En Bratislava, Eslovaquia, a 11.733 kilómetros de Montevideo, a 5.170 kilómetros de Doha, Qatar, Uruguay jugó su último partido de preparación antes del Mundial, a pesar de que aún faltaran casi dos meses para su debut ante Corea del Sur. También hacía casi diez meses que no estaba, como durante 16 años, Óscar Washington Tabárez al frente de la selección.

Ya hace ocho partidos que la celeste es dirigida por Diego Alonso, que en definitiva fue quien llevó a Uruguay al Mundial, y quien lo conducirá en Qatar 2022. Sin embargo, más allá de la enorme personalidad de Alonso, su sapiencia y sus dotes de conductor, hay una marca que dejó el Maestro en la que converge la sensatez de Alonso.

Sergio Rochet, Guillermo Varela, Martín Cáceres, Sebastián Cáceres y Mathías Olivera, Agustín Canobbio, Matías Viña, Rodrigo Bentancur, Manuel Ugarte, Federico Valverde, Diego Rossi, Nicolás de la Cruz, Matías Vecino, Giorgian de Arrascaeta, Darwin Núñez, Martín Satriano y Luis Suárez, los 18 que estuvieron en cancha, pasaron por procesos juveniles en el Complejo Uruguay Celeste durante la égida del Maestro Tabárez. Otros tantos que no estuvieron en ese partido en Eslovaquia también hicieron algún recorrido por las juveniles celestes. En suma, muchos de ellos jugaron sudamericanos y mundiales sub 20, y unos cuantos también ya lo han hecho en mayores.

No sólo son jugadores que tanto Tabárez como Alonso coinciden en tener dentro de los elegibles con mayor capacidad, idoneidad o desarrollo para la competencia, sino que fundamentalmente han pasado por un proceso de formación, desarrollo y conocimiento sistematizado que antes no era parte de la transformación de potenciales valores seleccionables a seleccionados absolutos.

Formar y seleccionar

Además de la inmediatez de concluir que Alonso tiende a elegir de la misma manera que por tres lustros lo hizo Tabárez, hay algo más que trasciende este momento, y es la decantación natural de los futbolistas a través de su captación como seleccionables desde juveniles, cuando en el Complejo esos niños y muchachos diversifican su aprestamiento básico que les da cada club y se van metiendo muy lentamente en los procesos de fútbol de élite. Casi ninguno de ellos completará su temprano desarrollo en Uruguay, sino que continuarán creciendo en clubes que, por lo general, también seleccionan en buena parte del mundo a los que creen que pueden llegar a ser los mejores, pero volverán al aeropuerto de Carrasco sabiendo qué significa y cómo se encuadra ponerse la celeste en estos tiempos.

No debería haber sorpresa si en un período un técnico de élite de una selección, con tan amplios criterios de elegibilidad que sólo basta ser uruguayo para ser elegible, termina eligiendo a casi los mismos que dos meses atrás habían jugado con el anterior cuerpo técnico. Menos de un año después, y ya de cara a la Copa del Mundo, la inmensa mayoría de los futbolistas que podrán llegar a Qatar salen de un mismo núcleo con dos características primordiales: casi todos ellos habían estado trabajando con Tabárez, y casi todos ellos pasaron por las selecciones juveniles concebidas como parte de un gran proceso de selección y formación.

Mucho antes de que un posterior estudio de la historia reciente lo marque como uno de los puntos más resaltables del fútbol de selección del siglo XXI, el presente ya nos está mostrando la validez del desarrollo ejecutivo de aquellas ideas.

En 2006 Tabárez planteaba como proyecto lo que venía estudiando y pensando para la selección: “Las selecciones nacionales han sido inconexas. En la selección mayor no hubo continuidad de la organización ni de las estrategias, luego de llegado el tiempo de determinada meta, generalmente vinculada a la disputa de los Campeonatos Mundiales. Tampoco ha existido la coordinación ni la consecuente continuidad entre la selección mayor y las de nivel juvenil, que aportan talentos a aquella. Ese tránsito natural de un talento desde las selecciones juveniles hacia la mayor no se ha enriquecido más que en algunos períodos determinados, por lo que ese proceso siempre ha sido históricamente discontinuo”, decía en su diagnóstico Tabárez en 2006.

Por aquellos días, antes de que se encendiera esta maquinaria, antes de que los engranajes empezaran a calzar adecuadamente, y mucho antes de tantos mundiales consecutivos, tantos partidos y tantos futbolistas promocionados, a partir de aquella realidad el Maestro se planteaba el futuro que es hoy: “Hay que tener la humildad suficiente como para aceptar que no hemos hecho las cosas de manera programada, secuenciada, y que ha habido grandes cambios sociales en estas dos o tres últimas décadas. Las sociedades urbanas son diferentes, el ocio que tienen o el tiempo de ocio de los niños es menor cuando tienen obligaciones, y los que tienen más tiempo quizás no lo dediquen al fútbol o a los deportes y sí a cosas que no son formativas. Antes, desde tres o cuatro décadas atrás, se podía dar naturalmente la formación de futbolistas, pero en este estado de cosas tiene que ser planificada, programada y secuenciada. Estoy convencido de eso, y nosotros ahora comenzamos como un modesto aporte y tratamos de ser ambiciosos, pero no utópicos. Creo que en la medida que las cosas que proponemos se vayan afirmando, tenemos que intensificar estos aspectos de trabajar a largo plazo, tener visiones mediatas de las cosas”.

Diego Godín, Federico Valverde y Rodrigo Bentancur, de Uruguay tras vencer a Perú en el Estadio Centenario (24.03.2022).

Diego Godín, Federico Valverde y Rodrigo Bentancur, de Uruguay tras vencer a Perú en el Estadio Centenario (24.03.2022).

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Después, con los años y con la experiencia ejecutada atravesando tres mundiales, sostenida en generaciones que se iniciaron en selecciones juveniles, se adelantó a lo que vendría: “Estos procesos de selecciones, no sólo de la mayor sino de las juveniles fundamentalmente, son esenciales. Si volvemos a lo de antes, corremos riesgos. Tenemos que tratar de encaminar a los futbolistas que están apareciendo, que siguen apareciendo casi milagrosamente, hay que formarlos, y tener esperanzas de que cuando ya pasen a jugar a medios más exigentes y respondan, veamos que ya tienen el ‘certificado de aptitud’ para aspirar a jugar en la selección mayor. Creo que se debería seguir así y es necesario que haya una suerte de consenso entre todos los órdenes que rodean al fútbol para que se apoye al que está trabajando, al que está haciendo”.

Madurando el modelo de crecimiento

Con contadísimas excepciones –desde hace 15 años–, la inmensa mayoría de quienes se incorporan a la selección mayor no sólo tuvieron su paso por las selecciones juveniles, sino que algunos jugaron todas las copas posibles desde sub 15, otros explotaron ya jugando en el exterior pero después de haber pasado por el Complejo, y algunos se fueron sin jugar en juveniles pero han sido casos excepcionales.

Desde 2006, el proceso de decantación para ser uno de los 11 siempre ha sido el mismo: observación, preparación básicamente en los procesos de selecciones juveniles, incorporación a la selección mayor, e integración sin apuro a la oncena a través de amistosos preparatorios.

Con Diego Alonso fue al revés, primero fueron los cuatro partidos por Eliminatorias y después vinieron los amistosos.

Casi no ha habido excepciones en la integración de nuevos al elenco ni en los tres mundiales anteriores con Tabárez, ni parece que las habrá en este con Alonso. La excepción han sido el Pato Carlos Sánchez, y de otra manera tal vez el sanducero Maximiliano Gómez. O aquellos jovencitos que llegaron en el momento menos esperado y se quedaron para siempre, como José María Giménez. Siempre a mano había o hay una solución de futuro, en un proceso largo y preciso que requiere crecimiento individual dentro de otros colectivos.

La sub 20 de 2017, la que fue campeona sudamericana y una destacada participación en el Mundial, es parte importante de las últimas oncenas con el gran momento de Federico Valverde y Rodrigo Bentancur, el destaque de Nicolás de la Cruz, la solidez de Mathías Olivera y la presencia de Matías Viña, y en estos partidos también de Agustín Rogel.

La de 2019 también pone sus tantos con Ronald Araújo, Darwin Núñez y Sebastián Cáceres, que estuvo en los dos últimos amistosos en Europa.

También Manuel Ugarte, que iba a jugar la de 2021, participó en aquella preparación.

Yendo de adelante para atrás, la del 2015 podría aportar a Mauro Arambarri y la de 2013 aportó a Josema Giménez, Guillermo Varela y Giorgian de Arrascaeta.

De la selección sub 20 de 2011 está Mathías Vecino, Sebastián Coates es de la de 2009, y la de 2007, es decir los de 34 o 35 años, tiene una enorme vigencia con Luis Suárez, Edinson Cavani, Martín Cáceres, y ahora se ha sumado Damián Suárez.

No hay casualidad, sino causalidad. El futuro nos dirá si podemos extender este proceso virtuoso, pero en el marco de la reincorporación positiva a la competencia de élite con cuatro mundiales consecutivos está claro que el aprestamiento y la preparación de jugadores de selección pasa por la formación y conexión de los juveniles.