas veces a lo largo de la historia. Se decide por encima de los gobiernos, se juega y se atropella a los pueblos, esos pueblos que el fútbol dice representar.

“Con una envidiable situación sanitaria, Uruguay está listo y el Centenario empezará una remodelación para las finales únicas y seguirá con miras a la Copa del Mundo 2030”, tuiteó el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, burlándose del sufrimiento de miles de familias uruguayas que buscan consuelo por las vidas que la covid-19 se llevó. Una cosa es el optimismo por un plan de vacunación que, en unos meses, ofrezca a Uruguay mayor tranquilidad en la gestión de la pandemia. Otra cosa, es tildar de “envidiable” la situación sanitaria de un territorio que, en las últimas semanas, ha estado en la cima del ranking mundial de muertes por millón de habitantes.

“Es claro que no, que Uruguay ‒dejando de lado el buen avance en la vacunación‒ tiene los peores números en la región, por lejos”, señaló a Garra el ingeniero Marcelo Fiori. El integrante del Grupo Uruguayo Interdisciplinario de Análisis de Datos de covid‑19 recalcó: “Decir que la situación de hoy es envidiable, es lo contrario a la realidad”.

Escuela de negocios

El Centenario fue sede de 20 finales de Libertadores: diez jugadas por Peñarol, seis por Nacional y otras cuatro producto de terceros partidos que vinieron a disputarse a Montevideo. Es el estadio que más veces ha recibido finales. La confirmación de la 21ª final a disputarse en noviembre llega en tiempos en los que el vínculo entre autoridades del gobierno, la AUF y la Conmebol goza de buena salud. La apuesta de facilitar a la Conmebol los contactos para la obtención de 50.000 dosis de la vacuna china Sinovac parece tener su corolario en esta confirmación reciente. “Las finales únicas servirán como una suerte de relanzamiento del estadio Centenario, en el marco de la candidatura sudamericana para la Copa del Mundo 2030”, señaló el comunicado de la confederación. Una pieza más del intercambio político-comercial.

Lo difícil para cumplir con los pronósticos optimistas de que las finales permitan ingresar un par de decenas de millones de dólares a la economía uruguaya es presagiar la presencia de público extranjero. “La vacunación viene avanzando muy bien. Hay alguna esperanza de que, para noviembre, la situación esté más controlada”, comentó Fiori, pero también hizo una salvedad: “Eso sin tener en cuenta que una final de Libertadores pueda traer público extranjero; esa es otra historia completamente distinta”.

Si bien es muy temprano para hacer predicciones, el ingeniero advirtió que abrir las fronteras es una decisión que necesitaría el control de la pandemia en la región. “Si es octubre y Uruguay tiene la situación más o menos controlada, pero los países de la región tienen una situación similar a la de ahora, no me animaría a decir que se puedan abrir las fronteras para recibir público, que es un paso más”, especuló.

Vacunas, pelotas y promesas de millones. La final de la Copa Libertadores vuelve a su casa, pero no en las circunstancias que su historia merece.