Todo fue tan igualado en esta llave que hubo que llegar al penal número 16 para definir una serie ajustadísima, que después de dos empates, 1-1 en Montevideo y 0-0 en Guayaquil, se definió en los penales. Hasta el remate 15, el del argentino Gabriel Chocobar, todos habían acertado. El último tiro quedó para Leonai Souza, que esta temporada se fue de Plaza a Barcelona, y el paulista le terminó dando la clasificación a los de Ecuador.
Fue buena la presentación del elenco de Román Cuello ante un rival de alta exigencia.
Primero hay que saber sufrir
El comienzo del partido no distó mucho de lo esperable, es decir con el local Barcelona, atacando vehementemente sobre el arco celeste, y Torque defendiendo como cualquier equipo uruguayo que se precie de tal, resistiendo mientras trataba de acomodarse al juego. La pelota y las acciones de gol eran sólo de Barcelona, entonces no había acción de tranquilidad alguna para los montevideanos, que veían una y otra vez cómo su arco corría peligro desde el minuto 1.
Poco a poco el elenco uruguayo fue sacándose de encima a los de Guayaquil y empezó a manejar un poco más su habitual tenencia de pelota, aunque sin generar situación de peligro alguna. Torque, en ausencia de generación de acciones colectivas que produjeran peligro al arco rival, optimizó cada uno de sus tiros libres, fuesen de donde fuesen, para poner pelotas aéreas en el arco amarillo, como sucedáneo de sus mejores acciones de gol. El control de la pelota, y del campo, de la oncena del Guayas no se tradujo en una sucesión de acciones de peligro para el arco uruguayo.
La capacidad de repentización de Gonzalo Mastriani era el mayor argumento de peligro para el equipo ecuatoriano. Fue el uruguayo quien estuvo cerca de gritar el primer gol antes de que se cumpliera media hora de juego en por lo menos tres claras acciones.
Barcelona y sus llegadas por banda metían miedo, pero el Canario José Álvarez, como si no hubiese sido enganche y delantero toda su vida, se prendió a su nuevo oficio de marcador de punta y metió terrible duelo con el internacional Byron Castillo, que vive subiendo sobre patines. Del otro lado Agustín Peña, que en los papeles oficiales desde hace años contesta como profesión: marcador lateral, vio una temprana amarilla, pero supo hacer bien lo que pide el decálogo del half uruguayo: quitar, tirarse a los pies y trancar de cabeza si es necesario. Lo demás pudo haber sido deficitario, pero con cumplir por ahí ya servía.
Los errores no forzados de la salida de Torque, que intentaba arrancar jugando desde su área, fueron amontonando opciones peligrosas para el Barcelona. Recién a los 35 minutos hubo una jugada franca en remate al arco de Barcelona tras un contragolpe unipersonal del argentino Juan Bautista Cejas, que tras correr por izquierda enganchó en diagonal y desde una distancia lejana sacó su remate cruzado que fue controlado por el arquero de Barcelona.
De ahí hasta el final de la primera parte hubo otra oleada de irresolutos intentos de ataques de los locales, y parciales defensas de Torque, que no conseguía aguantar la pelota ni a su ritmo ni a ritmo ajeno.
Más de lo mismo
El fútbol, ese juego de oposición directa donde un protagonista intenta lo que evita su antagonista, genera fenómenos que en el marco teórico no tendrían explicación. Por eso nadie podría entender que el equipo saliendo de vestuarios con las indicaciones de Román Cuello, y seguramente el aporte colectivo de los futbolistas, haya dado tantas ventajas en los primeros cinco minutos del complemento intentando salir con la pelota en sus pies desde el área, y no pudiendo superar la presión de los ecuatorianos que siempre se la quitaban y generaron situaciones de real peligro para el arco defendido por Tinaglini.
Barcelona empezó a probar de todas las maneras posibles: por afuera, por adentro y con remates de larga distancia que por poco no terminaron en gol.
A la hora de juego, una magnífica acción de Diego Arismendi, cortando y creciendo como cuando jugaba en mediacancha, finalizó en un pase entre líneas para la velocidad de Natanael Guzmán, que quedó cara a cara con el arquero de Barcelona pero sin embargo fracasó en su definición.
El jovencito Nicolás Siri, que había ingresado en el segundo tiempo junto a Guzmán, también se autogeneró una jugada que pudo haber sido de peligro pero que sin embargo terminó yéndose lejos, por encima del arco ecuatoriano.
Todo terminó convirtiéndose en un embudo que apuntaba al arco de Tinaglini y que incluso antes de la media hora vio vencida su valla, pero a través de un gol convertido en posición adelantada del futbolista Garcés.
Faltando 10 para el cierre del partido, otra vez Siri corrió por banda derecha, quedó frente al arquero Burrai y el buen golero mandó la pelota al córner.
No hubo más ni para uno ni para otro, y los penales decidieron todo.