El timing, atributo fundamental para desarrollar un oficio al que perfeccionó y embelleció, no le falló. El avance argentino en el Mundial fue estirando la carrera del más grande relator de habla hispana, partido a partido. Los resultados se alinearon con sus planes. La posible despedida luce perfecta, tras una final épica, con consagración argentina y canilla libre de asociaciones de ideas y de metáforas desde el desierto qatarí. “En el cielo Diego, en la tierra Messi”, las últimas de casi seis décadas.

Con Víctor Hugo se va el último gran representante de una radio que no volverá. La de las transmisiones de fútbol que sonaban en cadena nacional, que invadían taxis, bares y patios los domingos a la hora de la siesta. La que en el litoral se escuchaba con dial duplicado, de Rivadavia a Sarandí, de Oriental a Mitre, de Sport a La Red. Víctor Hugo es un hijo de eso: “Nací y me formé en ciudades que estaban equidistantes de Montevideo y Buenos Aires, con una gran influencia porteña. Cardona está a la misma distancia [...] y Colonia está más cerca de Buenos Aires. Me formé escuchando a Fioravanti [nombre profesional de Joaquín Carballo Serantes, referente del relato argentino] y a Carlos Solé, [al argentino José María] Muñoz”, me dijo hace tres años, entrevistado para la diaria.

De Fioravanti tomó “el gusto por el vocabulario”, de Solé “la personalidad y la independencia respecto del protagonista”, de Muñoz “la ubicación de la emoción” dentro de la cancha. Es que hay relatores que hacen escuela. Y fuimos miles los que lo escuchamos a él un poco para disfrutar y otro poco para tratar de incorporar su fraseo, su ritmo y su dicción, y hacer de ellos la base de la construcción de un estilo personal. Hoy los pibes (y las pibas) quieren sonar como Closs y como Vignolo. Las cadenas de TV que se instalaron en Buenos Aires hace más de dos décadas proyectaron su influencia hacia el continente y sacaron las radios de la marquesina. El auge de la televisación y las ventas de derechos replicó la lógica en cada país. La biología también hizo su parte, como pasa siempre. Con 74 años en las cuerdas vocales y los oídos, el último partido de Víctor Hugo fue un homenaje al oficio y un regalo a la audiencia, pero sin el pulso implacable que sigue asombrando en la grabación de la otra gran final, la del 86 en el estadio Azteca.

En aquel momento hacía apenas cinco años que había dejado Uruguay para instalarse en Argentina. Con su talento destronó a José María Muñoz y dominó un mercado cruel durante cerca de 20 años. Sus posicionamientos políticos no pasaron inadvertidos. Bajo el gobierno de Macri, se cortó su período en radios comerciales y estuvo más de un año fuera de las canchas. Durante el de Alberto Fernández, la radio pública argentina le abrió las puertas y pudo contar un Mundial tras dos ausencias. Entonces, claro: en el cielo Diego, en la tierra Messi y en el relato Víctor Hugo.