Mire que lo buscó Nacional. Fue y fue, una y otra vez, jugando por fuera, por abajo, al centro o disparando desde lejos. Todas las vías utilizó el tricolor. Parecía que no podía, porque Albion, que ya se sabía descendido, aguantaba estoico, poniéndole un precio alto a la derrota. El factor desnivelante fue, otra vez, Luis Suárez. El goleador definió el partido casi en la hora, cuando las papas quemaban y el rumor de la tribuna hablaba de una oportunidad desperdiciada. Pero no: ganó Nacional, recuperó la punta del Clausura a falta de dos fechas y ganó la Tabla Anual, cosa no menor a la hora de definir el Campeonato Uruguayo.

1. Forma y contenido

Hay veces que depender de sí mismo tiene carga y no es fácil lidiar con esa responsabilidad. Nacional se preparó para eso con poco tiempo, porque sólo unas horas antes supo que Liverpool le había ganado a River Plate. Es obvio que Nacional siempre tiene que ganar; así lo manda su historia. Pero, la historia no juega sola, y por mucha camiseta lo que termina mandando es la cancha.

Retomo el concepto de preparación: Nacional entró con su formación habitual, dos mediocampistas recuperadores, tres mediapuntas por delante y Suárez arriba. Hizo lo que sabe. Jugar ordenado, tener en Felipe Carballo la manija -a veces hasta saliendo desde atrás de sus centrales-, los volantes por fuera, Alfonso Trezza y Diego Zabala, no cesaron en su intento de profundizar pegados a las rayas; Franco Fagúndez también quiso, aunque pudo menos; y Suárez siempre picante, metió una pero se la anularon por fuera de juego de su compañero Trezza.

Con esa estrategia Nacional tuvo cinco o seis chances de gol en la primera parte, pero se fue 0-0 al descanso. La parte de atrás pareció tenerla resuelta: Albion no pateó al arco en ese lapso de tiempo. Sin embargo, como la historia se hace con goles, para el segundo tiempo entró el argentino Gigliotti y la estrategia pasó a ser un 4-4-2 con dos centrodelanteros que se imponen.

Ahí talló Nacional. Bajó su rendimiento, es verdad, incluso Albion llegó a molestar de contragolpe, pero los tricolores siempre estuvieron más cerca de la conversión. Las estadísticas también ayudan para entender esto: Nacional generó otras tantas chances más. Sin embargo, el cero era grande.

Y pareció que la cuestión así terminaba. Se escapaba la chance. La sombra de los cuatro empates tricolores al hilo tapaba lo hecho. Y además la rabia de no poder ganar cuando se tuvieron diez tiros al arco. Y apareció Luis Suárez.

2. La diferencia

En este fútbol, tener a Luis Suárez es un plus grande. Muy grande, en la mayoría de los casos. Cuando no está imbancable para los defensores, el salteño se dedica a jugar para los demás. Hizo un poco de todo eso, salvo que cuando no lo pudieron parar no fue efectivo a la hora de la puntería.

Pero, para eso lo trajeron: en la penúltima, ahí cuando el mozo baldea las patas al escabio, Suárez hizo todo. Primero, la peleó en la mitad de la cancha; ganó y habilitó a un compañero; con un gesto primitivo, casi infantil, enseguida que la pasó se dio media vuelta y arrancó para el área, mirando de cotelé pero con la idea fija; la jugada fue por izquierda, el centro al medio, y la media volea perfecta -de zurda y de sobre pique- de Suárez impactó de lleno la bola, que dicen que vale un gol, pero parece valer mucho más.

3. Biromes y servilletas

Desde que llegó a Uruguay, andan por las calles los poetas, como si fueran cometas, contando lo que ven: qué cosa Luis Suárez.