Japón volvió a anotarse una de las victorias más grandes de su historia,y tras comenzar este Mundial derrotando de atrás a Alemania 2-1, ahora hizo lo propio con España,con el mismo marcador y el mismo proceso de empezar perdiendo y ganarlo en el segundo tiempo. La diferencia fue que esta vez lo que estaba en juego eran las clasificaciones del grupo, y los nipones terminaron ganando mientras que España fue segundo por mejor diferencia de goles que Alemania, que también terminó con cuatro puntos y que por segundo mundial consecutivo se despide sin llegar a octavos de final. Admirable lo de Japón, por su postura, por su forma de encarar los partidos y también por su juego rápido, vertiginoso, imperfecto, pero siempre intentándolo.

Tomando distancia

A veces está bueno estar mínimamente alejado emocionalmente de un partido del Mundial, porque permite con más aire con mayor capacidad de razonamiento no teñido de emociones advertir la elevadísima capacidad de la competencia, pero además lo finito y frágil que puede resultar el éxito en 100 minutos.

No habría dudas que el Dr. Prejuicio le había jugado hace un mes, hace una semana y hoy mismo todo a España ante los japonesitos. Es más seguro que muchos españoles tomaban el partido como un trámite para asegurar la clasificación en el primer lugar. Sin embargo, no fue tan así.

Si bien el equipo Luis Enrique empezó con toda su furia aplicada al juego, a los minutos quedó claro que no había que descuidarse en lo más mínimo, y con una llegada a tope de Kubo por derecha primero, y otra de Daizen Maeda que se fue pegadita al palo pusieron en cuestión el favoritismo.

Hasta que apareció Raphael en las manos del pinchadiscos de turno cantando “qué pasará, qué misterio habrá …" y era porque Álvaro Morata con rotundo a los 11 había anotado el primero para España. Un centro de Azpilicueta desde la derecha y un enorme cabezazo de Morata anotando en todos los partidos ponía a España arriba.

El gol le marcó la cancha a los japoneses, y le dio el control del partido a España que era lo que necesitaba para jugarlo a su aire e intentar su fútbol fluido y de muchas combinaciones. Los japoneses dominados en el marcador también pasaron a ser dominados en el juego, pero lo que nunca dejaron es de ir de intentar, de molestar. Todo muy cuadrado es cierto, pero siempre estaban ahí atrás de cada pelota que no era suya, y que no iba a ser. España no encontraba, y no buscaba, el segundo gol y los japoneses seguían corriendo como un reclame de buenas pilas.

Supercampeones

Los hijos de Oliver Atom, Benji Price y sus Supercampeones juegan aciertan y yerran como en la serie y es por eso que colocan el partido en una zona desconocida para el fútbol estándar porque en realidad son superados, no aciertan en sus combinaciones, pero siempre hay algo latente en sus vertiginosas insinuaciones. Juegan apretaditos con cinco en el fondo, cuatro en el medio y el pelado Daizen Maeda, buen 9 para nuestros lares que con razón juega en el Celtic Glasgow, como punta de lanza.

Seguro en vestuarios Luis Enrique y los suyos se habrán quedado con la misma rara sensación de que esto no estaba cerrado.

Clavado dijo un nipón en la tribuna, después de que al arranque del segundo tiempo los japoneses presionaron y presionaron en el área hasta que la robo el 8 Doan, la abrió para la zurda y sacó un zambombazo que hizo explotar el arco de Unai Simón.

Dos minutos después, sólo dos minutos después los Supercampeones consiguieron una pelota increíble que pasó de lado a lado y Mitoma, el Negro Cubilla Japonés del 2022, hizo equilibrio sobre la línea sin que la pelota se fuera del todo y mandó el centro para que Tanaka la empujarla al gol.

El juego se transformó en algo apasionante, sorprendente, único, porque después del segundo nippon, España quedó golpeada, a pesar de que Luis Enrique se los había avisado, y Japón empezó a parecerse el gran candidato, y su rival un aspirante a hacerle partido. Por dos veces tuvo el tercero Japón mientras España seguía atontada, pero en un momento el elenco rojo empezó a empujar a los azules a campo rival y manteniendo la línea de cinco por detrás de la línea de cuatro, y un delantero, Japón echó cola y siguió como un avanzado equipo de Play Station.

Mientras se jugaban los descuentos, y también la clasificación porque Alemania le estaba ganando por 4 2 a Costa Rica ellos seguían iguales, aunque ya mucho más toscos y con aportes del espíritu de algún zaguero caderudo y de prominente abdomen de la B de algún pueblo, que la reventada fuerte y para arriba aún cuando estaba solo.

Hasta que llegó el pitazo final y la gente se ríe en el Khalifa Stadium, pero se ríen de alegría, de gozadera, de ver el triunfo del que ellos creían que era el más débil, el que no podría ganar.

Y yo me río, porque estoy contento, porque al fin y al cabo estoy hediendo por acá donde no juegan ni con tierra solo por el fútbol, por estas cosas, y porque por suerte en mi texto va quedando registrado la hora en la que pensé que iba a ver un partido un poco alejado de las emociones.

Pero si estoy a punto de gritar ¡Japón nomá!