Argentina derrotó a Croacia por 3-0 con dos goles de Julián Álvarez y uno de Lionel Messi, que ya es el máximo anotador del campeonato, y se convirtió en el primer finalista del Mundial. Una victoria indiscutible, pesada, y extremadamente valiosa por lo que representa, para Argentina, para Messi, y también para el fútbol sudamericano, un manantial generoso y único del fútbol mundial.

Argentina tomó ventaja suficiente en la primera parte cuando Messi de penal y Álvarez de contra marcaron en cinco minutos los dos goles con los que se terminó el primer tiempo, y después, en el complemento, administró con capacidad y esfuerzo la ventaja y tuvo la experiencia y genialidad de Messi para anotar un golazo más.

El éxtasis

El Lusail latió. De las 88.000 personas que decía la pantalla gigante que colmaron el estadio, aunque otra vez miles de ellos abandonen sin entender de qué se trata un partido de fútbol, hay 26 vestidos iguales o de manera muy parecida, que saltan y cantan sobre el césped.

Muchachos, ahora nos volvimo’ a ilusionar
Quiero ganar la tercera
Quiero ser campeón mundial

Son los argentinos, los jugadores, los veinte mil o más que llegaron hasta Qatar, los 45 millones que tienen su DNI.

Y al Diego
En el cielo lo podemos ver
Con don Diego y con la Tota
Alentándolo a Lionel

La visión de Enrique Santos Discépolo, que filosóficamente se pregunta en una vieja película (El hincha, Argentina, 1951) “para qué trabajamos, para qué vivimos si no es para ir a romperse los pulmones a la tribuna hinchando por un ideal”, llegó a su cenit con los futbolistas que encuentran su éxtasis siendo hinchas.

El sentido final

Hay que entender el sentido final de algunos partidos. Este que vivimos es el paso previo a la instancia más grande del fútbol de selecciones: llegar a la final del Mundial. Entonces no hay dudas de que no es un partido más, que las líneas de juego, los patrones estratégicos y las estructuras tácticas van a ser las mismas que siempre, y que los protagonistas se quedarán como si fuesen florcitas, como si fuese un día más en la oficina. No, este partido, como el de la otra semifinal, se jugó para ganar.

Los técnicos no les dan unas palmaditas en la espalda a sus jugadores y les dicen “jugá como sabés”, o “hagan lo de siempre”, sino que preparan y encaran el juego para ganar como sea y tener el premio único e irrepetible de ser finalista.

Argentina lo hizo de maravilla. Esperó o trabajó el cuarto de hora inicial, sin salidas de tono y en tren de ir viendo o estudiando las diferencias posibles con Croacia, que iba por lo mismo que ellos, y después empezó a soltarse, con un siempre maravilloso Messi, y un colectivo que tanto lo rodea como le da soporte.

Cinco minutos: a los 33 recién Argentina llegó con peligro al arco rival y fue gol, porque Álvarez rompió líneas, se metió al área y lo bajaron. Penal, un penal que remató de manera perfecta Messi para abrir el partido.

Cinco minutos después, cuando los croatas tenían un córner a su favor, la galopada de Álvarez, bien ligada con dos rebotes en el área a su favor, y el segundo gol de Argentina. Esa diferencia, más la experiencia reciente de lo sucedido ante Países Bajos, y la idoneidad y capacidad única de Messi, fueron decisivos para encaminar, a falta de una hora para el final, el pasaje al partido soñado.

A los 25 minutos del segundo tiempo una jugada maradoniana de Messi permitió que Argentina llegara al tercer gol. Messi es Messi pero su brillantez a veces queda tan emparentada con Diego Maradona que todo parece que fuese una secuencia de genialidad argentina.

Ya estaba. 3-0 y a la final, mientras todos cantaban sobre volver a ilusionarse con ser campeón mundial.