Trabaja para The Guardian y Sports Illustrated, además de editar su propia revista trimestral, The Blizzard. Se graduó en periodismo en Oxford y en fútbol en las gradas de los estadios de la Premier League, aunque también es posible encontrarlo viendo partidos de la octava división. Estudió historias del fútbol de Europa del Este, para escribir un libro, y tras esa publicación abrió la puerta a otra idea: un libro sobre táctica. Así se gestó La pirámide invertida. Historia de la táctica en el fútbol. “Allí mi trabajo es resumir todo lo que me dijeron en cada país, y trabajar para mostrar los vínculos entre todos los países y cómo las ideas viajaron de unos a otros”, resume Jonathan Wilson. Según cuenta, en todos lados eran bastante conscientes de su propia historia, pero no de cómo se relacionaba con la historia futbolística de otros países. Ahora el libro fue editado e impreso en Uruguay por Librería del Fútbol (en sociedad con Penguin Random House) para facilitar su disponibilidad a los lectores locales. Sobre La pirámide invertida, el poder económico y un poco de historia de la táctica, Garra conversó con el periodista inglés.

Viajaste mucho para conocer cada país. ¿Qué nos podés decir sobre ese proceso de construcción de la investigación para el libro?

Ir a los países es muy importante. Cuando tenés un propósito definido, cuando le podés decir a la gente que este libro va a ser sobre la historia global de la táctica y cómo las ideas se movieron, evolucionaron y se desarrollaron, muchas personas se interesaron en ello y estaban dispuestas a hablar sobre ello. Pero también hay que tener un propósito muy específico para las preguntas. Hablé con Antonio Rattín en Argentina, que en Inglaterra es famoso por el episodio con la reina en el Mundial de 1966. Tal vez no ahora, pero cuando yo era un niño todavía se lo veía como el hombre de la bolsa del fútbol, incluso 20 años después del hecho. Él ya había tenido muchas entrevistas con periodistas ingleses y quería contarme que estaba todo arreglado, hablarme del árbitro alemán, decirme lo que pasó. Y yo decía “OK, eso está muy bien, pero ¿qué tal si me contás qué tácticas jugabas cuando estabas creciendo en Boca, cómo era jugar para Juan Carlos Lorenzo”. Fue difícil llevarlo para ahí, pero una vez que se dio cuenta de que no era una entrevista más con un periodista inglés, se enganchó mucho en el proceso y se interesó por hablar de fútbol. Hay mucha gente más veterana del fútbol, que realmente se interesa por esto, porque la atención de los medios nunca ha sido tanta para este aspecto del fútbol, entonces está genuinamente interesada en hablar al respecto. Graham Taylor, por ejemplo, que era un hombre adorable, que hablaba de cualquier cosa, estaba fascinado y tuve entrevistas muy largas con él. Cada vez que me lo encontraba en un estadio, porque él comentaba en una radio, me preguntaba qué había encontrado, qué estaba pasando, y estaba dispuesto a hablar. David Pleat, entrenador de Tottenham en los 80, lo mismo. Había una sensación de que esto iba a llenar un vacío que al menos para la historia del fútbol británico era necesario.

América del Sur y Europa han estado al frente de los avances tácticos. ¿Sigue siendo así, o Europa ha monopolizado el discurso y el poder del fútbol?

Definitivamente, tiene el poder del fútbol. Eso es absolutamente cierto y es un asunto económico. No creo que sea saludable, pero es así porque los clubes europeos tienen mucho más dinero que los del resto del mundo, no sólo en relación a América del Sur. La riqueza de Manchester City, Chelsea o Manchester United hace muy difíciles las cosas para el resto de los clubes ingleses. Lo mismo pasa con Paris Saint-Germain en Francia y con Bayern Munich en Alemania. La pandemia ha cambiado un poco esa dinámica, pero fundamentalmente hay un grupo de 12 o 16 equipos top en Europa. La estratificación hacia abajo no es saludable. Es malo para el fútbol inglés que los clubes de media tabla no puedan competir. Es malo para el fútbol europeo que un equipo como Steaua Bucarest, Rapid Viena, Benfica o Ajax, estos grandes clubes, no puedan realmente competir. Y lo mismo sucede con América del Sur, que ni bien tienen un jugador que es bueno a los 18 o 19 años, se va a Europa. No es saludable. Creo que lo que también ha pasado es que en los últimos cuatro mundiales, de los 16 semifinalistas, 13 fueron europeos y los cuatro ganadores fueron europeos. Se da esta industrialización del desarrollo de los jóvenes talentos, que comenzó en Francia y luego se extendió a Alemania, España e Inglaterra. Estamos produciendo en grandes cantidades muy buenos jugadores. En la selección inglesa hay un plantel muy joven: sólo cuatro jugadores habían disputado un partido en la Premier antes de 2007. Y hay 12 o 15 buenos jugadores que ni siquiera llegan a la selección. Francia, por su parte, tiene dos o tres buenos jugadores en cada posición, al punto de que hay toda una línea de jugadores descendientes de africanos que terminan volviendo a jugar a Malí, Argelia o Costa de Marfil. Y Francia está generando muy buenos jugadores para todos estos países también. A Inglaterra también le sucede, y a Alemania también. Esto tiene un impacto profundo en el mundo del fútbol.

¿Tácticamente las mentes maestras también son europeas?

Es una pregunta interesante. Creo que la respuesta es que no necesariamente, pero muchas lo son. Es muy difícil para los no europeos conseguir trabajo en el fútbol europeo. Algunos argentinos lo han hecho, pero ni siquiera los brasileños lo consiguen. Personas como Marcelo Gallardo, que es claramente un entrenador brillante, no están consiguiendo un trabajo en Europa. Cuando Aston Villa, Tottenham o Norwich buscan un entrenador, nadie está pensando en Marcelo Gallardo, pero claramente debería estar en la conversación. Y está bien, tal vez haya una barrera de lenguaje, pero tampoco consigue trabajo en España. Hay una división que hace que sea difícil para los sudamericanos conseguir trabajo en Europa. Sabemos que debería ser posible pasar de la Libertadores a la Champions League. El punto que quiero marcar es que un entrenador está limitado si no está entrenando a los grandes clubes. Gallardo lo hizo bien en River Plate, pero la forma en la que él podría cambiar el desarrollo del fútbol es estando a cargo de Barcelona, Real Madrid o Manchester City. Es muy difícil hacerlo con los jugadores que juegan para él.

Se trata entonces de que hay pocos clubes poderosos y los sudamericanos no acceden a dirigirlos.

Sí, y hay rutas establecidas para llegar. Entre los seis u ocho clubes de primera línea en Inglaterra, prefieren ingleses famosos, lo que es comprensible, o jóvenes entrenadores portugueses y alemanes. [José] Mourinho abrió esa puerta y le siguieron André Villas-Boas, Marcos Silva, Nuno Espírito Santo. Pero creo que incluso la periodización, esa escuela, comienza a verse un poco anticuada. En cambio el modelo de la Bundesliga está todavía visto como dinámico y de moda. Hay una sensación de que se puede confiar en un alemán, y creo que si vas con un argentino o un brasileño no existe esa sensación de haber probado eso antes y saber que puede funcionar.

Comparado con el momento en que escribiste el libro, ¿qué lugar ocupa la táctica hoy en el mundo del fútbol? ¿Se habla cada vez más de la táctica?

Tiene que ver con el tema económico del que hablábamos hoy. Al nivel más alto hay una gran concentración de grandes jugadores, y a estos grandes jugadores no los vas a hacer mejores pidiendo que se comprometan más con el entrenamiento o que pongan más actitud. Sólo llegan a ser grandes jugadores haciendo el máximo esfuerzo todo el tiempo. No es como en los 70, cuando se emborrachaban con frecuencia, no entrenaban adecuadamente y, si conseguías que entrenaran media hora más todos los días y tomaran un poco menos, podías hacer la gran diferencia. Ese ya no es el caso. Entonces esos juegos motivacionales ya no son tan importantes. Lo que creo que ha pasado desde que [Pep] Guardiola tomó su trabajo en Barcelona es que nos dimos cuenta de que con canchas modernas, pelotas modernas, calzado moderno y técnica moderna se puede dar por sentado el primer toque. Ya no hay que preocuparse de que el jugador sea capaz de controlar la pelota. Eso permite que todo se acelere, y todo se centra en cómo dirigís estos lapsos de posesión para ser más peligrosos. La forma del juego, si podés hacer que los jugadores lleguen a determinados espacios, se vuelve muy importante. Eso es lo que separa a Guardiola, Jurgen Klopp y Thomas Tuchel del siguiente nivel.

Lo fascinante es que tenés clubes como el City, Liverpool o Chelsea, muy inteligentes en confiarle al entrenador el equipo, y después tenés otros clubes que no son ni cerca tan inteligentes, como PSG, Manchester United, Real Madrid, que creen que firmar contratos con celebridades, con grandes jugadores, los hará grandes. Si un futbolista no encaja en el sistema, como Neymar o incluso [Lionel] Messi, que son disruptivos del sistema, limitan lo que podés hacer. Messi hace diez años presionaba y hacía lo que el sistema pedía, pero ya no. [Cristiano] Ronaldo nunca lo ha hecho. Quiere decir que los otros diez jugadores tienen que compensar eso. Y cuando estás compensando, estás poniéndole un techo a la máxima expresión a la que ese equipo puede llegar.

Hay una tensión extraña entre los entrenadores de sistemas, que para mí son los más interesantes y exitosos, y aquellos que tienen que lidiar con celebridades. Y lo fascinante es cómo los fans parecen preferir el modelo de las celebridades. Ningún hincha del United aceptará que traer de vuelta a Ronaldo fue malo para el equipo. Lo que veo es que esto encaja con la idea de los clubes no como entidades de fútbol sino como productores de contenido. Recuerdo al director de marketing de Real Madrid, José Ángel Sánchez, que decía que el modelo de Real Madrid es ser Disney. Tienen que producir contenidos, historias, narrativas, todo el tiempo. Si firmás con Ronaldo es genial para la narrativa. Si Manchester United fuese una película de Hollywood, comprar de vuelta al tipo que anotó el gol que te dio la última Champions League hace 13 años tiene sentido en términos de la historia; sin embargo, no tiene sentido en términos futbolísticos. Vende camisetas, genera interés, genera interacción en las redes. Y entonces tenés una pregunta muy profunda: qué es un club de fútbol. ¿Es una cosa que se supone que gana trofeos, o es marketing para ganar dinero?

¿Cuál es el rol de los jugadores hoy?

La diferencia entre el fútbol moderno y el fútbol antiguo es que el fútbol solía ser una batalla de 11 jugadores en cada equipo. En los últimos 50 o 60 años se ha vuelto una batalla entre dos unidades de 11 componentes cada una. Obviamente hay diferentes niveles dentro de eso. Un poco de tensión es saludable. Una de las razones por las que el Barcelona de Guardiola fue tan exitoso es que eran una unidad brillante, pero tenían la individualidad del mejor Messi. Tenías la estructura básica, que estaba en permanente movimiento y constantemente generando espacios, y es un poco injusto sólo mencionar a Messi. Dani Alves y David Villa podían hacerlo. Necesitás el balance. Si es sólo el sistema, se vuelve predecible y necesitás al individuo que quiebre con eso. Creo que ahora un jugador, para estar al más alto nivel, tiene que aceptar que tiene que jugar para un sistema. Pero lo fascinante de la forma en que el juego se financia hoy en día es que tenés gente con muy poca expertise en fútbol comprando clubes, y les gusta la idea de comprar el producto más caro del mercado porque eso es lo que hacen con su auto. No necesariamente compran el más eficiente, compran el más glamoroso, y después se preguntan por qué eso no funciona.

La pirámide se invirtió cuando se sumaron defensas, que antes eran atacantes. ¿En qué punto de esa figura estamos ahora?

Aquello que empezó como 1-1-8 o 1-2-7 terminó luego con 4-6-0. Creo que las formaciones no son irrelevantes, pero ya no son tan importantes como lo fueron, porque los jugadores son móviles y las formaciones, fluidas. No se trata realmente de cómo te pares, sino de las transiciones de un momento al otro. Tuchel dijo que cuando llegó a Chelsea le tomó un entrenamiento entero explicar cómo dos en el mediocampo pueden pasar a formar 1-3 o 3-1, y que eso siempre es más útil que 2-2. En una hora los jugadores tomaron eso. Presionar está tan desarrollado ahora, que las formaciones ya no son tan relevantes. Es una guía útil para expresar cómo se presenta un equipo. Estamos moviéndonos hacia una época más allá de las formaciones.

El fútbol actualmente tiene espacios reducidos por la disposición táctica, pero a su vez jugadores técnicamente capaces de explotar los espacios reducidos. ¿Qué tendencia ves hoy en día?

La forma en que los equipos intentan crear espacio es muy interesante. Hay algo que diez años atrás no se veía: que los goleros pasen la pelota con los pies a los defensas, cerca del arco, para crear espacio. Pueden hacerlo porque la cancha está en perfecto estado. Uno de los inmensos cambios del fútbol inglés en los últimos diez o 15 años, del que poco se habla, son las canchas. Una vez que la cancha es buena, se puede pasar sin miedo a que haya un mal pique, y eso cambia el juego completamente.

¿Estudiaban los europeos el fútbol sudamericano en las décadas de 1920 y 1930?

Arpad Weisz fue a Uruguay en el 26 o 27 a estudiar a los campeones olímpicos. No pude encontrar evidencia de que esa historia sea cierta, pero es contada. Y volvió a Italia a escribir básicamente el primer manual de entrenadores en italiano, aunque él era húngaro. Sigue siendo el entrenador más joven en ganar la Serie A, con el Inter, en 1930. Luego lo hizo de vuelta con Bologna, pero como era judío fue forzado a dejar su trabajo en 1938, se fue a Países Bajos y murió en Auschwitz. No sé si esa historia fue cierta, pero la gente pensó que podía serlo. Esa idea de que se fuera a Uruguay a estudiar fútbol fue vista como una buena idea. Eso me sugiere que en Italia y Hungría había una conciencia de que Uruguay estaba en lo más alto del juego. Y el hecho de que las dos victorias olímpicas uruguayas se dieran en Europa permitió a los europeos verlas e impresionarse. En París hubo mucha excitación al respecto. Otro ejemplo fue en el Mundial de 1958, que fue en Suecia, y las restricciones para viajar ya habían terminado luego de la guerra. Muchos ingleses, tanto entrenadores como periodistas, pudieron ir a ver el Mundial y vieron la desaparición de la WM (3-2-2-3) y a Brasil ganando el título con línea de cuatro en el fondo (4-2-4). Eso se aprendió de Brasil, pero no fueron a Brasil a estudiarlo, lo aprendieron viéndolos jugar.

En el libro explicás la evolución de la táctica con el aspecto social e histórico. ¿Por qué es tan importante lo que sucede con la política y la economía de un país para el fútbol?

Las dos cosas no existen por separado. Entonces, es inevitable que lo que sucede cultural y políticamente, influya en lo que esté sucediendo en el deporte. Incluso aunque el deporte actúe en oposición a eso, tiene que estar consciente de eso. Vemos repetidamente que cuando hay un régimen totalitario existe una desesperación por el resultado deportivo que permita validarlo. Entonces Italia en el 34 y en el 38, Brasil en el 50, el 58 y el 70, tenían grandes recursos puestos al servicio, y eso condicionó cómo jugaban.

Los movimientos culturales permean en todo. Hay una razón por la que el fútbol total emergió en Holanda con la revolución de la juventud a fines de los 60 y esta idea de una sociedad igualitaria y de que no deberías tener a un entrenador dictatorial diciendo lo que hacer, sino que se trata de negociar tu espacio en ese sistema. Nadie tiene un problema con la idea de que las tendencias socioculturales tienen un impacto en el arte –la literatura, el cine, la música–, ¿por qué el deporte sería diferente? La sociedad condiciona cómo la gente piensa, qué se valora, y la forma en que se juega al fútbol está guiada y afectada por eso.

¿Qué reglas pueden cambiar el juego en el futuro próximo?

Creo que es enteramente posible que en diez o 20 años cabecear la pelota no esté permitido o esté permitido solamente en circunstancias específicas. Tal vez esto sea una preocupación muy inglesa, pero la evidencia de que cabecear la pelota contribuye a la demencia es claramente cierta: la investigación médica lo demuestra. Hubo una serie de casos de alto perfil –el de Jack Charlton el más reciente– de jugadores que sufrieron demencia antes de morir. Obviamente la demencia afecta a un porcentaje de la población, no es sólo el fútbol; se está investigando, pero es claro que los futbolistas tienen mayor incidencia de la demencia que el resto de la población, así como es un problema en el boxeo y el rugby. Ya tenemos protocolos en Inglaterra que indican que los menores de 18 años no puedan cabecear la pelota más de determinada cantidad de veces por semana. Es posible, en la medida en que la investigación se vuelva más específica, que se reglamente al respecto. No me sorprendería.

Y eso produciría cambios en la táctica.

Sí. Creo que es necesario que se use el cabezazo de alguna manera. Si tenés una defensa muy retrasada y no podés jugar por arriba, tirar un centro, las opciones se limitan mucho y haría daño al juego. Por eso pienso que el fútbol necesita ser jugado en tres dimensiones. No puede ser como el hockey, que se juega en dos dimensiones. Necesitás el aspecto aéreo, pero tal vez puedas limitar el uso de la cabeza para mitigar el daño.